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Draco solía evitarle la mirada cuando no estaban dentro de las tutorías, pero ese lunes Harry lo encontró con los ojos puestos en él, y contrario a lo que pensó, el rubio no lo esquivó, sino que incluso levantó una mano y lo saludó con un gesto. Harry le regresó el saludo y no desvió la vista  hasta que lo vio ponerse de pie y salir del comedor.

El martes apuró el paso hacia la biblioteca más de lo que le gustaría admitir. Draco había abandonado la que Harry creía su mesa favorita para sentarse en una mucho más cerca a la vista de los demás. Tenía la misma expresión de concentración pura con la que lo encontraba la mayoría de veces. Estaba rodeado de libros y tenía un par de calderos prendidos a su lado.

—¿Qué vamos a hacer hoy? —preguntó cuando se sentó frente a uno de los calderos. El rubio le envió una mirada de reojo antes de poner sobre la mesa un bolso y sacar varios ingredientes que Harry no conocía.

Draco no le respondió. Le pasó la mitad de los ingredientes y se colocó frente al otro caldero. Sólo le habló para soltarle indicaciones al azar, y dos horas más tarde, le ordenó apagar el caldero. Harry lo miró extrañado cuando le extendió una mano.

—Tu mano, Potter —rodó los ojos. Al no obtener respuesta, soltó un suspiro y extendió una mano para agarrar su brazo y jalarlo más cerca. 

Harry intentó ignorar el cosquilleo que sintió cuando Draco acarició el dorso de su mano. Bajó la mirada hasta las cicatrices que tenía allí. "No debo decir mentiras". El rubio pasaba los dedos sobre cada letra con delicadeza, como si temiera causarle dolor. Lo vio cerrar los ojos con fuerza antes de acercarse al caldero que él mismo había preparado. Metió la cuchara con la que había estado removiendo la poción y echó un poco sobre su mano. Lo soltó para tomar un frasco y vaciar lo que sobraba. 

—Dos veces al día —Harry lo miró. El rubio enarcó una ceja. 

—¿Cómo supiste? —preguntó extrañado.

—¿Era secreto? —respondió con burla.— Lo vi hace un par de semanas. Pensé que le ibas a tomar más importancia, ya sabes. Preocuparte porque no queden cicatrices —se encogió de hombros.— Snape siempre me ponía esto cuando me hacía una herida.

—¿Estoy alucinando o Draco Malfoy se preocupó por mí? —preguntó algo enternecido y divertido a la vez.— ¿Tengo que llamar Al Profeta?

—No lo arruines, Potter —el rubio le sonrió.— En un mes ya no tendrás ninguna marca —volteó a verlo cuando terminó de guardar sus libros y se echó el bolso al hombro.— Dos veces al día —le advirtió.

Harry gritó un "gracias" que fue respondido con un movimiento de cabeza. Antes de que Draco se de vuelta por completo y abandone la biblioteca, intentó buscar el broche que le había regalado, decepcionándose un poco cuando no lo encontró.

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Harry regresó a los dormitorios con un frasco lleno de suficiente poción para todo el mes. Ninguno de sus amigos había llegado, lo más probable era que siguieran en el comedor. Escondió el frasco al fondo de su baúl, sin saber el porqué tanto recelo al no querer que ninguno de sus compañeros viera lo que el rubio había hecho por él, se tiró a su cama y se quedó dormido un par de horas. 

Se despertó por el sonido de cosas chocando. Ron recién llegaba con un lumus, le pidió disculpas por despertarlo y se echó a dormir. Se sentó sobre su cama y buscó a tientas su capa de invisibilidad, no tenía ganas de seguir durmiendo de todas formas. Se echó la capa encima y se puso de pie.

Caminó hasta los casilleros donde los Gryffindor guardaban las escobas y sacó la suya. Se dirigió hasta el campo de Quidditch, aún debajo de la capa, con la escoba en una mano y una snitch en la otra. 

Le sorprendió ver a lo lejos a alguien más sobre una escoba. Estaba bastante alto, sin moverse. Sólo sentado observando el cielo, sin hacer amago de bajar en los próximos minutos. Le tomó unos segundos darse cuenta de que era el rubio quien estaba allí arriba, y sin pensarlo dos veces, montó su escoba y voló hacia él.

Draco parecía absorto en sus propios pensamientos, pero aún así le dio una suave sonrisa cuando llegó a su lado. Tenía puesto el broche que le había regalado. Harry le sonrió de regreso.

—¿Quieres jugar? —le mostró la pelotita dorada. El rubio maniobró la escoba para quedar frente a él y asintió.

Harry la lanzó, esperaron unos segundos antes de girarse y buscarla. Volaron codo a codo, como cuando eran sólo unos niños tratando de ganar la copa. Jugaron por horas, hasta que no tuvieron más fuerzas para seguir y vieron que el sol ya estaba saliendo. 

Harry sonrió. Draco se despidió con otra sonrisa y voló hacia abajo.


Almost is never enough [Drarry / Harco]Där berättelser lever. Upptäck nu