Francesca Lorenzo, la hermana menor de Chiara (la protagonista de "Regálame un beso"), cruza el Atlántico para ayudar a su hermana con el nacimiento de su primer hijo, Fabrizio. Al mismo tiempo, decide culminar su último año de estudios en ciencias...
Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.
Toby me miró a los ojos. Después de unos momentos, la intensidad de esa mirada hizo que mis mejillas se sonrojaran. Tuve que mirar hacia abajo. Pero yo seguía en sus brazos.
—Lo siento, no quería derrumbarme así delante de ti —dije entre sollozos.
—A veces eres tan tímida y reservada. Y testaruda —dijo, sonriendo.
—Eso no es cierto. Es que no me gusta que me vean así —protesté, alejándome un poco más de él- Mi corazón se aceleró y de repente sentí un extraño calor por todo el cuerpo.
—No fue un insulto. No hay nada de malo en ser tímida o testaruda. ¿Quién te cuida cuando estás triste?
—Lo hago yo misma. ¿Y tú? Me imagino que tienes mucho apoyo. Siempre estás por ahí haciendo amigas.
—¿Sabes qué? —Se acercó a mi boca y me estremecí—. Ahora mismo, sólo quiero lidiar con tus estúpidos celos.
Me besó sin preguntar. Y tanto. La invasión fue tan repentina, y después de todo lo que había pasado esa noche, me dejé llevar por su boca. Se sentía tan bien. Besaba de maravilla, tal como lo recordaba. De repente, sentí que se inclinaba y me agarraba de los brazos, tirando de mí y rodeando su cintura con mis piernas. Empezó a caminar conmigo hacia el interior de la clínica. Entró en mi despacho y me dejó sentada en la camilla de consulta mientras me besaba. Nunca había experimentado las sensaciones que sentí cuando me agarró el cuello con ambas manos y me miró mientras su boca depositaba pequeños besos que se trasladaban a otras zonas de mi cara. Cerró los ojos y miró mi bata. No hacía falta ser un experto para ver que se sentía atraído por mí. Y me sentía atraída por él. Estaba claro. Empezó a desabrocharme los botones de la bata, y cuando estuvo toda abierta, me puso una mano en el pecho y lo acarició, por encima de la camisa.
—Vaya, vaya —murmuró, con una voz muy seductora. Luego sonrió. Sus ojos reflejaron su pasión en los míos. Se concentraron en mi boca y se quedaron allí hasta que no pude aguantar más la respiración. Entonces solté un largo suspiro y él se rio.
—Me vuelves loco. No sé qué hacer contigo. O mejor dicho, quiero hacerlo todo contigo.
—Pero eso no es cierto y lo sabes.
—Sé que lo es para mí. Ahora mismo, eres muy vulnerable. Podrías empezar una relación con alguien de quien huirías como un demonio si las circunstancias fueran normales.
Me sorprendió que me conociera y no supiera casi nada de mí.
