Capítulo catorce.

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 ―Vale.

―Era tu hermana ―le contó, alternando la vista entre ella y la carretera. El sonido del móvil, le avisó que el mensaje había llegado. Lo miró por encima, y dio rumbo.

―Gise, Gise ―canturreó, a medio dormir.

Carlos suspiró, y apenas llegó al apartamento de la menor de las hermanas Moreno se aseguró que no anduviera ningún paparazzi, ni reporteros asechando. Se bajó del auto, y ayudó a Virginia a bajarse.

―Esta no es mi casa ―habló, yéndose de un lado―. Vámonos...

―Haz silencio. Creo que tu hermana, está salvando tu pellejo ―adivinó.

Gisela los estaba esperando en la parte trasera del estacionamiento, abrió la reja para el paso de personas y los dejó entrar. Llevaba un chongo mal hecho, sus lentes para lectura, una sudadera, un pantalón de chándal y unas chanclas con calcetines.

―Gracias, Carlos, que pena contigo ―lamentó, tomando a su hermana por un brazo―. Ten buenas noches, te lo compensaré luego.

―Ella está tan ebria, y no tienes de que preocuparte, no diré nada.

―Lo sé. Confío en ti. Adiós, maneja con cuidado.

Cada quien tomó su rumbo, y apenas llegaron al apartamento. Gisela se desprendió de la morena, dejándola en un estado de embriaguez muy vergonzoso. 

―Hermanita... ―vociferó.

―Cállate, Virginia. Augusto está preocupado por ti, ¿por qué bebiste así? ―escupió, cruzando los brazos frente a ella.

―Fueron dos copitas nada más, te lo juro. ―La actriz, cerraba los ojos y los volvía a abrir, luchando por mantenerse despierta.

―Mira, tú y yo hablaremos más tarde. Ni siquiera puedes moverte.

Y se encerró en su habitación, sin importarle haberla dejado así en su sofá. Le dolía tener esa actitud con ella, pero más le afectaba el hecho de que no le creyó antes.

Al día siguiente, la luz solar se colaba por las ventanas de aquel pulcro apartamento, ocasionando que una desaliñada Virginia se tapara la cara con la palma de sus manos.

―Ay, no puede ser ―masticó, incorporándose en el sofá. Tenía un dolor de columna insoportable, su cabeza estallaría y los ojos le ardían.

Le llegaron los recuerdos de la noche anterior, su atrevimiento con Carlos y el cómo le propuso una escapada de aquella fiesta. Afortunadamente, él se portó como un caballero y no pasó nada más allá del límite.

Ya hubieras querido, mijita.

Le habló su conciencia.

― ¡Augusto! ―exclamó, y de su bolsa que yacía en la mesita de vidrio, sacó el teléfono y le marcó. Sus manos, permanecieron sosteniendo su cabeza, porque sentía que se le caería en cualquier segundo.

La enviaba directo a buzón. De una u otra forma lo agradeció, porque no quería platicar con su esposo todavía.

Se zafó los tacones, dejándolos arrimados al pie del sofá, caminó a la que fue su recamara y estando allí, se liberó del vestido, su ropa interior y se metió bajo la ducha; calmando un poco la puntada en su cabeza.

Gisela salió de su alcoba, por el ruido del agua caer en la habitación de al lado. Aseguró que la morena, ya estaba activa otra vez. Se acicaló, y caminó a la cocina, a fin de prepararse el desayuno.

Luego que Virginia se vistiera, y apareciera por el umbral conectaron sus parecidas miradas.

―Buenos días ―pronunció, aun con los dedos masajeándose la sien.

H I D D E N ©✔Where stories live. Discover now