𝕏𝕀𝕍

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—Pero en serio, Bas —insistió Ian, con una cucharada de helado en la mano—, capaz que termina siendo como estas historias —señaló con la cuchara la pila de libros que había comprado.

—Eso es prácticamente imposible.

—Dile eso a los libros de fantasía que usan esa fórmula—comió el bocado de helado, y luego volvió a señalarlo—. ¿Cuánto vamos a que tienes un poder desconocido que no ha sido explotado?

—Jamás en la historia se ha reportado algo así, es imposible que yo haya nacido con un don especial. No apostaré contigo.

—¿Puedes dejar de ser tan aguafiestas? ¿O qué? ¿Crees que tengo que razón y por eso no quieres apostar?

—No es eso, simplemente creo que es una pérdida de tiempo —Ian rodó los ojos.

—¿Recuerdas nuestra hipótesis? ¿No crees que tendría sentido estar aquí por algo así?

—Pero aquí no hay magia, Ian.

—¿Estás tratando de decir que Disney es una farsa? —colocó una mano sobre su pecho, ofendido.

—Ian.

—Ay, ya —le dio un golpecito en el brazo—. Has estado de mal humor desde la mañana, ¿qué ocurre?

Bastian se cruzó de brazos, y refunfuñó.

—Le dije a Phil...

—Y te dijo que no te iba a devolver tu espada, ¿no es así? —dedujo, a lo que Bastian asintió—. Te dije que iba a negarse.

—Lo sé, pero no entiendo. ¿Cómo se defienden?

—Los ciudadanos no llevamos armas porque tenemos a la policía. Además, en Valask somos pacifistas, ¿para qué necesitarías una espada si los índices de criminalidad no son altos?

—No me causa confianza que alguien que no sea yo cuide mi espada. Necesita que le den mantenimiento.

Ian suspiró, y colocó una mano sobre su brazo.

—Entiendo que pueda ser difícil seguir las reglas aquí, pero le prometiste a Phil seguirlas a cambio de que él te dejara en paz.

Bastian se quedó en silencio por unos segundos, y luego asintió.

—Tienes razón. Perdón si me comporté mal contigo.

—¿Comportarse mal? Pero si eres un ser humano normal que no siempre puede controlar su mal humor. No me trataste mal, solo se notaba que había algo que te molestaba —Ian se rio—. Come un poco de helado, eso te ayudará —tomó una cucharada, y se la dio en la boca—. Buen chico.

Bastian sonrió, y siguió comiendo.





A Adrian le asustaba lo bien que se había acoplado en Litz. Se había formado su propio grupito de amigos con Lev, Meg y Vlad, aunque conocía a todos los que pertenecían a la comunidad y se llevaban bastante bien.

Hasta Dima se había relajado un poco con el pasar de los días y disfrutaba de la estancia en Litz.

Había aprendido a moverse en el lugar, y trataba de aprender todo lo que podía, e incluso solía enseñarle a otros lo que él sabía.

Aunque no era bueno con el comercio, pronto aprendió cómo se ganaban la vida los miembros de la residencia. Desde coros hasta obras de teatro. Hacían de todo y usaban su ingenio para vender lo que eran capaces de crear.

La Guía para Príncipes y Princesas sobre el Amor y la ToleranciaWhere stories live. Discover now