XVIII

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– ¿Vas a pagar? —preguntó una joven de cabello rosa.

Tempel salió del trance en el que se encontraba y la miró desconcertado.

– Ah, sí. No, sigue tú... —le cedió el turno mientras esperaba a Efel, quien había ido en busca de su tinte de cabello, pero comenzaba a tardar.

Por alguna extraña razón, su corazón se sentía inquieto, pesado y algo aquejado. De repente, sintió una puntada en el pecho, como si un alfiler lo pinchase. Se quejó en voz alta.

– ¿Estás bien? —la misma de antes pelirrosa se dirigió a él.

– Sí, sí —contestó sobándose el pecho levemente.

Mientras tanto, a unos cuantos metros de ahí un muchacho delgado de agudos ojos oscuros se enfrentaba a una amenaza del pasado.

– Puedo decir lo mismo de ti —escupió.

– ¿Qué dijiste?

– ¿Quién se preocupa por ti, eh? Dime —pronunció acercándose peligrosamente a su progenitor— Ofelia no quiere saber nada de ti. ¿Cuándo fue la última vez que te dejó ver a su hijo? Exacto. Nunca. Porque a nadie le interesa que formes parte de su vida.

– No metas a mi hija. —lo interrumpió, con la doble intención de dejarle claro que no lo reconocía como su hijo.

Efel lo miró a los ojos, que eran como los suyos y continuó, ignorándolo, porque repentinamente ya no le dolían las palabras de aquel adulto. Sabía que no estaba solo, sentía cálido el pecho.

– Mira, si vas a venir a tirarme mierda porque no te gusta como me veo o lo que hago, puedes meterte todos tus insultos por el culo, me importa tres hectáreas de...—se interrumpió para respirar, sentía que el nudo en su garganta se hacía menos denso, y lo que creyó que serían lágrimas jamás llegaron a recorrer sus mejillas— No necesito que la basura como tú me diga que hacer con mi vida, no seré yo el muera triste y solo.

El mayor abrió la boca para responder, la cerró, volvió a abrirla y aunque balbuceó un par de cosas, no pudo construir ninguna oración coherente. Y entonces hizo lo que las personas impulsivas hacen cuando se quedan sin argumentos o cuando se sienten ofendidas porque en el fondo saben que están equivocadas. Levantó su puño y lo lanzó hacia el rostro de Efel.

El sonido fue hueco, las personas de alrededor callaron de repente y voltearon a verlos. En el suelo, yacía un joven cubriéndose la nariz con una mano, al quitarla dejó un leve rastro de sangre. Su padre respiraba pesadamente y miraba a todos lados asustado, como si buscase algún guardia de seguridad, al no encontrar ninguno comenzó a escabullirse entre la gente, dejando su carrito atrás.

Efel lo observó y le causó algo de gracia.

– Disculpa... —un muchacho de al menos quince años lo ayudó a incorporarse — Aquí tienes.

Le entregó un pañito húmedo, el pianista le agradeció mientras se limpiaba la cara y sonreía.

– ¿Lo conocías? —le preguntó el joven.

– Para nada.

– ¿Y dejaste que te golpeara? —parecía indignado.

Efel se encogió de hombros. Le dije la verdad, pensó, la verdad le dolió más de lo que a mí me dolió ese golpe. ¿Qué habría hecho Tempel?

Recordó el tinte que había ido a buscar, se despidió del chico y tras apurarse lo más que pudo regresó junto al cometa.

– ¡Por Dios! —exclamó.

– Lo siento, no lo encontraba.

– Pensé que habías ido a fabricarlo, le cedí el turno a medio supermercado. Rápido, rápido, Sophie es más impaciente de lo que parece.

El pianista asintió y comenzó a ayudarlo a colocar los productos en la caja.

Al salir, ambos cargando pesadas bolsas a sus costados, se pararon a esperar el autobús. Un auto azul oscuro pasó frente a ellos, su conductor miró a Efel con desdén antes de desviar la mirada al retrovisor. Efel pasó una de las bolsas a su otra mano para dejar la izquierda libre, la levantó mostrándole el dedo del medio a aquel conductor que se alejaba cada vez más rápido.

– Oye, oye —reprochó Tempel— ¿Qué haces?

No respondió, su sonrisa se hizo más amplia y volteó a verlo, aún con su dedo erguido.

– Estoy relacionándome con otros. ¿No es lo que querías? —rió.

– Ay, por qué arruinas todo lo que digo.

– ¿No te gusta?

Lo bajó. Y Tempel soltó una risa discreta, algo en su corazón se sentía diferente.

Si bien era consciente de la creencia popular en la que las personas se aburrían de otras cuánto más tiempo pasaban juntas, él sentía que no existía mayor incoherencia. ¿Cómo podría hastiarse de un ser humano como Efel? Si cambiaba constantemente para superar su pasado, si frente a él evolucionaba de manera irreversible.

El humano que él había conocido hace más de un año y medio, parecía ser una persona completamente diferente. Los recuerdos que había visto en sus ojos eran cada vez menos dolorosos y la gélida capa punzante que rodeaba su corazón había desaparecido.

El tiempo no tenía mucho que ver en la cuestión. Se seguía preguntando como a veces bastaba un minuto para conocer a alguien y décadas para ser extraños. Nada estaba garantizado. Sin embargo, inexplicablemente, Tempel sabía que el joven de pie frente él había cambiado su existencia.

Tal vez por que para Efel, Tempel había cambiado la suya.

Se demostraron que una palabra podía extinguir una estrella y en el autobús, Efel apoyó su cabeza en el hombro de un cometa.

– Lo sentimos.

– Chicos, sólo son dos minutos pasadas las siete —respondió extrañada la pelirroja— Pasen.

La chica tenía los ojos bastante irritados y la voz algo temblorosa.

– Para ser honesta... Te esperaba más tarde Tempel —bromeó forzadamente.

El cometa configuró un gesto consternado en su rostro, el comentario le pareció gracioso, pero la forma en la que lo había dicho y como se dio vuelta para limpiarse un poco los ojos, le hicieron percatarse de que algo no iba bien.

– Sophie.

Llamó.

– ¿Sí? —la fémina se dirigió a él nerviosa.

– ¿Pasó algo?

Ella negó repetidas veces con la cabeza y las manos. Mirando a Efel en ocasiones, como buscando que cambiase el tema.

– Está bien, Soph —se acercó a ella y le tomó las manos— Puedes confiar en mí.

Y la chica comenzó a llorar nuevamente, Efel no sabía que hacer y algo incómodo fue a servir un vaso de agua a la cocina, a la vez que buscaba algunos pañuelos desechables.

– Tengo miedo...

























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"Y se que tu corazón alguna vez fue cómo el mío,
mira los defectos esparcirse.
Y arrojaré mi amor a la tierra,
y te arrancaré."
From Gold. Novo Amor.
























hola. te. deseo. una. bonita. vida.
nos leemos pronto :)

TempelWhere stories live. Discover now