Moonlight VII

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    No sé cómo en sus cabecitas pudieron creer que con encerrarme iban a detenerme, estaba cansada de escabullirme de mi habitación. Los dos niveles que me separaban del suelo nunca fueron un impedimento para mí. Creo que ya les había dicho que era una chica mala, esto no me hacía ni cosquillas.
   
    Tomé un baño rápido y me cambié de ropa, iría de vuelta a la mansión Anderson y si debía de quedarme allá para siempre y no volver con tal de cerrar el trato, lo haría. Me vestí lo más rápido posible y mi estómago rugía del hambre, ya comería en mi nuevo "hogar".
   
    Tomé algunas cosas a las cuales estaba algo apegada, mi móvil, el cargador, mi laptop, mis auriculares, mi iPad (Sí, o sea, nada relevante en sí, no soy del tipo de persona que conserva objetos para recordar. Creo que es porque tampoco me dejaron nada para que lo hiciera) Eché todo en un bolso, me coloqué mis zapatos de baile favoritos y salí por la ventana. Caminé por el alero hasta llegar cerca de un árbol por el cual siempre bajaba a la hora de escabullirme, tenía una soga y todo por allí. La saqué y me dejé caer hasta llegar al suelo. Las sombras de la noche me ayudaron para poder llegar hasta el garaje y tomar de vuelta mi motocicleta. No salí por el frente, me fui por la parte trasera sin ningún problema. Bueno, uno sí, un guardia me preguntó, debía de apresurarme por si llamaba a mis hermanos.
   
    Llegué a la mansión Anderson nuevamente solo unos minutos después y titubeé un poco antes de atreverme a entrar. Estaba horriblemente asustada, tenía miedo de lo que podía hacerme aquel hombre. Hablo en serio, la muerte no me daba miedo, pero él me aterrorizaba de una forma horriblemente indescriptible.
   
    Tomé una bocanada de aire y avancé hacia el interior, estuve al frente de la escalinata que me separaba de la entrada en segundos. Me desmonté de mi motocicleta y subí las escaleras, casi sentía como si mis pies no tocaran el piso de lo nerviosa que estaba. Toqué y no tardaron nada en abrirme, era lógico puesto que los guardias de la entrada me habían visto, de seguro que habían avisado.
   
    —Señorita Moon, adelante —dijo la ama de llaves y me llevó hasta en frente de una especie de oficina en el primer nivel. La puerta estaba entreabierta y podía escuchar perfectamente lo que decían dentro.
   
    —¡¿No puedes estar hablando en serio, Ryan?! —escuché y la voz parecía ser la de James.
   
    —Nunca he hablado más en serio —esa definitivamente era la de Ryan, sentí un escalofrío recorrer mi espina dorsal, me sentía sofocada de solo notar que estaba cerca.
   
    —Papá, no puedes hacer que se case con este.
   
    —No importa con quién se case, ella tiene un destino y si alguien más ha de tenerla, mejor que seamos nosotros.
   
    ¿Destino? ¿De qué estaban hablando?
   
    —Pues bien, entonces solo déjame a mí encargarme de ella. Yo me casaré con Westley y me aseguraré de que nadie más la tenga —insistió James y escuché que alguien reía. Reconocí esa risa perfectamente, sabía que era de él.
   
    —¿Tú? James, jamás podrás hacerlo —dijo riendo.
   
    —¿Y tú sí?
   
    —Por algo soy yo quien está a cargo de todo y no tú.
   
    —Solo eres un maldito bastardo con suerte, Ryan —musitó y parecía que las cosas se estaban calentando, no pensé que se llevaran mal.
   
    —Pero igual sigo siendo mejor que tú y la mejor opción para ella también.
   
    —Claro, lo dices como si te importara.
   
    —Porque no me importa es que me haré cargo, así no habrá nada que nos perjudique a largo plazo.
   
    —Hablas como si fuese un objeto, ella es una persona, Ryan.
   
    —Vaya, por lo visto tu encuentro con Moon fue bastante perjudicial para ti.
   
    —Lo que tu hermano dice es cierto, desde que te encontraste con ella estás solo pensando en eso. ¿Ya olvidaste que solo es un medio para lograr alcanzar nuestro cometido? —el que intervino fue el Clarence Anderson.
   
    No entendía nada de lo que estaban diciendo.
   
    —Puede que sea un medio, que no signifique nada, pero eso no quiere decir que la hagamos miserable —apeló James y de veras me sorprendía que me estuviera defendiendo de esa forma.
   
    —Te enamoraste de ella, ¿verdad, James? —aquella pregunta me congeló la sangre, por alguna razón sentía como si supiera de mi presencia.
   
    —No digas incoherencias, Ryan.
   
    —No es tan incoherente, James —dijo el Sr. Anderson—, podría suceder.
   
    —¡No estoy enamorado de ella! —repitió exaltado y oí a Ryan reír.
   
    —Claro que no lo admitirá, ella está detrás de la puerta oyéndolo todo.

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