—Sí, bueno, con algo de ayuda.

—Es una buena casa..., tiene buenos cimientos, buen aislamiento... Habrás cambiado la fontanería, supongo, y la eléctrica...

—Bueno, en alguna habitación...

—En estas casas viejas es mejor cambiarlas de una vez... porque si no lo haces ahora, luego te va a dar problemas siempre... —Y de pronto se puso a darle consejos. Esto era a lo que se dedicaba su padre, era constructor. De hecho, se había preguntado si ese afán por arreglar la casa no le vendría de él—. Los suelos, eso sí lo puedes salvar, una buena madera, con sanearla bien... Ya no se hacen suelos como estos... —Hacía mucho que había dejado de estar enfadado con su padre. El caso era que el enojo no se había sustituido por nada en concreto, simplemente había acabado por aceptar que las cosas eran así—. Si te parece, puedo echarle un vistazo...

Christian permaneció en silencio, miró hacia la entrada de la casa a su espalda y volvió a mirar al hombre que tenía enfrente, y no conseguía tomar una decisión.

—Eee..., no lo sé..., creo que... mejor no.

El hombre bajó la mirada.

—Claro, perdona..., no pasa nada... —Era una situación muy extraña, se sentía mal por no invitarlo a pasar a la casa, pero, al mismo tiempo, le parecía demasiada presunción que pensara que bastaba que se presentara para que dejaran atrás más de veinte años de abandono—. Pues bueno, fillo..., me voy marchando... Igual otro día...

—Sí, claro...

—Siento lo de tu madre.

Y por alguna razón, que mencionara a su madre despertó su cólera adormilada.

—¿Lo sientes?... ¿Qué parte es la que sientes? ¿Sientes que se haya muerto? ¿Sientes haberla dejado tirada con dos críos? ¿O sientes que estuviese enferma durante años?... ¿Qué es lo que sientes exactamente?

El hombre lo observó en silencio un instante con ojos lejanos.

—Perdona, hijo. No quería molestarte... Solo... me alegro de verte. —Y su padre se giró cabizbajo alejándose del lugar.

—Espera... —No sabía qué decirle, pero tenía que decir algo. Tal vez si se marchaba ahora no lo volviese a ver—. Puede que otro día.

El hombre se volvió para mirarlo con una sonrisa que revelaba su derrota.

—Sí..., otro día.


—¿Un día duro?

—Como siempre... Le he vendido el paquete completo a una pareja...

—Sí, ya te he visto.

—Les ha encantado, están deseando conocerte...

Él se acerca, ha dejado de lavarse los dientes, lo mira desde la puerta del baño...

—Sí, ya vi que estaban encantados contigo.

De golpe siente frío en el cuerpo. Reconoce esa mirada. Ya sabe que algo va mal, aunque no acierta a adivinar el qué.

—Solo les he enseñado las instalaciones, como hago siempre. —Ya se está justificando. No has hecho nada malo, se repite.

—Ya. Se oían tus risas de loca por todo el gimnasio.

—Estás exagerando.

—No queremos ser un gimnasio para gais, ¿recuerdas?

—¿Qué tendría de malo? —Él solo mira, aún en la puerta del baño. Está con su camiseta blanca y en calzoncillos, debería parecerle ridículo, que se haga el duro en esa facha, pero no se lo parece—. ¿Y qué esperabas que hiciera? ¿Que los echara? ¿Vas en serio?

—Por lo menos podías no ponerte a flirtear como una guarra delante de todo el mundo.

—Yo no he hecho eso. —Él se acerca dos pasos, solo dos pasos lentos hacia la cama, instintivamente se aleja un poco de él—. Solo hacía mi trabajo, no suele molestarte... Eran pareja, ¿en serio crees que intentaba ligarme a los dos? Eso es estúpido... —Deja de justificarte, se dice, no has hecho nada malo... Pero él solo lo mira.

—¿Por qué me haces esto, eh? ¿Quieres acabar con mi negocio? ¿Tan poco respeto tienes por mí?

—No te he hecho nada..., te lo estás imaginando.

En un movimiento rápido, él se acerca y lo agarra ahora con fuerza del brazo, le hace daño.

—No puedes dejar de comportarte como una puta, ¿verdad?

—¡Suéltame!

—¿Cuántas veces tengo que repetirlo?

—¡Suéltame, joder! —Aprieta demasiado, pero eso no le importa, son sus ojos, su mirada acusatoria clavándosele—. ¡No me toques! —le grita ahora con vehemencia.

Él lo suelta y se aleja lentamente, aunque sin dejar de mirarlo amenazante. E incluso en su pequeña victoria intuye que ya ha perdido.

Solo a un beso de tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora