Capítulo 21

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Retiro la espada poco a poco, mientras mi corazón se dispara al momento de darme cuenta de que le he arrebatado la vida a alguien

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Retiro la espada poco a poco, mientras mi corazón se dispara al momento de darme cuenta de que le he arrebatado la vida a alguien.

Noto que la hoja dejó el cuerpo y suelto la empuñadura. Esto no puede estar pasando. No.

Levanto el rostro, buscando esos ojos castaños que encuentro al instante.

—Lo… —Los ojos se me cristalizan—. Levi, lo maté.

Rompo en llanto. Él, con dificultad por los golpes, se acerca a mí y me abraza.

—Tranquila —susurra en mi oído, mientras acaricia mi espalda.

Los sollozos no cesan, el cuerpo comienza a temblarme. Levi al notarlo me estrecha más contra su cuerpo.

—Tranquila, Akilah. Lo has hecho para salvarme la vida.

Salvar su vida.

Tiene razón, ese hombre iba a matarlo. ¡Lo iba a matar!

Poco a poco los sollozos van disminuyendo, pero las lágrimas siguen saliendo. Levi me ayuda a entrar a la cabaña, aunque mejor dicho, yo lo ayudo a él ya que por los golpes en su cuerpo lo hacen gemir de dolor. Entramos a la cabaña, nadie dice nada. ¿Qué se puede decir en un momento así?

—Será mejor que te sientes.

Levi, con dificultad, camina hasta la silla. Arriba de la mesa aún se encuentran los restos del desayuno.
Me apresuro en buscar un recipiente con agua, y toallas. Él desborda sangre por donde lo mires. Vuelvo a su lado y con delicadeza le tomo el rostro, inspeccionando las heridas.

—Te curaré ¿sí? —Tomo un trozo de toalla, lo mojo y prosigo a limpiar la sangre de su rostro.

Levi al sentir el contacto del objeto húmedo contra su rostro lastimado, se contrae de dolor. Me disculpo al instante.

—Está bien. —Trata de ser fuerte.

Sigo limpiando hasta que dejan de sangrar. Cada vez que inhala oxígeno trata de ocultar el dolor que siente en la zona de las costillas, producto de las fuertes patadas y codazos.

Con cuidado le quito el abrigo, para hacer lo mismo con su remera. Los hematomas cada vez van siendo más visibles, tornándose de un tono violeta. Con mis dedos toco la zona y noto el gran dolor que le produce a Levi la acción.

—Lo siento. —Retiro la mano.

—No importa, estoy bien —dice en un susurro antes de acomodarse mejor en su asiento—. ¿Tú cómo estás?

—Estoy bien… estoy bien —repito para creérmelo.

—¿Podrías traerme un poco de agua, por favor? —pide casi en un susurro.

Si no fuera porque estoy a su lado, no lo habría escuchado.

Me apresuro en buscar un vaso, lo lleno con agua fresca y se lo entrego. La simple acción de levantar un brazo le duele, lo sé. Lo puedo notar en esos pequeños gestos que trata de ocultar. No lo pienso dos veces, vuelvo a tomar el vaso con mis manos y lo llevo a sus labios.

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