Capítulo 17

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El agua caliente cae sobre mi espalda, relajándome

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El agua caliente cae sobre mi espalda, relajándome. Trato de no estar mucho tiempo en la ducha para no acabarme el agua caliente.

Saco prendas de mi mochila, me visito rápido y salgo del baño. El olor a comida causa que me gruña el estómago.

Levi se acerca a la mesa de madera con dos sillas que hay en el medio de la pequeña sala, y deja una taza humeante acompañado de tres rodajas de pan.

—Supuse que estaría hambrienta así que calenté leche. —Gira y prepara otra para él.

Procede a tomar asiento y decido imitarlo. Tomo la taza con ambas manos disfrutando de su calor que es absorbido por mi cuerpo. La acerco a mis labios y sorbo un poco. Deliciosa.

Llevo un trozo de pan a mi boca y lo devoro. Mientras mastico miro a una ventana. Afuera ya es de mañana, pero las oscuras nubes impiden que los rayos del sol caigan con claridad. Y a pesar de que la cabaña se llueve por todos lados, me alegro de estar en ella.

Vuelvo mis ojos a Levi y noto que le da pequeños sorbos al líquido en su taza, como queriendo que nunca se termine. Y en ese momento me doy cuenta de que no la acompaña con nada. Inspecciono disimuladamente el lugar que ocupa en la mesa en busca de migas, pero nada.

Despacio recorro la mirada por la estancia buscando algo, una señal que me diga que ya comió, pero lo único que veo es una gastada bolsa de tela, ahora vacía donde guardaba el último trozo de pan que tenía para alimentarse.

El último trozo y me lo dio a mí.

A pesar de haberme dicho que no comía hace días… decidió darme eso último que tenía a mí.

—¿Sucede algo, señorita? —habla preocupado—. Es que de repente dejó de comer.

Lo miro, y tiene razón. Aún tengo un trozo de pan en mi boca y la taza a medio camino.
Asiento un par de veces mientras trago.

—¿Tú no comes? —Levanto una rodaja y la agito solo un poco.

—Aliméntese usted. —Es lo único que dice.

—Puedo compartir.

—No lo dudo. —Sonríe de lado—. Pero insisto.

Ignorando su comentario dejo delante de él las dos rodajas que aún no he tocado.

—Y yo insisto en que puedo compartir.

Me mira, me mira, me mira… Y sonríe.

Y juraría que es la mejor sonrisa que he visto en mi jodida vida.

—Está bien. —Toma un trozo—. Gracias.

Exhalo lentamente mientras asiento, ya que no puedo encontrar mi voz luego de verlo sonreír.

La mañana pasa rápido, acompañada de un gran sueño por mi parte.

Mantengo la distancia con Levi, que se ha pasado toda la mañana caminado de un lado hacia el otro limpiando y cocinando los conejos que logró cazar en la noche.

No tengo ganas de hablar y él lo respeta por lo que se lo agradezco silenciosamente.

Observo desde mi lugar —lugar que no dejé después de desayunar— como toma un abrigo y sale de la cabaña. ¿Dónde va? ¿Qué hará? ¿Tardará mucho? No lo sé.

Espero un par de minutos mirando la puerta, no regresa. Aparto la mirada y recorro la cabaña detalladamente, tiene que haber algo que me diga sobre quien es Levi.

<<Aunque se lo podría preguntar>>

Aparto esa opción de mi cabeza, podría preguntarle datos sobre él. Pero qué tal si me miente. Mejor investigo por mi cuenta y luego le pregunto.

Me pongo de pie, recorriendo la habitación lentamente, no hay mucho que detallar. La puerta que da a la habitación me tienta, me invita a conocerla, a husmear. Poso la mano sobre el picaporte… Esto no está bien.

Él me abrió las puertas de su casa siendo una completa desconocida.

Vuelvo a mi lugar en la silla, poso los brazos en la mesa y recuesto la cabeza en ellos, usándolos como almohada.

Un fuerte trueno provoca que me siente erguida rápido y de golpe. Miro por una de las ventanas, llueve y ya es de noche. ¿Cuánto tiempo he dormido?

—¿Está bien? —pregunta Levi, mientras le hecha leña al fuego de la estufa—. Salí a buscar algo de leña, cuando regresé la encontré dormida y no la quise molestar. Se veía muy cansada.

—¿Qué hora es? —Bostezo.

—Faltan quince para las nueve. —Se gira y me mira—. ¿Tiene  hambre?

—No, no. Aún tengo sueño —admito con algo de vergüenza.

Él me mira divertido, para luego sonreír de lado.

—Acompáñeme. —Hace un gesto con la mano para que lo siga.

Camina hacia la puerta de su habitación y lo sigo dudosa. Entra y me señala la cama chica.

—Puede dormir en mi cama. Yo me acomodaré en la sala.

La habitación no está mejor que el resto de la cabaña, pero es acogedora. Hay algunas goteras en el techo, cerca de la ventana, que mojan el piso.

En una de las esquinas hay una cofre grande de madera del que Levi saca una cobija y un pequeño cojín.

—Si necesita algo no dude en llamarme, dormiré en la cocina. Que descanse.

Es lo único que dice antes de salir de la habitación y cerrar la puerta

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