IV

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El plano a medio terminar guardado entre el resto de sus papeles lo despertó; el sol colándose por su ventana le dio la bienvenida y el aroma a comida recién hecha le hizo sonreír

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El plano a medio terminar guardado entre el resto de sus papeles lo despertó; el sol colándose por su ventana le dio la bienvenida y el aroma a comida recién hecha le hizo sonreír. En la casa Jeon se trabajaba todo el día.

Destensándose el cuello salió de su habitación, dejándose guiar por el delicioso rastro de olor hasta que sus pies pisaron la vieja madera de la sala y a unos metros, en la cocina, su madre siendo la viva imagen de ama de casa perfecta le oprimió el pecho. La previa conversación con Jimin aún fresca en sus oídos.

Pero su cabeza no concebía la idea de que aquel fuese su futuro. No se imaginaba a la preciosa casi rubia de los Lee ni a ninguna otra mujer cocinando para él por el resto de sus días hasta que le diera hijos a los cuales atender igualmente.

Con todo respeto a su progenitora, Jungkook no encontraba motivadora la idea de conseguirse una mujer a la cual encadenar entre cuatro paredes y atar con bebés.

—Buenos días cielo, ya casi termino —la lacia pelinegra lo miró con amor y brillo en los ojos.

Jungkook perdió el apetito.

Se acercó hasta ella, abrazándola por la espalda con el corazón latiéndole culposo, responsable de su plenitud y su miseria, porque si bien veía la alegría en su mirada aún recuerda el talento de unas manos que quedaron reprimidas en un mundo de hombres con ollas en lugar de pinceles.

La mujer ríe contenta con la demostración de afecto que su hijo disfraza de amor, pues en cada segundo que permanece aferrado a ella se disculpa. Con la mujer que fue, que pudo ser y no es; con la mujer que ahora sostiene en brazos.

—¿Amaneciste cariñoso? —bromea ajena a la cruel realidad que destroza a su hijo—. Toma asiento, ya te sirvo.

Y mientras la mujer sirve los alimentos que con tanto esmero ha preparado, Jeon Jungkook se promete jamás encadenar a nadie de aquella manera.

No con una cárcel disfrazada de hogar.

...

—¿Qué te está carcomiendo tanto la cabeza como para no regresarle la sonrisa a las jovencitas que pasaron a tu lado? —por supuesto que él iba a notarlo, pues a diferencia de su madre Namjoon a parte de carpintero, comerciante, marinero y capitán era también experto en leer a la gente.

—Pensaba que quizá aún no es demasiado tarde para volverme costurero —molestó, aprovechando la ironía de todas las horas que llevaban trabajando.

—No sabía tu talento nato como bufón hijo, cuéntame otro chiste —medio bromeó, medio amenazó. Así fueran unos segundos Jungkook apreciaba el desvío de la conversación—. Hablo en serio.

—Yo también, hace años que no toco aguja, hilo o estambre —el cuerpo entero se le puso rígido cuando su padre finalmente lo miró. No era del todo mentira mas con el chocolate amargo en los ojos de su progenitor fulminándolo no supo si decir aquello fue valiente o increíblemente estúpido.

—Y los que te faltan, hay mucho trabajo por hacer —se apresuró a aclarar—. No quieres decirme, está bien. Sólo no seas descortés con las muchachas.

Tuvo que tragarse explicaciones, no deseando un sermón cuando la cabeza le dolía por la prolongada exposición al sol.

—Entendido —obedeció la orden que implícitamente se le dio, tan acostumbrado a ello que su atención regresó a la madera a medio pintar sin inmutarse.

Todo hubiese terminado ahí, oh si el Jeon menor hubiese querido que el tema muriese ahí, pero Jeon Namjoon a veces era terco como una mula y no perdía oportunidad para recordarle sus obligaciones.

—Cuando era joven y trabajaba con mi abuelo en su carpintería había una muchachita que vendía comida —narró empapando de pintura el barco—, iba todos los días pero nunca la veía porque siempre estaba ocupado tallando y tratando de hacer un trabajo impecable; hasta que un día ella se acercó a ofrecerme comida. Era la mujer más hermosa que había visto a mis cortos dieciséis años, ella tenía quince, y nunca antes quise trabajar tan duro como cuando vino hasta mí con su canasta casi repleta de alimentos que probablemente se había desvelado preparando.

Namjoon soltó una risa de auténtica alegría por rememorar aquel encuentro que le cambió la vida.

—Estaba apenado de no llevar nada de dinero conmigo para comprarle y más avergonzado me sentí cuando tras finalizar mi turno encontré un paquete de comida encima de mis pertenencias. Por supuesto que llegando a casa le pedí dinero prestado a mi padre para pagarle, y ella no dejó de ir ni un solo día hasta que trabajé tan duro que le compré la canasta entera —los ojos le brillaron cual enamorado y el pecho se le infló en orgullo—. Y al año siguiente nos casamos y tuvimos a tu preciosa hermana, lo que intento decir con todo esto es que no te pierdas demasiado en tu cabeza, la mujer de tus sueños puede estar parada frente a ti y por mantener las narices en el trabajo no la ves.

Esa era la cuestión, Jungkook no pensaba existiese alguien a quien nunca había soñado o anhelado. No respondió, quedándose con el sabor agridulce del aire que entre burlas, le susurraba el tiempo se le agotaba.

⚓️

Ya quiero que Tae aparezca chAu 🧘‍♀️

Melodías de Altamar » KookTaeWhere stories live. Discover now