CAPITULO VII: ANGEL CAIDO

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"Te acabo de contar todo lo que hizo hoy en la escuela ¿y lo dejas irse con Emmett sin decirle nada?" Pregunto un indignado y disgustado Edward Cullen al volver a la oficina de Carlisle luego de haber visto a sus hermanos saliendo en el descapotable rojo sin ninguna preocupación y no es que esperara que su padre fuera a ponerse en plan disciplinario con Demian por cosas tan tontas como la guerra de comida en la escuela pero al menos si esperaba que hablase con él y lo encaminara a desistir de esa tonta idea de ser popular. Porque si, había hecho las paces con el niño y hasta lo había azotado – un pequeño detalle que apropósito olvido mencionar a su padre – pero eso no significaba que estuviese cómodo con lo que hacía y sobre todo, lo que eso representaba para toda la familia; si Demian era notado, todos ellos lo serian y ya de por si era bastante difícil andarse en los pasillos de la escuela aguantándose las miradas curiosas de los chismosos como para darles más excusas de mirarles.

Carlisle que estaba repasando un expediente clínico complicada de una paciente que parecía estar recayendo en el cáncer, cerro la carpeta y miro a su hijo con una expresión confundida.

"¿Qué esperabas que le dijera, Edward?" le pregunto con su clásica actitud tranquila y conciliadora. Esa que había desarrollado en más de un siglo de ser un patriarca.

Edward se encogió de hombros.

"Quizás algo como que... respetara la privacidad que los otros y yo tratamos de mantener en el colegio o que no se ande exhibiendo como un collar de oro frente a todos, yo que sé pero..."

"¿Un collar de oro?" Carlisle no pudo evitar reírse, era la cosa más graciosa que hubiese escuchado en un tiempo y el hecho que viniera de la boca de Edward - El sr. Seriedad de la familia - y no de Emmett – El Sr. Humor – lo hacia todavía mas especial.

"No te rías, Carlisle. Hablo enserio." Refunfuño el otro.

Carlisle tuvo que luchar por serenarse, aunque jamás dejaría de fascinarse con el hecho de que a sus más de 100 años de edad, Edward siguiera conservando actitudes y manierismos clásicos de cualquier adolescente. Igual el vampirismo no acababa con tu humanidad por completo...

"Lo siento, Edward es que..." negó con la cabeza, ahora si forzándose a no reír mas. "Me parece curioso que lo llames así cuando los dos sabemos lo mucho que ese niño significa para ti, es... irónico."

"¿Para mí?" Edward titubeo al preguntar pues aunque sabía muy bien de lo que su padre hablaba, no era consciente de que este lo supiera. Era desconcertante y también un tanto odioso. Carlisle le conocía mejor de lo que nadie lo haría jamás y eso no cambiaría sin importar lo mucho lo que lo deseara y en "ese" tema en particular lo deseaba más que nada.

Carlisle decidió no importunarle, se había dado cuenta de "aquello" desde el preciso momento en que Edward llego a su clínica con el chico en brazos 3 meses atrás. La forma en que estuvo al pendiente de él y lo cuido hasta que despertó sin recuerdos... Solo podría decir que no eran cosas que uno encontrara fácilmente pero si Edward no estaba listo para hablarlo o siquiera admitirlo, tenía que respetarlo. Ya llegaría el día, quizás.

"Para ti, para mí, para todos..." dijo, desviando la conversación a un terreno diferente y si Edward necesitara siquiera respirar, hubiera tomado un largo respiro. Que miedo le daba pensar en aquello.

"Mi punto es, hijo..." Edward puso los ojos en blanco, sabía que se avecinaba otro de esos discursos filosóficos que tanto le gustaba dar a su padre. A veces eran buenos pero otras, como aquella, no podían ser más que un fastidio. "Que tu más que nadie sabe lo que ese niño significa para el mundo, puede que ahora él no lo recuerde pero tiene dones que solo podríamos comparar con un collar de oro, dones que un día..." Carlisle se obligó a callar porque pensar en el futuro lo agobiaba de una forma que ninguno de sus hijos iba a poder entender jamás y es que, había llegado a encariñarse mucho con el niño. ¿Quién no lo haría? Si era tan humanamente imperfecto que cada minuto que pasabas con él era un regalo y justo por ello no había tenido ningún problema en verlo como otro hijo más, quizás como el único hijo que realmente lo necesitaría alguna vez pero era bien consciente de que podría llegar el día en que eso cambiaria y en que Demian enfrentaría a su destino. Ese que Ángel, su padre le conto alguna vez.

CREPUSCULO: EL PEQUEÑO DE LOS CULLENWhere stories live. Discover now