―Descuida, no es necesario. ―Le acomodó una palmada en el hombro, para que volteara a verla―. Con tu compañía, me basta y me sobra.

―Virginia ―endulzó, besándole la comisura de la boca.

―Hermana, tenemos que hablar ―una Gisela agitada, llega a su mesa y ésta se preocupó―. Urgente.

―Sí, ¿qué pasó? ―preguntó, sentada y alzando la barbilla, así verle sus mejillas sonrosadas.

―Debes verlo en persona ―insistió, explayando sus ojos con clara intención.

―Ya vengo, Augusto. ―Se colocó de pie, y huyó con la rubia lejos del sitio―. Gracias por salvarme.

―Olfateé tu incomodidad ―respondió, hundiendo los hombros―. También, porque he visto a Carlos arder.

― ¿Cómo? ―cuestionó, confundida.

―Desde mi asiento, he podido tener la capacidad de ver a dos personas que se quieren al lado de la persona equivocada. Una de ellas, muriendo de celos en silencio y la otra fingiendo una emoción de la cual es carente.

No pudo evitar que su retina se empañara, más si detuvo que empezaran a caer las lágrimas.

―No sé qué mierda estoy haciendo, mucho controlo las ganas de ir a su puesto y gritarle que lo odio por gustarme, que detesto lo bien que me besa, que... ―Las gotas, salían por la impotencia y el dolor causante, proveniente de su confesión―. Está con su mujer y su hija. Esa estabilidad, no se cambia por una tentación de días, eso soy yo para él.

―No lo creo, Virginia ―defendió, secándole las mejillas con ambos pulgares―. Ven, no queremos un escándalo.

La llevó de la mano, hasta los servicios y cerraron la puerta para conversar mejor. Por suerte, solo estaban ellas solas.

―Una tentación, es una palabra sucia sin algún lado que se torne bueno ―explicaba Gisela, haciendo ademanes―. Tú le fascinas, incluso es más grande su cariño por ti, que el tuyo por él. Puedo asegurarlo, con toda la seguridad que no me caracteriza.

―La confusión se apodera de mí, siempre ―rezongó, mordiéndose los labios―. Un día quiero verlo, al otro no. Pero, es básicamente su estado civil. Si no fuera casado...

―Lo está ―afincó―. Bueno, te confieso que no te busqué para que huyas de tu novio.

― ¿Entonces? ―Ladeó la cabeza, escudriñándola.

―Carlos me pidió hablar contigo ―soltó. Apenas escuchó ese nombre, su cuerpo se estremeció y sin dudarlo el corazón se alborotó en su caja torácica―. Está esperándote en un sitio, un cuartito, no sé.

―Y primero, me das una charla de amor y razonamiento ―regañó, ofuscada―. ¡Llévame con él, mujer!

―Disimula, por favor ―pidió, aguantando una risotada.

Salieron del sanitario, como si nada hubiera pasado. Se sonrieron, aunque en el camino se toparon con Augusto.

―Amor ―la besó, tomándola desprevenida―. Comencé a preocuparme, ¿todo bien?

―Genial, es que mi hermana se descompensó ―mintió. Lo único que hacía era mentirle, y eso le preocupó. Él largó una mirada a Gisela y le sonrió con cariño.

― ¿Ya estás mejor? ―preguntó.

―Quería salir a tomar aire, aquí me sofoco ―contestó, sin soltar a Virginia. Se encontraba en medio de los dos. El hombre la sujetaba por los hombros y su hermana por la muñeca―. Virginia se ofreció a acompañarme.

H I D D E N ©✔Where stories live. Discover now