MALA RUINA

El garito

July me dió un día libre por primera vez y decidí salir a explorar más la asquerosa ciudad, medio sobrio junto con mi guitarra.
La gente seguía produciendome la misma repugnancia de siempre, incluso más, ya que veía a muchos hombres cuyo cuerpo había empujado el mio en el cuartucho haciendo de padres de familia perfectos o trabajadores que nunca han roto un plato. Los detestaba, a todos.
Paseaba por las calles llenas de gente asquerosa, hasta que en medio de aquel gentío escuché una música que me encantó. Sonaba totalmente diferente a las canciones de los hippies y a lo que se oía en el bar. Seguí aquel sonido y varias manzanas después, en un callejón que parecía igual a todos los demás en aquella ciudad podrida, ví que la música se encontraba tras una puerta de metal llena de pintadas. Fuera, un par de tíos extravagantes gritaban cosas.
Me acerqué a preguntar si podía entrar para escuchar aquella música.
-Este no es sitio para un crío como tu- Dijo uno de ellos riendo. ¿Como yo? Pensé. Puede que fuera un crío, pero seguramente sería mas maduro que ellos. Se lo expliqué, cabreado y al ver s estos riéndose les escupí en sus botas militares y me senté justo al lado a aporrear mi guitarra como loco mientras gritaba:
- Que os jodan. No necesito vuestra música.- con todos mis pulmones.
Y me comenzaron a mirar diferente. Me invitaron a entrar. Pero yo, orgulloso como siempre, les dije que me lo pensaría.
-Tu veras niño, pero eres bueno. Llama a la puerta cuando te canses.- Dijo uno de ellos. Yo solo les escupí y se rieron.
-Menuda rabia lleva dentro ese niño no?- oí como le decía uno a otro mientras atravesaban la puerta.
Ni puta idea, pensé yo, ni puta idea tenían esos de lo que llevaba dentro.
Seguí rasgando mi guitarra con los únicos acordes de los que me acordaba. Cada vez con más fuerza. Mientras pensaba. Pensaba en no volver al bar, y no lo hice, pensaba en dejar atrás aquel antro morboso. Pensaba en todo. Seguía tocando, y me sangraban los dedos. Pero no pensaba parar.