Capítulo 44 | Llena eres de desgracia

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—No, es que Garret me espera —se soltó de él e intentó ir a la puerta corriendo pero uno de ellos la tomó por la cintura y la devolvió con una brusquedad que le confirmó que acá dentro nada bueno iba a pasar. 

—Pues que siga esperando, hermosa niña —la miraron de pies a cabeza con un morbo que la aterró, de pronto se sintió sin nada, expuesta y vulnerable. 

Volteó a ver a Hanniel y este ya se caía de lo ebrio, se acariciaba la cien como si la cabeza le doliera, no la miraba. Tuvo que comenzar a retroceder cuando tres de los hombre se le comenzaron a acercar, tal cual un cazador a su presa.

Sus manos comenzaron a picar a sudar, su pulso era un desastre y sus nervios otro. Hanniel por fin puso vista en ella y...

—Por favor —le suplicó al tiempo en que sus lágrimas comenzaron a salir de sus ojos, Hanniel sacudió su cabeza cerrando los ojos, como si estuviera luchando con algo en su cabeza y ella comenzó a temblar. 

—Por favor ni que nada, no pidas a menos que no sea entregar este culo tan rico que tienes —saltó cuando detrás de ella otro hombre le hablaba al oído y la agarró de sus glúteos. 

Empezó a llorar sin parar y no reaccionaba, su cuerpo se paralizó, solo podía ver a Hanniel que agarró una botella de tequila a un lado de él y empezó a tomar más. 

—No sabía que Garret tenía una hermana tan buena —comentó otro de los que la acorralaba y Hanniel bufó. 

—Es un hijo de puta —dijo viendo a la nada, furioso y perdido en el alcohol. 

—¡Hanniel!

Gritó cuando un de ellos la agarró con fuerza tirándola a la cama detrás de ella y pataleo cuando dos se le vinieron encima arrancando sus prendas de ropa. Luchaba, pegaba, mordía y escupía para que la dejaran pero no pudo contra cinco hombres que la garraban y eso mismo que ella hizo ellos se lo devolvieron. 

Ella nunca dejó de patalear y de reprender, lloraba como nunca pero su alma y su voz se fue cuando la primera penetrada se hizo presente, luego otra y otra y muchas otras, de un hombre, de otro, de otro y de todos los cinco que reían cuando la invadían tiñendo su piel de un rojo carmesí. 

Las lenguas la recorrían y sus pechos de talla grande fueron tocados con tal vulgaridad que quiso en ese momento arrancárselos y nunca más volver a tenerlos. 

Lloraba en silencio viendo a Hanniel en la puerta, bebiendo y mirando su arma como si eso fuera lo mas interesante. Los demás sacaron las de ellos y las hundieron desde la punta en ella jugando según ellos desgarrando cada parte de su sensible piel. Vieron sus puños y creyeron también que sería buena idea, vieron las botellas de cerveza y fue también divertido, vieron un palo y a eso lo vieron como el final de la lección que le iban a dar a Garret. 

La Lia alegre y risueña había muerto en ese lugar, dándole un adiós a la única persona que podía evitar eso, y la misma persona que la había llevado, que la había entregado a sus amigos y el tiempo fue nulo hasta que unos disparos se hicieron presentes y el primer hombre con su miembro al aire cayó al suelo y así con los siguientes tres que se pusieron alerta pero no pudieron hacer más con la rapidez y decisión de Hanniel. 

—Suficiente —dijo con la lengua pesada y el único hombre vivo le gritó que carajos hacía y él solo levanto la vista disparando en su contra pero este salió de la casa huyendo.

Él no volteo a verla, no fue capaz pese a su inconsciencia por el alcohol. Salió de la casa y ella desde ese momento se apagó por completo, el gris opaco y feo tomó su vida y el miedo la condenó, nunca dijo nada a nadie, ni a su hermano, ni a su mamá que se la mantenía de prostituta, ni a su mejor amiga. Simplemente decayó sola, ahogándose en su miedo y en su dolor.  

Hacia lo Prohibido ©Where stories live. Discover now