Capítulo 5: Presos de nosotros mismos

3.3K 529 382
                                    

-¿Cómo que su núcleo está roto? ¿Acaso eso es posible?

Lan XiChen no fue consciente, no al menos al principio, pero apretaba la mano de Jiang WanYin que había alcanzado a sostener entre las suyas antes de que Madam Bo hablase. Helada al tacto, lo sintió como un ancla a la que aferrarse, un ancla que se zarandeaba de un lado a otro por su culpa. A no demasiada distancia, entre la cama y el marco de la puerta, la alquimista los contempló con una mirada compasiva. 

-Mucho me temo que sí, es posible. Compruébalo tú mismo si no me crees.

Ya solo de por sí su suspiro hastiado era una buena muestra de honestidad, porque Lan XiChen no creía que nadie fuese capaz de mentir con una expresión tan compasiva. Y, aún así, era un experto en dejarse engañar bajo palabrería amable, así que necesitó comprobarlo. Madam Bo odiaba dar noticias como aquella, pero en esas ocasiones era inevitable. Aun así, aunque supiese solo con mirarla a los ojos que no mentía, Lan Huan no quería aceptarlo. No podía aceptarlo. No podía ser real. Ya no solo por las implicaciones de un núcleo roto, las cuales ni conocía ni quería conocer. Temblando de pies a cabeza, el que en su día fue el primer jade de Gusu Lan tragó saliva y le dio la vuelta a la delgada muñeca que sostenía entre sus dedos. La piel, gélida al tacto, le hizo estremecerse. Bajo aquella blanca carne, un entramado de venas azules se dibujaba como un bordado retorcido y complicado, curioso remanente de aquellas ocasiones en las que se habían tornado negras. Lan XiChen apoyó dos dedos sobre su muñeca, buscándole el pulso. Encontrarlo fue un triste consuelo, momentáneo. Cuando notó la energía espiritual circular errática por sus meridianos, ir y venir entre punto y punto sin llegar nunca a un núcleo que no respondía, se dio cuenta de que Madam Bo estaba en lo cierto. Y se odió por ello.

Se odió, porque además de la energía resentida, una hebra de su energía espiritual se había quedado enredada entre los fragmentos dorados. Un rastro de Shuoyue, un hilo de plata azulada. Al instante, sintió náuseas.

Miró a Jiang WanYin conmocionado, odiando todo lo que veía. Su rostro pálido, casi pacífico, como si no hubiera nada mal en su cuerpo, como si descansara. Las vendas de su pecho, las que cubrían las cicatrices y las heridas recién cosidas. Los sueños, los sueños que tenían que pertenecerle. 

Quería vomitar.

Y, de pronto, había una palma cálida abarcando su hombro. No muy grande, pero fuerte, asertiva. Había una respiración calmada, constante, asegurándole que no se había cobrado una nueva víctima, que fuese cuál fuese el daño, podría pagar por ello. Había un par de ojos grises enfrentándolo con compasiva severidad y otra mano apoyada en su pecho, calmando su propio flujo de energía que amenazaba con descontrolarse. Había aire llegándole de nuevo a los pulmones y había saliva ayudándole a deshacer el sabor de la bilis.

-Muchacho, sea lo que sea lo que estabas pensando, para. No te hace bien. -Le ordenó la herborista, separándose un segundo después. Lan Huan se obligó a sí mismo a asentir mientras, inconsciente de la mayoría de sus acciones. Como si se encontrara en otro lugar, en otro cuerpo. En otro mundo. Su pulgar dibujaba círculos en los nudillos de Jiang Cheng.

-¿Sobrevivirá?

Sí, su propia voz pronunciaba aquellas palabras en tono quedo, pero no estaba seguro de haberlas pronunciado. No lo estuvo hasta que Madam Bo le dio la respuesta, devolviéndole poco a poco a la realidad.

-Eso depende de él, me temo, pero yo diría que sí. Es fuerte, pero está perdido. Los dos lo estáis. 

-¿Y su núcleo?

-¿Qué pasa con su núcleo?

-¿No puedes hacer nada para curarlo?

Madam Bo suspiró, como si hubiese estado esperando esa pregunta y al mismo tiempo deseando que no llegase nunca. No demasiado complacida, negó con la cabeza.

Shuoyue [XiCheng]Where stories live. Discover now