Capítulo 7: Antes de amarme, perdónate

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Madam Bo frunció el ceño segundos antes de retirar los tres dedos que presionaba sobre la muñeca extendida de Jiang Cheng y el entramado de encaje azul bajo su piel. Suspiró al de mirar alternativamente a ambos cultivadores —tanto al que se mantenía sentado en la estrecha cama con más interés en la ventana entreabierta que en ninguno de los allí presentes como al que esperaba paciente e inquieto a un tiempo, apoyado de brazos cruzados en el marco de la puerta de la habitación—. Negó con la cabeza. Mientras el rostro de Lan XiChen se oscurecía, el de su compañero ex líder solo mostraba la más profunda de las resignaciones. Y quizá eso que sentía en el pecho al ver a Jiang WanYin aceptar la derrota con semejante facilidad fuese rabia, pura e inusitada. Feroz como él rara vez era. Falta de toda gentileza, sustituida por el desengaño más agudo y punzante. Quizá por eso su tono de voz saliese duro al preguntar, empujado hacia el borde. Tan frío como el de su hermano. Tan gélido que el propio maestro del Muelle del Loto le contempló con una ceja alzada en gesto de sorpresa.

-¿Y bien?

-Bueno, va como nos temíamos. -Contestó Madam Bo, que no pareció siquiera notar la rabia de Lan XiChen. O, si lo hizo, no le dio la debida importancia a su pataleta. En su lugar, se dirigió a su silencioso paciente-. Las trasfusiones de energía espiritual y las sesiones de meditación están haciendo algo, sí, pero tu núcleo sigue roto, muchacho. La reparación de los pedazos avanza despacio, aunque avanza. No creas que todo está perdido.

Un asentimiento, lento y un tanto ausente, como si no le importara. Lan Huan apretó la mandíbula hasta que unos dientes amenazaron con querer quebrar a otros, frustrado. Quería salvarle. Quería ayudarle. Así que... ¿por qué parecía que Jiang Cheng no quería ser ayudado?

-¿Qué podemos hacer para acelerarlo?

Jiang WanYin clavó esos ojos azules, esos ojos que eran como ríos de estrellas, que cada día le volvían más loco, en los suyos propios. No había abierto la boca todavía en todo lo que llevaban de revisión, salvo para contestar al par de preguntas de Madam Bo sobre cómo se encontraba hoy o si había sufrido algún ataque reciente. Ni ganas tenía, al menos de momento. Tan impotente como se sentía, estaba seguro de que si abría la boca sería solo para maldecir, para desatar una tormenta todavía peor que la ocasionada por la ira de Lan Huan, y no le apetecía. Demasiado cansado, se sentía tan agotado... No le quedaban fuerzas para la ira aquel día, ni los venideros. Mientras esperaban una respuesta de la alquimista, a la expectación de su mirada solo recibió como respuesta el ceño fruncido del antiguo primer jade.

¿Por qué no dices nada, WanYin? ¿Por qué parece que te has rendido?

Porque no puedo soportarlo.

-De momento, no mucho. Es un proceso lento, niños.

-Han pasado dos semanas y no hay apenas ningún cambio...

-Ya, pero mientras en el núcleo sigan quedando rastros de energía resentida, toda la espiritual que transmitas se dedicará a contenerla y eliminarla. A purgarla; la purificación lleva su tiempo. -Negando con la cabeza como una madre que habla con su primogénito caprichoso, se dirigió de nuevo a Jiang Cheng-. De momento, las transfusiones evitan que se expanda por tus meridianos y ayuda a limpiar tus caminos espirituales. Y eso es bueno, porque si no lo estuviera haciendo, en cuanto sobrepasase un límite entrarías en desviación de qi y morirías. Pero la limpieza tiene su propio ritmo y no podemos acelerarlo. Lo siento, niño.

-Está bien. -Acabó por pronunciar Jiang WanYin, en tono neutro y bajo. Todavía tenía la voz un poco ronca, culpa de todas esas veces que se despertaba gritando o jadeando por las pesadillas-. Ya estás... estáis, los dos, haciendo más que suficiente.

-Pero, WanYin...

-Está bien. -Declaró, con más firmeza esta vez-. De hecho, mis heridas están casi curadas, así que no tardaré en proseguir mi camino.

Shuoyue [XiCheng]Место, где живут истории. Откройте их для себя