—Déjame me cambio y voy para tu oficina —accedió Ryan y Clarence se retiró. Él cerró la puerta y desapareció, apareciendo detrás de mí, arrinconándome contra la puerta del clóset con toda la intención—. Me parece, mi luna, que tendré que ausentarme —dijo en tono juguetón, dándome vuelta para que estuvieramos de frente, no podía creer que estaba en ese plan luego de que Clarence dijera eso.
 

 
    —Ryan, es serio, si James habla... —Besó mis labios, callando cualquier queja de mi parte y dejándome fuera de mis sentidos con lo ardiente que estaba siendo aquel beso. Abandonó mi boca para dejarme respirar e hizo un camino de besos desde mi mejilla hasta mi cuello desestabilizando cada parte de mi ser.
   
    —Todo estará bien, mi luna, sé bien cómo hacer que no le crean ni una palabra a James, ¿sí? —dijo, aún besándome y con sus manos traviesas jugando por donde no debían. Yo prácticamente ni le estaba oyendo de lo desconcentrada que me tenían sus besos y caricias—. West... Te amo.
   
    —Y yo —jadeé. Él sonrió contra mi piel y se separó, dejándome con una cara de decepción enorme.
   
    —Creo que debo irme ya, continuaremos esto en la noche, no me hagas esa carita. —Me pellizcó la nariz con ternura y me dio un beso rápido. Iba a irse pero le detuve.
   
    —¿Puedo ir a mi casa a ver a mis hermanos? Quiero hablar con ellos.
   
    —Puede ser peligroso, Westley, mejor esperemos a que yo vuelva, ¿sí?
   
    —Amor...
   
    —West, por favor, espera a que yo pueda llevarte —me interrumpió sin dar cabida a más quejas y asentí cabizbaja—. Sabes que lo hago porque te amo, no quiero que nada te suceda, mi luna. —Alzó mi mentón para que lo viera a los ojos y asentí nuevamente—. Te amo, nos vemos en un rato.
   
    Él desapareció y suspiré frustrada, me tocaría esperar. Tomé una de sus camisas y me fui hasta el baño para darme una ducha, aún no tenía nada de mi ropa por allí, lo hacíamos así para no levantar sospechas. Me tardé un montón en aquella tina, el agua caliente y el vapor me relajaban, dejándome casi dopada. Los baños siempre me ayudaron a quitarme algo de estrés de encima, aunque todo el ensueño acababa cuando salía de allí.
   
    Tracé mi cicatriz casi de forma inconsciente y sentí aquella mala sensación, Ryan no había querido decirme quién era mi atacante luego de ver como me había puesto. Eso no ayudaba mucho, el miedo no se iba y aún podía sentir la risa sádica de la criatura en mi oído, su garra abriendo mi piel lentamente para hacerme sufrir mientras yo lloraba. Era a penas una niña, y los ojos de aquel monstruo brillaban de excitación por mi dolor.
   
    Espanté esos pensamientos en cuanto las ganas de vomitar invadieron mis entrañas y me levanté saliendo de la bañera. Sequé mi cuerpo y me puse la camisa de Ryan que me quedaba gigante, cosa que me gustaba, además de que tenía su olor, o al menos el mismo olor que tenían todas sus camisas.
   
    Salí del cuarto de baño y no di dos pasos hasta que sentí como alguien me aprisionaba desde atrás, tapando mis labios. Intenté gritar y pedir ayuda de algún tipo mientras venga a saber quién me seguía presionado para que no lo hiciera. Era más fuerte que yo sin duda alguna, porque por más que luchara no sentía que hacía diferencia alguna. Sentí un piquete en mi cuello, como el de la aguja de una jeringa, y todo se quedó completamente negro...
   

Ryan:

   
    Me preguntaba qué habría recordado el idiota de James, aunque sinceramente no me preocupaba, con solo un poco de mi poder y él cerraría el pico al instante, dejándome tergiversar la historia mi conveniencia.
   
    Se supone que no debería estar lidiando con esto, los hermanos de Westley fueron bien claros, aunque no le dije a ella que había sido yo quien llamó a Connor. Ellos estaban renuentes a hacerlo y no los culpo, aún creen que maté a su madre y engañé a su hermana, así que entiendo que no quisieran ayudar. La verdad, no me interesaba que ellos nos ayudaran, hasta ahora había lidiado bien con todo y podría hacerlo perfectamente el día de la Luna de Sangre, más si Westley de veras había desarrollado alguna clase de poderes. Esa transformación que tuvo fue bastante fuerte, si logra dominarla a su antojo creo que terminará ella protegiéndome a mí y no al contrario.
   
    Llegué en frente del despacho de mi padre y entré sin tocar. Allí estaba él con el pelirrojo de James y... Mi madre. Apreté los puños. ¿Qué rayos hacía ahí? Ella no es una bestia, es humana, y no,  jamás está en nuestras conversaciones y que estuviera no significaba nada bueno.
   
    —¿Mamá qué hace aquí? —pregunté molesto a mi padre, notando a penas como ella se jalaba de la manga para esconder un cardenal— ¿Qué hace aquí? —respetí para que acabaran de hablar.
   
    —Siéntate, Ryan —me ordenó mi padre y miré los ojos de mi madre, estaba asustada y casi me rogaba con la mirada que hiciera caso a lo que decía. Me senté tratando de aparentar tranquilidad, pero no estaba tranquilo para nada, no con ella ahí—. Estamos aquí toda la familia reunida, para que dejes de mentirnos a la cara —dijo tirando de mi madre que estaba a su lado parada y haciéndola chocar fuertemente con el escritorio que tenía al frente.
   
    Apreté los puños contra el pasamanos del asiento. —Lo que tengas que hablar conmigo, dímelo a mí, a ella déjala fuera —musité furioso.
   
    —Es que con ella presente es como único dices la verdad, Ryan —dijo James y casi quise matarlo.
   
    —¿Cómo puedes permitir que le haga esto, eh? Es nuestra madre.
   
    —Será tu madre, porque la mía murió cuando tú naciste —musitó sin mirarme y lo que me faltó fue nada para golpearlo. Era cierto, Edice no era nuestra madre biológica, ella había muerto cuando nací, dar a luz a un bebé bestia no es sencillo, y para una humana débil y enfermiza como lo era mi madre mucho menos. Sobrevivió el parto de James de milagro, pero ya en el mío no corrió la misma suerte.
   
    —Papá —le miré casi rogando, Edice nos había criado a ambos, y yo la amaba como si fuera mi madre real, era mi madre—, déjala en paz, por favor —supliqué y la miré a los ojos con dolor. Había pasado demasiado por nosotros, por mí en especial. Siempre era lo mismo, cuando hacía algo mal o mentía, papá la tomaba con ella porque sabía que era lo único que me dañaba.
   
    —Pues di la verdad, sabes que si la dices ella sufrirá menos.

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