Camino a la destrucción

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Pasaba los días hecho mierda, en un rincón del bar donde acostumbraba a llorar la camarera. Yo la compadecía tras mi botella de Whisky. Yo nunca lloré en ese tiempo. No demasiado, tal vez porque prefería no creerme aquello que estaba haciendo.
July me invitaba a comer y a cenar. Y a mucho alcohol.
Sobre las cinco de la tarde la cosa empezaba a... animarse. El bar se empezaba a llenar de hombres, con sed de olvidar. Tomaban copas, charlaban, esnifaban, y se drogaban de cualquier manera. A veces July les acompañaba, a veces yo o otras camareras.
El primer cliente siempre era a la misma hora pero nunca la misma persona. Y yo, puesto hasta las cejas, para sentir lo más mínimo en aquel festival del pervertido, dejaba que hicieran lo que quisieran conmigo.
A los meses de aquello, podría haber pasado por un muerto. Me sentía en la mierda pese a tener algo de dinero, dinero que invertí en mi primer pico. Había visto a mucha gente del bar hacerlo, y algunas me habían dado a probar. Sabía que era exactamente lo que necesitaba para no sentir.
Siempre lo recordaré. Con 13 años me acerqué a un callejón tras el bar, a un hombre el cual había visto hacer a menudo en el sofá del bar.
-¿No eres muy joven?-
Pff. Yo le recordé cuando estuvo conmigo en el cuartucho y todo lo que me hizo pese a ser tan joven como él decia. Y ahí lo tenía. Pasé así más tiempo, aficionado demasiado a las drogas. Tenia cada vez peor aspecto. Pero no paraba, no iba a pararme a pensar.
July estaba bastante contento conmigo, como para no estarlo. Con el dinero ganado gracias a sus negocios conmigo y otras chicas, le daba para pagarle sus vicios, las facturas y mil caprichos más.
Si no recuerdo mal, que seguramente lo hago, pasé un año allí. A veces me sentía como el hijo de July. Pero simplemente era un crio del que abusaba para ganar dinero. En fin, yo ahí necesitaba una figura paterna, supongo.

MALA RUINAWhere stories live. Discover now