Darkside XXIV

1.3K 222 19
                                    

    Westley, Westley, esa chica cada vez me tenía más prendado. No sé por qué aún me sorprendía, después de todo, le di mi corazón y prácticamente mi vida, era más que obvio que estaba loco por ella.
   
    Aunque... Admito que no me pasaron desapercibidas esas miradas que me daba, como se quedó embelesada cuando salí solo en toalla del baño. Me dio algo de vergüenza, lo admito, pero su cara me estaba dando un espectáculo que de veras disfruté. Me estaba viendo descaradamente, eso fue gracioso y más cuando notó que yo me había dado cuenta, se ruborizó, se veía tierna en ese estado...
   
    Ojalá el haber vuelto a la mansión fuera bueno, pero no calculé que al las demás familias enterarse de que Westley estaba bajo mi posesión, se opondrían llegando al punto de querer tomarla por la fuerza. Ya a ese punto sabía que no podía seguirle ocultando más lo de las bestias, pero aún no estaba listo para que supiera todo sobre la maldición. Además, yo me encargaría de que esa maldición no se cumpliera en esta luna.
   
    Esa noche estaba furioso y acabé con la quimera de la familia Evans que se atrevió a hacerle eso a Westley, pudo haberla matado. Y con ese pensamiento la destrocé, no me importó siquiera que ella estuviera ahí, me dolió sentir su miedo, sí, pero no podía dejar que aquel monstruo viviera, eso no.
   
    Luego me fui, porque no quería ver como Westley me miraba como un monstruo. Le pedí a James que la buscara y llevara a su habitación en mi lugar. Luego pasé a verla cuando supe que estaba inconsciente y sané sus heridas, sabía que cuando se despertara moriría de vergüenza de solo pensar en ello. Admito que la forma de sanar la heridas es bastante estresante, cuando lo hize con la de su brazo vi la forma en la que me miró, estaba roja de la vergüenza; pero para mí tener que sanarala de esa manera no me provocaba ningún placer, incluso si tenía su piel entre mis labios, porque pensar en que le habían hecho daño me dolía.
   
    La dejé dormida y lo único que no sané fue su labio roto, por alguna extraña razón quería hacerlo con ella despierta. Así que me dirigí a mi habitación con la intención de curar mis heridas a ver si en algún punto de la noche sanaban. Cuando son muy profundas se tardan demasiado, algunas ni siquiera sanan solas como deberían dado a que nuestros cuerpos son más fuertes que los de un humano normal; las heridas profundas o en lugares vitales llegan a ser mortales.

     Lo que no pensé fue que la señorita Westley Moon iría a penas despertara.
   
    —Rayos, Westley, vete de aquí —musité al verla pero ella no cedió. Entró, pasó mi brazo por encima de su hombro y me dejó sobre la cama.
   
    La maldije por lo bajo una y mil veces por ser tan cabeza dura, no quería que estuviera ahí, no quería que me viera como un monstruo.
   
    Después de que salió con ese bendito botiquín que ni yo sé de dónde lo sacó, no pude hacer más que resignarme y dejarla hacer lo que le diera la gana. El problema vino cuando comenzó a curarme, aquello ardía como el infierno y gruñí como animal casi tirándole todo. Admito que exageré, pero es que no estaba acostumbrado, normalmente no hacía nada por mis heridas más que limpiarlas con agua.
   
    —Ryan, no seas... —mustitó molesta y me tiró un paño en el rostro.
   
    —Es que arde —me quejé quitándomelo.
   
    —Pues obvio que arde, no eres un niño así que compórtate —me reprendió y siguió en lo suyo pero igual no paraba de quejarme, aunque hice un esfuerzo por contenerme.
   
    —A la próxima dejo que te cenen, no me sirves ni como enfermera —mascullé y ella me miró mal colocando una curita y presionándola fuertemente a propósito, haciéndome gruñir de dolor.
   
    —¿Qué decías?
   
    —Westley —musité y ella solo hizo "Jah" apartándose el cabello hacia atrás y se levantó para guardar el botiquín.
   
    No la dejé irse, tiré fuertemente de su brazo, haciéndola caer sobre la cama y que el botiquín volara por los aires, no me importó donde cayera sinceramente. Ella me miraba fijamente con esos ojos azules tan hermosos que tiene, mientras yo la tenía acorralada sobre la cama. Se veía confiada, por un momento pensé que tendría miedo pero no, me equivoqué.
   
    —¿Por qué me dejaste en otra habitación, eh? —preguntó y me pareció molesta.
   
    —Te dije que no dormirías conmigo, Westley —respondí con obviedad y admito que tenerla así me estaba desquiciando un poco, moría por besarla.
   
    —No quería dormir, pero estás herido.
   
    —A esas heridas no les falta mucho para sanar, no necesitabas estar aquí. —Me sentía algo agitado por estar así con ella.
   
    —¿Por que me dejaste allí tirada?
   
    —Era lo mejor, Westley —respondí algo triste, sabía que hablaría de eso.
   
    —Estaba herida.
   
    —Y yo acababa de darte un espectáculo que no olvidarías. Podía sentir el horror que sentías mientras me veías hacer eso, pero no me detuvo, así que al terminar simplemente me fui, no quería ver como me mirabas como la bestia que soy.
   
    —No te habría visto como ninguna bestia —dijo y aquello simplemente me desorbitó. Liberó una de sus manos de mi agarre y la llevó a mi rostro haciendo que todo mi cuerpo se tensara con su toque. Sentía que no podía respirar con facilidad—. Lo único que recuerdo fue que me salvaste. —Trazó mis facciones, llevándome al límite, si seguía así no podría contenerme—. Lo único que habría hecho sería darte las gracias por aparecer de nuevo justo a tiempo. —Me miró directamente a los ojos—. Justo a tiempo para salvarme.
   
    Sentí como que había caído en un hechizo, en un maldito embrujo cuya hechicera era ella. Me habría entregado entero como sacrificio, estaba en un éxtasis tan profundo que no me di siquiera cuenta del momento en el que llevó su mano a la cicatriz sobre mi pecho y fue tarde cuando lo hice.
   
    —Tu corazón... —cuando dijo eso reaccioné, apartando su mano y alejándome algo adolorido—. No sentí tu corazón.
   
    —No le des importancia a eso —respondí sin siquiera mirarla.
   
    Westley se acercó de nuevo a mí, sentada de rodillas y extendió su mano hasta tocar con la punta de sus dedos mi pecho. Inmediatamente le detuve.
   
    —Déjalo ya, Westley —dije severo, pero ella es terca como una mula.
   
    —¿Por qué...?
   
    —Westley, dije que lo dejes, ¿no escuchas? —ya estaba enfadado, no quería hablar de ello—. Ya que estás aquí, al menos déjame descansar, acuéstate y no hagas más preguntas.
   
    No quería tratarla mal, pero eso era algo que aún no estaba listo para contarle, no sabía por qué, pero sentía que no me creería como no lo hacía nadie. Cuando encontrara al asesino de su madre, entonces le diría la verdad y sería más fácil. Por eso la volví a dejar en su habitación, no podía estar junto a ella sin que me hiciera desear más de lo que puedo tener, ya bastante había obtenido; aunque nada de eso evitaba que ardiera por las provocaciones de James.
   
    —¿Crees en serio que Westley no siente nada por mí? —Eso fue esa mañana, no dejaba de desear que lo partiera un rayo para que me dejara vivir en paz. Estaba ardido, eso ya lo sabía, solo que parecía no querer rendirse.
   
    —James, ya Westley te rechazó.
   
    —Lo hizo porque la amenzaste, porque tiene miedo de que una bestia como tú me haga algo por su causa. Me está cuidando, Ryan —respondió y le miré con desinterés. A veces me preguntaba si James era adoptado ¿Acaso no sabía que yo amenacé a Westley luego de que le rechazara? Es un imbécil.
   
    —¿En serio? Pues adelante, veamos si ella no te rechaza de nuevo, James.
   
    Toda esa plática fue en frente de la puerta de Westley, estaba molesto, pero le dejaría ver que ella tal vez no sentía nada por mí, pero definitivamente no estaba enamorada de él. Entró e hizo su jugada por la cual le hubiera estrangulado, si la reacción de mi luna no me hubiera hecho tan feliz.
   
    —¡James, ya para! —escuché que le gritó y tuve que cubrir mi boca para no reír—. Escúchame, no vuelvas a besarme, ¿está claro? Ya dije que no pasaría nada entre nosotros.
   
    ¡Justo en tu cara, James!
   
    —Westley, solo quiero protegerte, mi hermano es un monstruo que te hace infeliz, no quiero que te haga daño —dijo y rodé los ojos con molestia, estaba a punto de entrar pero la voz de ella me detuvo.
   
    —Escúchame bien, James Anderson, Ryan no es ningún monstruo y es mi esposo te guste o no. No necesito que me protejas de él porque no necesito ser protegida, Ryan no me ha hecho ningún daño.
   
    Sentí que no respiraba en ese momento mientras estaba frente a la puerta. Ella acababa de decir que no era un monstruo y que era su esposo. Llevé mi mano sobre mi pecho vacío y una lágrima se resbaló de mis ojos sin que lo evitara, estaba feliz, demasiado feliz.
   
    —¿Ah no? ¿Y los golpes dónde los dejas? ¡Te llevó al fin del mundo ese donde vive! ¡A la casa de brujas donde se esconde y te puso en peligro!
   
    Sí, no lo merecía, no merecía que ella pensara eso.
   
    —¡Está bien, sí, lo hizo! —le escuché decir exaltada— ¡Lo hizo, pero también me ha cuidado y me prometió que no me haría daño!
   
    —West... —Cubrí mis labios, no podía dejar que me escuchara en ese estado y mucho menos que me viera. Sequé mis lágrimas y respiré para luego entrar. No me importó lo que James dijo después, ni sus vanas palabras para provocarme. Me la llevé de allí, lo hice y cuando la tuve solo para mí, volví a ver ese labio roto.
   
    —¿Debería encargarme de este labio roto? —me dije a mí mismo, divagando en si besarla de una buena vez como había deseado o simplemente curarla.
   
    —No... No es necesario —tartamudeó sacándome de mis desvariaciones y vi que estaba avergonzada.
   
    —Me dices que no a mí pero dejaste que James lo hiciera hace unos minutos.

Moon Where stories live. Discover now