Como la de su querida esposa.

Gradis era un niño que escuchaba mucho a los adultos y se portaba bastante bien. Incluso era bueno con Allendis, no le llamaba cabeza de pasto a pesar de que les había enseñado a sus dos hijos que debían de dirigirse a él como el "tío cabeza de pasto".

Bueno, suspiró recordando que Allendis se había vuelto tutor de ellos.

Y Aristia los había reprendido en aquella ocasión.

- Papá

Miró a la niña pelirroja, quien estaba mirando fijamente a la mujer que se encontraba todavía dormida.

Su atención estaba sobre ella.

- Dime, Diana

Él volvió a bostezar.

La mencionada frunció su ceño.

- Eres un inútil

Carsein se congeló en su lugar.

- Ah....

Su querida hija no era tan adorable como su hijo. Diana fue su primera bendición, la sostuvo asombrado y eufórico por sus cabellos rojos como los de él y por sus hermosos ojos dorados como los de Aristia cuando nació.

Siempre pensó que sería una niña dulce.

Una princesita delicada de la casa Monique.

Pero fue lo contrario, ella era más energética que cualquier otra princesa y más valiente que otra dama cuando quería algo. Y era su participante favorita en las secciones de entrenamiento, porque también tenía ese increíble talento con la espada.

Pero tenía una lengua afilada.

Sobretodo cuando se trataba de su madre, Aristia.

No siquiera su suegro le resaltaba tanto sus errores.

- Mamá estaría mejor conmigo a su lado dirigiendo la casa- la niña hizo un puchero.

Además, ella era demasiada competitiva por el afecto de su madre a pesar de su corta edad.

Ni Ruvellis había luchado tanto contra él como su hija.

- Lástima, cariño- dijo Carsein con una vena sobresaliendo en su frente- Pero soy el esposo de tu madre

¿Era sano competir por el amor de su propia esposa contra su hija?

En ocasiones, se lo preguntaba.

- No veo tu anillo, papá- replicó la joven- ¿Lo has perdido? Pobre de mamá

- Lo siento, Diana. Pero con o sin anillo, soy el esposo de tu madre

- Pero eres un terrible esposo

Carsein podría escupir sangre al oír a su propia hija decir eso. Pero debido a que ya se había acostumbrado a que Diana le criticara por todo, le siguió tranquilamente el juego.

Ella era la mezcla perfecta entre su madre y su suegro, con un carácter fuerte y con el desprecio del padre de su esposa por él por no ser suficiente bueno para Aristia.

O tal vez Diana había sacado su adoración hacia su madre y su insistencia en molestar a alguien en específico de él.

Bueno, estaba bien.

El mundo seguramente le estaba haciendo pagar por todas las veces que molestó a Allendis.

- ¿Sí? ¿Y esta vez por qué?- preguntó Carsein frotándose el cuello e ignorando su irritación.

El caballero de la emperatriz abandonadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora