Capítulo 22

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Me meto bajo el agua de la regadera, necesito un largo y relajante baño ya que no pude dormir bien en toda la noche

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Me meto bajo el agua de la regadera, necesito un largo y relajante baño ya que no pude dormir bien en toda la noche. Lamentablemente, me ducho rápido ya que no quiero gastar toda el agua caliente.

Me visto rápido y me dirijo a la cocina para ver como se encuentra Levi, que con el paso de las horas, los hematomas se han ido expandiendo.

Lo encuentro de espalda preparando el desayuno.

—No hace falta que tú lo prepares, Levi —llamo su atención—. Tendrías que estar sentado, estás muy débil.

—Estoy bien, no te preocupes. —Camina hasta la mesa depositando el desayuno en ella.

—Levi, no me engañas. —Tomo asiento—. Escuché como te quejabas mientas dormías.

—No quiero que te preocupes por mí, en unos días estaré bien. —Sonríe—. Solo fueron un par de golpes, nada que no aguante.

—Casi te matan —le recuerdo, seria.

—Pero no pasó.

Los minutos del desayuno pasan rápido y en silencio, que como siempre, decido romper:

—Levi —vacilo.

—Dime.

—¿Qué haremos con los cuerpos? —digo despacio—. Porque no los podemos dejar ahí fuera.

—No te preocupes, yo me encargo.

—Quiero ayudar, no estarían aquí si no fuera por mí. —Lo miro aún seria.

Y el resto del día se basa en mover los cuerpos lo más lejos de la cabaña, y cavar dos profundas tumbas. Sí, lo sé. Suena horrible, pero peor habría sido no hacer nada con ellos y dejar que se descompusieran en el patio.

La noche cae conmigo sentada en una de las sillas, mirando a través de la ventana, para ser más específica: ese punto del bosque por el que fuimos y volvimos en el día de hoy. Imágenes de todo lo que he vivido hasta el momento pasan por mi mente. Es todo tan extraño… y confuso.

Odio esto.

Un largo suspiro sale de mí, mientras llevo la mirada al cielo nocturno. Siempre me ha gustado más la noche que el día.

El cuerpo aún me duele por los golpes del día anterior, por el rabillo del ojo detecto movimiento. Me gustaría tener esa fortaleza que tiene Levi, que de los dos, fue el que más golpes se llevó. Hoy me sorprendió, caminó, trabajó, ¡se movió como si no le hubiesen dado la paliza de su vida!

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