Parte 6

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Luego de abandonar la habitación de Charles, cuando se hubo dormido profundamente, Logan caminó por la mansión hasta salir de ella. La noche había refrescado bastante, por lo que el frio se colaba por su abrigo, sin embargo, le pareció que calmaba sus ánimos.

Avanzó un poco por el jardín y tomó asiento en una de las bancas que en él había. Sentía que el peso del mundo se había instalado sobre su pecho, permitiendo que apenas pudiese conseguir oxígeno. Odiaba esa sensación de impotencia que le embargaba, el ver llorar a Charles de esa manera y no poder hacer nada al respecto. Esperaba que Lehnsherr entrara en razón.

Suspirando con pesadez, revisó su abrigo hasta dar con los habanos que en él guardaba. Se los había robado a Marko y el hombre parecía ni siquiera haberlos echado en falta. Eso, o era un cobarde que no se atrevía a enfrentar al personal de la casa. Encendiendo uno, dio una gran calada y observó el cielo plagado de estrellas, antes de permitir que el humo escapara de sus labios. Odiaba admitirlo, odiaba compartir la misma curiosidad que él, pero había un punto en el cual, Kurt Marko había dado en el clavo.

¿Cuáles eran los planes de Lehnsherr con respecto a Charles?

Tenía tanto miedo de desentrañar los motivos ocultos detrás de la fachada de ese hombre. Antes de trabajar en la mansión, Logan había sido marinero, trabajo que a la mayoría de betas les costaba conseguir, por las inclemencias de vivir un tiempo excesivo embarcado. Ese fue el motivo por el cual, la mayoría de sus compañeros eran alfas.

Podía decirse, entonces, que Logan conocía a los de esa casta, sabía cómo era su naturaleza y lo salvaje y despiadados que podían llegar a ser. Estando con ellos, había escuchado historias, demasiadas, de las perversiones que cometían contra algún omega desconocido, que encontraron caminando desprevenido por las calles, sin la compañía de alguien más. Había escuchado, también, sus deseos más profundos, cosas que anhelaban poder hacerle a algún omega, de tener la oportunidad... y las cosas que les hacían cuando estaban en celo, porque allí era cuando se encontraban más vulnerables. Iban desde introducir objetos extraños en sus cuerpos, atarlos, agredirlos e incluso, matarlos.

Y no solo eso, Logan también conocía a los omegas que se prostituían en el puerto. Algunos de los cuales, habían huido de la casa de sus maridos porque no soportaban las vejaciones a las que eran sometidos. Esos omegas, se habían marchado arriesgando sus propias vidas y a costa de ganarse el desprecio de su familia y la sociedad. Preferían el destino de rentar sus cuerpos, a esos marineros que les hacían cosas inimaginables, antes que a la vida que estaban llevando. Los habían elegido, por sobre los alfas con los que se habían casado.

Era, entonces, justificable la preocupación de Logan. El terror que le recorría cada vez que veía a Lehnsherr cerca de Charles y se preguntaba, que quería de él. ¿Qué pretendía? ¿Deseaba un omega que no podía tener hijos, para poder hacer lo que le placiera sin temor a embarazarlo? ¿Le resultaba beneficioso a sus propósitos, el que Charles no pudiese mover sus piernas, probablemente, para que no se pudiera defender de él?

Charles se encontraría tan indefenso, a merced de ese tipo, sin que él pudiera estar presente para protegerlo. Pertenecería a Lehnsherr, quien podría hacer lo que quisiera con su cuerpo y su alma, sin temor a que alguien se le opusiera.

Logan sintió un nudo en su garganta de solo pensarlo. El omega era frágil, era un niño... SU niño. Él lo había cuidado cuando estaba enfermo, lo había llevado a los parques a pasear y lo había protegido cada vez que lo discriminaron por su condición. Había limpiado sus lágrimas, cuando su madre lo ignoró. Lo había arrullado entre sus brazos y lo había hecho dormir. Había escuchado su risa, cada vez que aprendía algo nuevo. Charles tenía tanta vida, había tanta luz y tanta esperanza dentro de él... El solo pensar que Lehnsherr sería capaz de acabar con ello... Que lo mancillaría, que le haría cosas que ni siquiera quería imaginar...

Tirando el resto del habano que tenía, lo pisó con fuerza. ¡Más le valía a Erik Lehnsherr que sus intenciones fuesen buenas! Si algo le ocurría a Charles, si ese hombre dañaba, aunque sea uno solo de sus cabellos, ¡Lo mataría! Logan no tenía temor a ello, a matar a ese hombre por más que luego le valiese morir en la horca.

Suspirando, nuevamente, se puso de pie dispuesto a dirigirse a su habitación. Lo mejor era tener esperanza, creer que el destino de Charles estaba plagado de felicidad y que ya no habría más dolor.

El arte del cortejoWhere stories live. Discover now