Capítulo diecisiete.

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―Ah, sí ―mencionó Virginia, rodando los ojos―. No esperan, ni que uno llegue y ya están con su humor negro en todo el día de trabajo.

―Y, cuéntenme algo, ¿qué es lo que más les gusta de su personaje? ―lanzó su última interrogante.

―María, no es mi favorita. Primero, porque sufre mucho y en parte es desesperante, tener que estar llore y llore durante toda la película ―comentó, Virginia.

―Pero, a ti se te da muy bien la lloradera, de hecho ―agregó Carlos, guiñándole un ojo. La periodista volvió a sonreírles.

―Ay, muchas gracias. ―Se sonrojó la pelinegra―. Entonces, María es ruda, debido a lo que ha sufrido; ya no se deja llevar por nadie, y es muy desconfiada. Eso es bueno, y lo que más me gusta de ella, es la seguridad que adquirió con los años, para enfrentarse a quienes la rodean, a los villanos y a su ex esposo, el señor aquí presente, Esteban. ―Señaló con la mano a actor―. ¿Y a ti, Carlos?

―Los millones de Esteban. ―Se carcajeó, timbrando por completo a Virginia y a la reportera. Su voz, parecía retumbar a quienes tenía a su alrededor. Un detalle que enamoró aún más a la actriz―. No, me parece que su valentía de sacar adelante a sus hijos, a pesar de que su madre no está a su lado; también la manera de manejarse con María en algunos casos, ya que la mujer se convierte en una fiera totalmente. Y, no es para menos.

Cada palabra que Carlos expulsó de su boca, tuvo la completa atención de Virginia. Antes, ella estaba de frente a la cámara. No obstante, inconscientemente se fue volteando poco a poco, hasta quedar de frente al pelinegro. Permanecía absorta en él, casi rozándole el hombro al hombre, ya que Carlos con ligereza, se inclinó a ella; dando una imagen confianzuda al público que vería esa entrevista, cuando fuera arrojada al programa.

Se despidieron de la mujer, y el camarógrafo y regresaron a las grabaciones.

―Así que te gusta, como se manejan María y Esteban... ―masticó Virginia, golpeando sutilmente a Carlos, con su brazo―. Pero, ¿te gusta cómo se mueven Virginia y Carlos?

―Según tú, ¿cómo se manejan ellos? ―Le siguió el rollo, siempre cuidando su tono de voz.

El alrededor, tenía oídos y bastante agudos, por cierto.

Se situaron en una banca de cemento, construida en la plaza que rodeaba una fuente. Debían continuar con las grabaciones, pero en ese momento estaban filmando otras escenas, donde no era requerida la presencia de ninguno. El espacio, era meramente del elenco y los técnicos. Ni siquiera, permitieron que los vendedores ambulantes traspasaran a los escoltas.

―Con cuidado de los ojos biónicos, sigilosos y solitarios en varias ocasiones ―enumeró la pelinegra, paseando la mirada por los lares―. Además, de su habilidad e inteligencia para usar sus dotes histriónicos simulando una sólida y estrecha amistad, ocultando el verdadero motivo.

―Una relación clandestina ―murmuró en su oído, erizándole la piel―. Que no ha sido consumada, recalco.

―Porque, tú no has querido. ―Estiró los labios, en una sonrisa cargada de sorna.

―Sobre todo yo, cariño ―espetó, sarcástico―. Es mejor no hablar de eso, no aquí.

―Al parecer, nos gusta el riesgo.

Él asintió, y cambiaron de tema con rapidez.

Al final de la tarde, volvieron al set; sin embargo, no siguieron trabajando. Martín se apiadó de los actores, y los dejó ir, resaltando la puntualidad con la que tenían que estar al día siguiente en el foro, con el fin de retomar las grabaciones.

H I D D E N ©✔Where stories live. Discover now