𝗜𝗡𝗘𝗙𝗔𝗕𝗟𝗘 ㅡ Kim Seungmin, en el centro del huracán. Todo el mundo señala a aquel con quien discuerda, pero pocos se detienen a buscar verdaderos motivos para hacerlo. Siempre hablan sobre "la calma después de la tormenta", pero nadie se cues...
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Ser diferente no está mal
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Domingo, 26 de agosto de 2018
Los pájaros cantaban, apoyados sobre las ramas de los árboles plantados por el camino, contrastando con los altos edificios e infinitud de coches que circulaban. Seungmin los miraba contento mientras avanzaba.
El sol comenzaba a ocultarse y la brisa nocturna se levantaba, aunque no era nada comparada con la que habían presenciado en la playa. Como todos los demás, echaba de menos el estar juntos en la casa, sin importarles nada más a parte de su diversión. Ya hacía más de una semana que habían vuelto a Seúl, y la verdad, era como si nunca hubieran salido. Las amenazas seguían llegándole diariamente, algunas más serias que otras. Pero no, no tenía miedo. No aún. Si había sobrevivido hasta entonces, podía aguantar una falsa acusación. Y no era por creerse superior a los demás, pero la persona detrás de aquellas malas palabras acabaría pidiéndole perdón tarde o temprano. Él tenía la conciencia bien tranquila en ese aspecto y nadie podía hacerle cambiar de opinión.
Su madre lo había enviado a comprar un par de ingredientes. La mujer se había puesto a preparar un caldo para la cena, pero cuando ya estaba en ello, se dio cuenta de que no tenía todo lo necesario. Como Seungmin aún estaba vestido de calle, le tocó salir a él.
Saludó a la cajera al entrar en el mini supermercado, y fue directo a coger lo que necesitaba. Siempre que tenían que comprar algo urgente iban ahí, así que más o menos se conocía el lugar, y donde estaban ubicados los productos.
Atravesó un pasillo, esquivando a una persona. Era un chico joven vestido de cuero que no hizo falta que lo mirara para que le resultara familiar.
Más bien, lo reconoció.
Al pasar por su lado, su volumen corporal le hizo volver meses atrás. No necesitó nada más para saber que se trataba de Wonho, aquel que le hizo la vida imposible durante tanto tiempo. Aceleró el paso, abandonando ese pasillo. Sintió como las piernas le flaqueaban, y su pecho comenzaba a subir y bajar más rápido de lo normal. Se llevó una de sus manos temblorosas a la boca, evitando hacer ningún ruido, apoyándose en una estantería a su espalda.
Por el sudor de sus manos, se le cayó el cesto al suelo. Estaba solo, entre las mismas cuatro paredes que su agresor. Vale que hacía mucho tiempo que no sabía nada de él, pareciendo que se había dado por vencido, pero nada le aseguraba que el día de hoy volviera al infierno. Solo estaba la cajera a parte de ellos. ¿Qué podría hacer esa pobre muchacha aparte de defender su local?
Se agachó como pudo a recoger lo que se había salido del cesto, escuchando como lentamente alguien giraba el pasillo. Esos pasos tan calmados pero llenos de odio los podría reconocer en cualquier parte del mundo. Seungmin había crecido emocionalmente en muchos aspectos, pero ese hombre le seguía causando pánico. Había vivido demasiado contento creyendo que no se lo volvería a encontrar nunca. Pero, de nuevo, la vida le ponía cristales rotos en el camino por el que avanzaba descalzo.
Como si estuvieran atrapados en una película de terror, siendo él la única víctima, escuchó los pasos detenerse a su lado. Giró milímetros su cabeza, y de reojo vio las botas negras paradas junto a él. Alzó la vista para encontrarse un brazo alargado hacia él. Golpeó la mano que se le abalanzaba con el codo para salir corriendo a la máxima velocidad que sus piernas le permitían por el pasillo de las bebidas. No veía nítidamente debido a la ansiedad que estaba viviendo. Se chocó contra uno de los estantes, tirando una botella de refresco al suelo. Por suerte, era de plástico, si no hubiese tenido más problemas.
Casi llegando al final, decidiéndose si girar a la derecha o la izquierda, una profunda voz sonó por todo el local.
- Quédate quieto.
La sangre del joven se heló. No quería quedarse ahí parado como un inútil, quería irse, pagar y volver a toda prisa a su casa. Pero su cuerpo, acostumbrado a cumplir sus órdenes, se quedaba estático. Notó una presencia tras él. En poco tiempo, lo había alcanzado.
- Mírame.
Los pies le pesaban. Apenas podía levantarlos del suelo, estaban clavados a tierra. Poco a poco y con mucho esfuerzo, giró su cuerpo para encarar al diablo en persona después de tanto tiempo. No había echado en falta su presencia en ningún momento. Volvía a tener a escasos metros la cicatriz en la mejilla del mayor.
- No corras. Tú ya no existes para mi.
Wonho echó un último vistazo al chico frente a él. No le iba a hacer daño. ¿De qué servía? Se había quedado solo. Quería rehacer su vida, limpiando su imagen para poder huir del país sin impedimentos. Había visto como el chico se asustó cuando le quería ayudar para que se levantara, y no pudo evitar reír sin ganas.
Se dio media vuelta, y siguió con su compra. Seungmin no sabía qué había ocurrido. Lo tuvo delante y no le levantó la mano en ningún momento. ¿Le golpearía una vez se girase?
"Tú ya no existes para mi".
Esas palabras resonaban en la mente del menor. ¿Era cierto? ¿Por fin había acabado todo, esta vez de verdad?
No quiso tentar a la suerte, y aún así, se acercó rápidamente a la cajera, abandonando el lugar lo antes que pudo. Durante el camino, nadie le seguía.
Una vez en su portal, dejó la bolsa de la compra en el suelo. Comenzó a palparse las piernas y los brazos. Estaba bien. El torso, no le dolía nada. La cara. Por ella rodaban lágrimas saladas que retiró con el dorso de sus propias manos. Había llegado a casa sano y salvo después de un encuentro con ese ser, porque ni persona se le puede llamar.
Comenzó a creerse las palabras de Wonho. Comenzó a creer que de verdad se había cerrado un horroroso capítulo de su vida.
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