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(Editado: 27  O1  2O23)

Casa de la familia Patterson

Los pasos de la joven mujer resonaban por los silenciosos pasillos de aquel lugar, luego de unos minutos de su reanimación había caído en la cuenta de que no había luz -al igual que personas- por lo que su sentido felino la guiaba a ciegas por la casa sombría, chocando de vez en cuando.

Se detuvo en la puerta principal, con las cejas algo arrugadas y las pupilas mirando directo a la barricada. No quiere permanecer más ahí, el pelaje solo se le eriza, se siente mareada.

— Agh — espeto, casi involuntario de su boca. Todo la empezaba a asfixiarla, el terror empezaba a hacer nido en la parte de atrás de su cabeza, taladrando, gritando.

No comprende, no puede porque es una situación tan inentendible como horrorizarte y que ha pasado tan rápido como el cantar de un pájaro en invierno. Su mente no logra procesarlo, no quiere ser de esos casos¹.

Por ahí, en la inmensa oscuridad debía había algo para poder largarse de una vez por todas, para dejar en el fondo de su inconsciente el desagradable momento. Entonces rebusca de manera desesperada por cualquier lado alguna palanca, algo de utilidad.

Entra al área de la cocina, solo para dar con una chiquilla sentada en la mesa a espaldas de su posición, con las piernas cruzadas y las manos ocupadas en agarrar algo, junto con el sonido de un mordisqueo.

Ahoga un sonido de sorpresa, se siente aún más confundida.

—Hola— trata de animar su tono de voz, y formar una tonta sonrisa a pesar de no estar tranquila. —Pensé que no había nadie, ¿esta es tu casa? —

La pequeña no respondió, en vez de eso soltó algunos quejidos del fondo de su garganta, ladeando la cabeza. Liz abrió la boca para recitar unas cuantas palabras, pero no fue posible por la repentina acción por parte de la niña que la dejo en blanco.

No sabe si fue su producto de su imaginación la que la hizo petrificarse en ese momento, la infanta delante suyo volteaba su cabeza como si fuera un búho, podía escuchar sus huesos retorcerse y sus ojos negros como el petróleo aullar de desesperación. Un fino hilo de sangre colgaba desde la esquina de sus labios.

Un profundo quejido salió de la boca de la chiquilla, volteando por completo su cuerpo ligeramente deformado y dejando ver su vestido manchado. Para su conciencia fueron años los que pasaron para que pudiera retroceder unos cuantos pasos y luego se empezó a correr; no espero a que el infecto se le lanzara encima, ya tenia la necesidad de correr desde un inicio.

Quizás vaya a morir.

...


Centro de Lucelia - Calle Wedon

El cuarteto caminaba arrastrando sus pies por los sucios callejones, agarrando atajos para evitar ser arrastrados por muchedumbres desesperadas, abriéndose paso entre los autos abandonados y escondiéndose de cualquier posible amenaza en los huecos mas oscuros.

En, aproximadamente, unas dos horas habían avanzado un tramo significativo, cada vez mas cerca del centro puro de esa ciudad que ahora se iba a la mierda.

— ¿Ya llegamos? — pregunto Zee, haciendo resonar sus pasos y mirando para los costados con resentimiento.

-—No, aun no — le respondió el caballo adelante de todos, ya cansado de las preguntas, del entorno y de todo en concreto.

— ...¿Y ahora? — Zee bajo sus orejas, y dejo escapar un largo suspiro. Le duele la espalda.

— No — contesto su hermana mayor, agregándole el tono hastiado a sus palabras. Sabe que ahora Zuzy esta rodando los ojos.

El silencio entre todos volvió a emerger, sin intenciones de dejarlo ahogado por algún lado, no lo necesitan.

— ¿Ya llegamos? — volvió a cuestionar una de las gemelas. Zizzy esta lo suficientemente desinteresada como para pensar cual de las dos lo pregunta esta vez.

— Por favor, ya cállense — el joven castaño se apoya sobre una pared de esa calle desértica, y las mira entrecerrando los ojos — Descansaremos aquí, hemos llegado.

Apenas dichas esas palabras ambas jovencitas se tumban en el polvoriento suelo.

— Por fin, no siento mis patas.

— No podemos descansar, no aquí en la intemperie— explica la mas alta, moviendo los brazos y frunciendo el ceño—Tenemos que hallar un lugar seguro, no sean huevones-

— Zizzy, déjalas que descansen un rato — la mencionada hizo una mueca, a lo que el chico arrugo los labios. Entonces el se dejo caer— No hay de esos monstruos, aprovechemos.

La cebra perforo con su mirada al chico, golpeteo el pavimento con su pie unas cuantas veces y se sentó a su lado. La decisión mas responsable de la historia, pero no querían escuchar un no.

No pasan demasiados minutos para que vuelvan a levantarse, debido a los sonidos de un nuevo grupo de muchedumbre con algo diferente de los demás. Avanzan con tranquilidad, se oyen crujidos y pueden ver a un par de ellos se arrastran.

Un par de problemas.

...

𝐈𝐍𝐅𝐄𝐂𝐓𝐈𝐎𝐍 ★ zizzy x ponyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora