Capítulo 33

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33. ¿Puedo pasar?

Ben

Estaba nervioso. En verdad que lo estaba.

Apenas entramos a la casa pude ver en su mirada que aguantaba muchos sentimientos, y eso me preocupaba.

Por su salud.

Por la de su bebé.

Ay Dios, ¿Pero que estoy haciendo?

Era la novia y ahora futura madre de el hijo del hombre que hasta hace tiempo atrás me consideraba un amigo. Pero no podía dejarla sola, porque la quería... Y ahora que es lo que digo.

— ¿Que llevas ahí? — pregunto con curiosidad y casi enseguida me golpeó mentalmente al sonar como un metiche.

— Mi laptop, algunos medicamentos y otras cosas.

Ante su respuesta tan despreocupada siento algo de alivio y me limito a asentir y seguido me llevo una mano a la nuca para rascarme está.

— ¡Oh, si, la comida!

Exclamo recordando aquello provocando que la chica me sonría tiernamente haciéndome sonrojar.

Seguro que debo verme estúpido mirándola, con esos alegres ojos que hoy ya no tienen ningún brillo puestos sobre su plato. Hace unos minutos había dejado de comer y apartando sus manos de los cubiertos bajo estas y las posó sobre sus piernas. Parecía perdida totalmente en sus pensamientos.

Y entonces, finalmente rompió en llanto. Y no pude evitar sentir que mi corazón se estrujara y la necesidad de quererla hacer sentir bien. Que no estaba sola, y que aunque no me halla elegido a mi, yo siempre iba a estar para ella.

Rápidamente me levanto de mi asiento y posandome a un lado de ella la envuelvo entre mis brazos a lo cual ella enseguida me corresponde. Y esto se hubiera sentido bien en otra situación, con ella riendo y no llorando, y conmigo diciéndole cuanto amaba verla sonreír y no cuanto odiaba verla llorar.

— Eso, deja que todo salga. Estás bien, aquí estás bien.

No puedo enviar sentirme estúpido por aquellas palabras pero aún así intento hacer que su llanto pare lo cual parece funcionar.

— Aquí estoy linda, tranquila.

Unos segundos después escuchó su llanto cesar y seguido me separo de ella pero me mantengo a su lado.

— ¿Te sientes mejor?

La escuchó sorber de su nariz y limpiarse el rostro con la manga de su suéter.

— Lo siento.

— Está bien.

Cuando la veo levantar la mirada sonrío ampliamente a lo cual hago que ella también sonría.

— ¿Quieres un vaso con agua?

— Por favor.

Con esas palabras doy media vuelta y me adentro a la cocina con dirección a la alacena de la cual saco un vaso.

Camino hacia la barra con el vaso en mis manos y cuando estoy por tomar la jarra encima de la isla escucho unos golpes que me hacen quedar en silencio.

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