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La carta a los Joestar fue mi salvación y mi oportunidad de demostrar que mi potencial era mucho mayor, que no era un simple muchacho desgraciado. Pondría en práctica los buenos modales que mi madre me inculcó, la buena educación que recibí de su parte y la inteligencia innata que siempre poseí.

Cuando apenas llegué a la casa Joestar, el sentimiento de asco me invadió: Era la familia perfecta con la vida resuelta, demasiado para un tipo como Jonathan, un muchacho idiota lleno de esperanzas, sin corromper en lo más mínimo. Él no iba a servir para llevar la fortuna Joestar, así que decidí hacerme cargo a como diera lugar.

Jonathan era un ser bondadoso, amable, lleno de energía y un caballero en toda la extensión de la palabra, luchaba por los más débiles y siempre ponía la otra mejilla. El típico chico bueno de los cuentos de hadas; mi madre de seguro se hubiera enorgullecido de tener un hijo como él. Repugnante.

El señor Joestar me aceptó como otro hijo, me trató mejor de lo que esperé... Puedo asegurar que él fue mejor padre que mi progenitor, a pesar de tener la misma actitud tonta de mi madre.

Recuerdo que Jojo me recibió curioso, contento, con su estúpido perro rondando por el carruaje. Se presentó amable, dándome coraje el hecho de ser así. Sin conocer a Jojo, creí que su amabilidad era fingida, nadie me había tratado así a excepción de mi madre, pero en forma de querer evitar los malos tratos de alguien más, dejé muy en claro que no aceptaría nada suyo si no era la herencia Joestar.

Pateé a su mascota sin remordimiento, odiaba a los perros por ser tan sumisos a los humanos. Por ese golpe, declaré mi guerra contra Jojo, una guerra unilateral donde sólo yo lanzaba misiles y el otro los recibía.

No me tenté el corazón en ningún momento, quería romper a Jojo de la forma en que un niño podía hacerlo: le quité sus amigos, me gané el cariño de su padre y hacía que este lo regañara en cada ocasión, traté de superarlo en cualquier sentido para que lo compararan conmigo y se sintiera basura.

El sentimiento de superioridad me embriagó y con buena razón: Para George siempre fui el hijo perfecto, mientras que con Jojo un hermanastro tirano. Amaba el contraste de las situaciones, a pesar de darme asco por fingir durante años algo que jamás sería: un caballero.

Diario de DIOWhere stories live. Discover now