Capítulo 1

2.2K 162 101
                                    

Cuentan los mitos y leyendas que hace muchos, muuuuchos años, mucho antes de que existiera la humanidad y el mundo como lo conocemos, el sol y la luna cuidaban de la Tierra y la vida que había en ella desde la distancia, protegiendo el presente y el futuro de un planeta prometedor.

Ambos se turnaban. Cuando el sol salía todo se iluminaba, los animales despertaban y la flora se regocijaba, y cuando él se iba aparecía la resplandeciente luna, como un farol en la oscuridad que cuidaba de los sueños de quienes descansaban bajo su manto.

El sol y la luna trabajaban juntos para mantener el delicado equilibrio del que dependían todas las criaturas, mas nunca se habían visto, puesto que en cuanto el sol salía la luna se escondía, y cuando el sol se despedía la luna aparecía. Sin embargo, ambos mantenían una poderosa conexión, siendo ambos una cara de la misma moneda, dos almas opuestas que se complementan la una a la otra, como las fuerzas del yin y el yang.

Ambos comprendían cuál era su posición y el rol que debían cumplir, que su deber era trabajar juntos, estando separados. Pero un día la lejanía fue demasiada para ellos. Deseaban conocerse y, sin planearlo, se encontraron.

Ese día desde la Tierra pudo observarse como el sol era lentamente ocultado por la luna a pleno día, dejando ver solo un halo de luz a su alrededor, oscureciendo temporalmente el día. Así ocurrió el primer eclipse del planeta, durando solo algunos minutos antes de que el sol y la luna tuvieran que despedirse nuevamente antes de atentar contra el frágil equilibrio que tanto se habían esforzado en mantener. Sin embargo, esos pocos minutos fueron suficientes para que se enamoraran y que sus almas añoraran cada vez más volver a estar juntas.

Desde entonces, aproximadamente cada 300 años, el sol y la luna se encontraban de nuevo en un eclipse solar, por solo unos minutos, y luego se separaban una vez más, para seguir cuidando de su planeta adorado.

Así pasó el tiempo, hasta que un día el ser humano apareció junto a las otras criaturas y el sol, maravillado por la singularidad de las personas, se dedicaba a observarlos durante su turno. Él veía como los humanos interactuaban entre ellos, como formaban diferentes tipos de lazos entre sí. De amor, de amistad, de odio, de fraternidad... Y vio también como todos y cada uno de ellos tenía un par que les complementaba, con quienes se asentaban y compartían su vida.

Entonces bajó a la Tierra. Tomó forma humana y se coló entre la gente. Quería ver por sí mismo aquello que los humanos veían, todo lo que, por miles de años, se había dedicado a cuidar junto con la luna. Vio los prados, los bosques, las llanuras... Vio a todas las distintas criaturas que habitaban el planeta y, de pronto, su existencia se sintió vacía al saberse privado de la libertad que las criaturas de la Tierra gozaban. El sol también quería ser libre, quería formar su vida y estar junto a aquel a quien más amaba.

Y justo en medio de esos pensamientos cayó la noche. La luna notó como el sol había bajado a la Tierra tomando una apariencia humana y decidió seguirlo...

—Esto suena mucho más cliché que cualquier telenovela que haya visto. —se escuchó una voz en medio del salón de clases, interrumpiendo la historia que les estaba siendo contada.

Iruka, el maestro encargado de ese grupo, alzó la vista del libro que estaba leyendo a sus alumnos y frunció el ceño, fijando su vista en la persona que lo había interrumpido.

—Estamos estudiando la historia de las almas gemelas y todo lo que veamos vendrá en su examen, así que les recomiendo que pongan atención.

Dicho esto, el salón volvió a quedar en silencio y el maestro retomó su lectura, no sin antes haber lanzado una mirada de advertencia a sus alumnos para que dejaran de quejarse sobre lo meloso de la historia y pusieran atención a lo importante.

Almas ancestrales: Sol y LunaWhere stories live. Discover now