Capitulo 5

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Uno, dos, tres...

—¿Cuanto falta?

Cuatro, cinco, seis...

—¿Estará bien?

Siete, ocho, nueve...

—¿Que pasa si...?

Diez.

Respira.

—¿ Me estás escuchando?

Explotó.

—Te estoy escuchando desde la que salimos de la maldita casa y ya estoy cansado de escucharte decir mierdas, así que cierra la puta boca o nos devolvemos y le digo a Tobías que la cuide hasta que vuelva Tyson— casi grito pero me contuve lo máximo posible.

Bruce no había parado de hablar desde que salimos a recoger a nuestra bebé.

Entiendo que es el esposo de mi mejor amigo pero ¡joder! ¿Como Tyson lo soporta?.

Tyson no es que digamos una persona con mucha paciencia, es gruñón y un poco amargado y ni hablar de su personalidad es un hombre frío que solo he visto ser cariñoso con Bruce y dudo un poco que sea así de cariñoso con nuestra baby.

Bruce es todo lo contrario a el, es alegre, divertido, siempre con una sonrisa en su rostro hasta en los malos momentos para tener treinta años, creo que no a superado una parte de su juventud.

—Está bien me callaré es que estoy nervioso— de reojo veo cómo se frota sus manos y sigo con mi vista en el camino.

Claro que estoy nervioso también pero más emocionado que nada.

Había esperado este momento desde hace tanto tiempo.

La primera vez que la vi fue en su cumpleaños número 11, ese día se veía hermosa teniendo una vestido rosado de princesa muy infantil en ese entonces y una tiara en su cabello rizo castaño, recuerdo haber discutido con mi padre al obligarme a asistir a su fiesta de cumpleaños.

Pero que opción tenía, su padre había invitado al mío pero ese día mi padre tenía un viaje de negocios así que me pidió, por no decir que me obligó, a asistir en su ausencia y llevarle un regalo a la pequeña cumpleañera.

Llegue enojado a la fiesta, ni siquiera la conocía ni ella a mi, además tenía 23 años en una fiesta de princesas. Me sentía humillado e incómodo.

Ella no me abrió la puerta si no su madre.

No la vi hasta que su padre la llamo para que se me acercara a saludar y agradecerme por el regalo luego la vi irse hacia un grupo de pequeñas niñas.

Su tímida mirada al verme y sus mejillas coloradas me cautivaron haciendo que pasara el resto de la fiesta con una ligera sonrisa en mis labios.

Al llegar a casa, me encontré con mi padre y mis hermanos en la sala.

No me importo que mi padre me hubiese mentido para no ir, solo podía pensar en esa princesita de cabello rizado.

Años después la volví a ver cuando estaba aprendiendo sobre la empresa constructora de mi padre y tenía que estar junto a él todo el tiempo.

Una noche fuimos a la casa del Señor Lugo, el padre de la princesita, para hablar sobre un nuevo edificio que mi padre quería construir.

Sinceramente, al llegar no estuve pendiente de su presencia si no fue hasta que bajo las escaleras en pijamas y tenía los audífonos puestos y cruzo por la sala sin notarnos.

Una Pequeña Princesa TraviesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora