𝙍𝙚𝙖𝙥𝙚𝙧! 𝙎𝙖𝙣𝙨 ⫷𝑻𝒉𝒆 𝑮𝒐𝒅𝒅𝒆𝒔𝒔 𝒐𝒇 𝑺𝒑𝒓𝒊𝒏𝒈⫸

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Hace mucho tiempo, antes de que tus padres, tus abuelos o incluso tus tatarabuelos fuesen a nacer, los dioses gobernaban libremente sobre nuestro mundo.

Eran seres divinos repletos de magia y poder. Conocidos por todos los mortales debido a sus dones y su protección hacia la humanidad, entre ellos, destacaban once en particular.

En el Olimpo, justo en la cima del monte bautizado con el mismo nombre, gobernaba Asgore, el Dios del Cielo. Padre de todos los dioses, piadoso y compasivo con todo ser. Cómo su mano derecha y eterna compañera, Toriel, la Diosa de la Vida, madre de los seres vivos y cuna de la naturaleza, entregaba su incomparable aura maternal, acompañada de su desbordante poder mientras regía junto a su esposo. Asriel, el joven hijo de la pareja y Dios de la Esperanza, mantenía la alegría en todo el lugar, asegurándose de que nunca faltase la luz en ningún rincón del mundo.

Por elección propia y en sus respectivos templos del mundo terrenal, Undyne, La Diosa de la Guerra y su adorable cónyuge Alphis, La Diosa del Conocimiento, buscaban aprender más cosas sobre los humanos con ayuda de Gerson, El Dios de la Sabiduría y Gaster, el Dios de la Magia. En la tierra y junto a ellos, en un mismo templo, también habitaban Grillby, el dios del Hogar, y su reciente esposa, Muffet, la Diosa de la Fortuna.

Pero como ante toda luz oscuridad debe existir, bajo el azul cielo y la bella tierra atestada de vida, los paramos más oscuras y lúgubres, mejor conocidas como el Hades se erguían imponentes para constituir el lecho de dos seres cuyo nombre era temido tanto por dioses como por mortales. Esas inhóspitas tierras eran del dominio total de los hermanos Skeleton, Sans y Papyrus, mejor conocidos como los crueles, salvajes y despiadados Dioses de la Muerte. Cuentan las leyendas más antiguas que aquellos valientes que han tenido la osadía de enfrentar al mayor de los hermanos, solo vieron como el brillo de una guadaña les arrancaba el alma de los ojos de un tajo. Incluso cuando su hora no estaba cerca de llegar.

El dios de la muerte y la diosa de la vida tenían una buena relación al contrario de lo que muchos podrían pensar. Se conocieron en la peor de las situaciones, el funeral del que alguna vez fue el joven Dios de la Esperanza, el bebé de la diosa, su precioso príncipe y del primer humano en ser creado, el último Acólito de la fé, el primer hijo de Toriel. El la vió destrozada, una mujer triste intentando recoger los pedazos de su destrozado corazón, al notarla tan deprimida, decidió acercarse y entablar una conversación con ella, sintiéndose, en parte, culpable por lo que ahora eran esos pequeños niños.

Ambos eran contrapartes. Mientras que el arrebataba con salvajismo y brutalidad las almas de sus desdichadas víctimas, disfrutando de ello y llevándose sus vidas, ella, con toda su luz y amor maternal, se las otorgaba para que tuviste la oportunidad de vivir, de maravillarse con lo que el mundo les podía ofrecer, lo que la hacía pensar que llevarse bien con el iba a ser un asunto complicado pero luego de largas horas de charla imparable, parecía que hubieran sido viejos amigos separados hace mucho tiempo, logrando así cambiar la opinión que la Diosa se había planteado con anterioridad.

El Dios era distante, con esa sonrisa permanentemente tallada en su rostro. Sus cuencas vacías, sin nada de brillo en ellas, cubierto por la túnica negra que lo caracteriza mientras sostiene entre sus huesudas manos una gran Oz, temida incluso entre los mismos dioses por su capacidad de eliminar seres divinos. Pero eso no es lo único que el Dios podía llegar a ser.

Había logrado demostrarle a la Diosa de la vida que era una persona extremadamente carismática y divertida. Sabía escuchar y entender. Reía como cualquier otro, y aunque su humor no fuese el mejor, a ella le hacía reír.

La muerte se llevó justo la impresión que le habían dicho que tendría. Una dama un poco mayor, dulce y comprensiva que ama con todo su ser a sus creaciones y a su familia, maternal y amable, pero con un carácter fuerte y una inmunidad a su toque de muerte que lo sorprendió, hasta que ella le explico que al ser literalmente vida, no podría morir por un efímero roce.

¡Holy Bone! (One-Shorts Sans x Lectora)Where stories live. Discover now