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Entraron al estudio, y su padre se levantó de su asiento, para darle un abrazo.

—Te ves bien —sonrió, separándose y volviendo a su sitio. Se lo veía agotado—. Pareces haber recobrado las fuerzas.

—Supongo que sí—contestó Alyssa, y se sentó, algo indispuesta.

—Por tu expresión, tus hermanos ya te dieron el resumen de lo ocurrido desde tu llegada.

—Por ahí, alguito.

Escucharon la puerta abrirse, siendo su madre la persona que había entrado.

Clarissa se acercó para abrazarla, y luego besó su cabeza.

—Me alegra que hayas despertado, Alyssa—le dijo, antes de colocarse a un lado de su padre, con expresión seria.

—Me encantaría que me explicaran con lujo de detalles lo que está ocurriendo, porque no me gusta no saber lo que está ocurriendo en mi propia casa.

—Es una historia algo complicada, y tenemos muchas cosas de las qué ocuparnos, así que solo lo diré una vez. Escucha con atención—asintió.

Mientras su padre hablaba, dándole detalles sobre todo lo que estaba ocurriendo desde hacía años, Alyssa no pudo evitar sentirse un poco abrumada por la cantidad de información otorgada.

La historia era muy simple.

Lucio había envenenado al Rey Igor hasta que finalmente murió, y había hecho todo lo posible para que su padre confiara plenamente en él, luego del destierro del primogénito Damen, a quien habían planeado asesinar, sin éxito. Algo había ocurrido en el pasado año para que acelerara sus planes de deshacerse de su familia, al parecer, pues todo había sucedido muy rápido.

Comenzaría por Bastian. El plan con Crimson era enviarlo al otro mundo para que muriese ahí, y en caso de no ser posible, lo venderían al mejor postor en Dria. Ese era un plan que ya todos conocían.

Pero el colapso de su padre hacía meses atrás había sido el resultado de pequeñas dosis de un veneno especial que lo hacía imperceptible. Con el Rey débil, asesinarían a Adrian en un asalto furtivo, sin embargo, aquel plan jamás pudo concretarse.

Si todo hubiera salido como lo hubiera planeado, con ambos príncipes y Rey fuera del camino, probablemente hubiera echado a Alyssa y a Clarissa a una mazmorra, pues la princesa jamás hubiera tenido la oportunidad de hacerse con el trono por ser mujer, y la Reina consorte no podría tomar el trono por un par de leyes que debían ser reformadas.

—Hay algo que no entiendo—interrumpió Alyssa a su padre en un momento—. ¿Por qué guardarías tanta evidencia sobre tu traición a la corona? Es decir, en mi vida pensaría en traicionar a la familia, pero hasta yo sé que guardar las cartas de tu cómplice en tu armario es ridículo. Existen miles de alternativas, como quemarlas o enterrarlas.

—La cosa, Alyssa, es que...—su padre agarró una de las cartas y en seguida saltaron chispas de sus dedos. El fuego envolvió el papel, y pronto este se disipó.

La carta quedó intacta.

—No se pueden quemar, como podrás ver—volvió a dejarla en su sitio.

—Enterrarlas también era una solución viable. Lanzarlas al mar...

—Parece que no tenía la confianza suficiente para hacerlo, así que prefirió tenerlas cerca. De todas formas, eso no es lo importante ahora—ella se encogió de hombros—. Estaba seguro de que jamás alguien se atrevería a entrar en su habitación.

Alyssa lo miró, con una expresión de disgusto.

—Pues es bobo o tenía mucha confianza en sí mismo—se cruzó de brazos—. Así que es el responsable de la muerte del abuelo. Y quiso asesinar a tu hermano, del cual no teníamos idea.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora