6

5K 664 53
                                    

Al final Draco tuvo razón.

McGonagall practicamente gritó "amortentia" al momento que lo vio entrar, y, a pesar de no ser la materia que enseñaba, se quedó en el aula observando de cerca todo lo que hacía Harry.

A un lado también estaba Draco. Aún se preguntaba cómo era posible que la amortentia no huela a nada para él. Al principio pensó que estaba evadiendo la pregunta, pero después de insistir un poco en que no podía ser posible, el rubio le confesó que su amortentia perdió el aroma durante la guerra, cuando Voldemort mudó a sus mortífagos a la mansión Malfoy y aunque no lo dijo, por la manera en que pellizcaba su antebrazo izquierdo supuso que tenía algo que ver con la marca también. 

Apagó el caldero y se movió a un lado para que McGonagall verifique su poción. Draco la veía por encima de su hombro y asentía de momentos. 

—Bueno, joven Potter —llamó la directora.— No creo que necesite de la ayuda del joven Malfoy por mucho tiempo. Un par de lecciones más serán suficiente.

Harry le sonrió, y agradeció cuando la directora se dio la vuelta y salió del aula. 

—Hasta luego, Draco.

Lo vio asentir hacia él antes de girar y abandonar el salón.

----------

Ese sábado Harry fue a Hogsmeade. A pesar de que sabia que podía salir con la tranquilidad de que no había un mago loco detrás suyo intentando asesinarlo no pudo evitar colocarse la capa de invisibilidad. Puede que suene algo contradictorio con todo lo que Harry había estado construyendo desde el fin de la guerra, pero dentro de la capa se sentía seguro, totalmente seguro, y le gustaba la perspectiva de no recibir agradecimientos y alabanzas cada cinco minutos, aunque sea sólo por unas horas.

Últimamente Harry pensaba mucho en Harry Potter. Le habían ofrecido ser parte del equipo de aurores al instante en que Voldemort se desvaneció. Preguntó por las pruebas que aún le faltaban tomar, por supuesto, pero le aseguraron que no las necesitaría. Cuando iba a algún lugar, a cualquiera, encontraba ancianos que le extendían las manos y abuelitas que presionaban sus mejillas. Y Harry sonreía, pero realmente no quería sonreír. Estaba cansado, y no es por ser malagradecido; él de verdad apreciaba los gestos que tenía la comunidad mágica, y Merlín, le encantaban los dibujos que le hacían los niños de Hogwarts, si es que se les puede llamar dibujos a trazos de crayones coloridos por doquier, incluso tenía un par colgados en la pared de su cama. Pero a veces, era demasiado. Quería trabajar igual de fuerte que todos sus compañeros, esforzarse en cada examen y repasar juntos cada materia. No quería ser conocido por ser el-niño-que-vivió, el sobrevivir de bebé no fue cosa suya, fue el amor de su madre que lo salvó, no merecía tanta admiración por algo que ni siquiera hizo. No venció a Voldemort solo, pero la gente solía olvidarlo.

A menudo le preguntaban cosas de la guerra, cómo logró esto y aquello. Sus amigos conocían la historia completa; el resto de Hogwarts, la mitad. Y Harry se sentía como un personaje. Actuó su papel a la perfección y ahora recibe alabanzas por ello. No se siente real. Hermione insiste en que pruebe terapia y Ginny le mira con pena cuando lo ve alerta. Conocen su historia, y Harry odia eso, porque no puede ocultarles nada.

Con Draco le pasa todo lo contrario. Es como si nunca se hubieran odiado realmente, o como si hubieran borrado de sus memorias todos aquellos hechizos que se lanzaban en los pasillos y las peleas cada dos por tres. No se siente sobreprotegido como con sus amigos, porque para ser sinceros, al rubio no le importaba si un rayo le caía en algún momento. Simplemente hablan y hablan, y si pueden, evitan la guerra. Cuando llegan a temas más profundos y no saben que responderle al otro, cada uno recoge sus libros y se va de la biblioteca sin decir adiós, para verse la siguiente semana y hacer de cuenta que nada pasó. 

A Harry realmente le agradaba el rubio. Y sabía que él también le caía bien a Draco. Había cambiado después de la guerra, tenía cierto humor, aunque algo ácido, y lo ayudaba en las tareas que llevaba atrasadas, aunque también cabía la posibilidad de que Malfoy siempre haya sido así, y que simplemente nunca tuvo la oportunidad, o las ganas, de conocerlo como amigo.¿Amigos? No eran compañeros, esa etapa ya la habían pasado. Lo más cercano a su relación era una amistad, pero nunca lo habían hablado. 

Después de divagar por unos minutos, Harry decidió que sí, Malfoy y él eran amigos. Aunque una clase extraña, lo eran de todas formas. Así que decidió buscar algo para él, porque Harry siempre compraba obsequios para sus amigos. A Hermione le regaló una caja en forma de libro en el que podía guardar cerca de cien libros y leerlos con sólo decir su nombre sobre la tapa. A Ron le regaló algo similar, excepto que esta vez la caja venía con forma de un vaso donde podía guardar los dulces que quisiera, sin límite alguno. A Ginny le regaló una cera para escobas sin olor, porque le había contado que su nariz solía irritarse con esta.

Caminó observando algunas tiendas bajo la capa, hasta que se detuvo en una. En una repisa había un pequeño broche de serpiente, era plateada con toques verdes y realmente hipnotizante.

Entró a la tienda al mismo que tiempo que se quitaba la capa y se acercó para observar mejor el broche. Lo tomó en sus manos, era más pequeño que la mitad de su palma, pero aún así podía sentir los detalles en las escamas y los colmillos. Miró sus ojos, eran de un brillante gris que no pudo evitar comparar con el gris de los ojos de Draco, y aunque eran tonos muy similares, se dijo a sí mismo que no había forma en que los ojos de Malfoy se puedan copiar.

—No es sólo un broche —Harry se sobresaltó y colocó la serpiente de nuevo en su lugar cuando escuchó la voz .— También protege. 

Harry se dio vuelta para responder. Una mujer vestida de negro, que asumió era la dueña de la tienda, lo miraba pacientemente a unos pasos de distancia.

—¿Y de qué protege? 

La mujer sonrió.

—De hechizos o maldiciones —Se encogió de hombros .— Obviamente no te protege de una imperdonable, pero hace un muy buen trabajo con otras maldiciones más leves. 

Harry recordó a Draco contándole como algunos estudiantes de Hogwarts, enojados con el ex mortífago, se encargaban de lanzarle algunos hechizos por los pasillos, y que aunque la mayoría eran patéticos, no siempre estaba totalmente alerta para desviarlos todos.

—Bien —Harry asintió .— Lo llevo.

Almost is never enough [Drarry / Harco]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora