CAPÍTULO XXV: ÉL NO PUEDE SER REAL

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¿Qué le habría pasado a mi madre para que esamirada de odio ahora fuese de arrepentimiento?

Es cierto que hace muchísimo tiempo que no sabía nada acerca de mis padres, pero algo que nunca he logrado borrar de mi mente son aquellos momentos en los que mi padre, en la mayoría de lasocasiones, llegaba ebrio a casa y maltrataba a mimadre.Recuerdo que muchas de esas ocasiones mi madre quedaba inconsciente y, pasado un determinado tiempo, mi hermano, Evan, corría hacia ella heintentaba reanimarla.Evan siempre ha tenido una especie de don encuantos asuntos de medicina, y si no hubiese sidopor él, mi madre no seguiría viva. Aunque hubouna excepción. Una de las veces que la acosó, conayuda de unos vecinos, tuvimos que llevarla al hospital, donde quedó interna por más de dos años.Sufrió un golpe bastante fuerte en la parte inferiorderecha del cerebro, entrando así en coma.  Cuando mi padre tomó consciencia de ello y supuso que no volvería de recuperar a su mujer, nosabandonó, pero no sin antes dejarnos una carta explicándonos los motivos, aunque no tuvieronmucha credibilidad, y aportándonos el dinero suficiente para cubrir nuestras necesidades.Mi hermano era el que se hacía cargo de mí y, a su vez, de nuestra madre. Evan se encargaba dellevarme a la escuela y, mientras yo estaba mis horas correspondientes, él se quedaba en el hospitalacompañando a madre, dándose una mínima esperanza para que ella despertara.Evan solo asistía a clase si por algún casual debía hacer entrega de algún trabajo o presentarse a losexámenes.Poco después de que yo terminase mi jornada deestudio, mi hermano siempre estaba en la salidade la institución educativa; juntos nos dirigíamosa casa y almorzábamos, pues cuando acabábamos,ambos emprendíamos el camino hacia el lugar tantemible para tantas personas.Allí nos pasábamos las tardes enteras a la espera de que nuestra madre despertase del tan largo yprofundo sueño.Todo el personal que en aquel lugar se encontraba no hacía más que mirarnos con penuria,cosa que a mi hermano le molestaba.Finalmente, todo se volvió una rutina.Ambos crecimos, seguíamos con nuestros respectivos estudios, íbamos al hospital donde nosquedábamos desde primera hora de la tarde hastael amanecer; mi padre, cada cierto tiempo, nos enviaba el capital para poder satisfacer nuestras necesidades, pero no estábamos a sabiendas sobre él. Me preocupaba. Y a mi hermano igual, mas él se esforzaba para encubrirlo.Cierto es que, a pesar de todo, seguía siendo mipadre, aunque no mereciese de nuestra desazón. 

Ya era el día 459 desde que mi madre entró encoma. Aún no mostraba síntoma alguno y la esperanza de que volviera con nosotros era muy escasa. Hasta los médicos la habíanperdido.Era sábado, así que empleamos la mañana paraorganizar la casa y salir de compras, pues necesitábamos un nuevo cambio.Íbamos paseando por una de las calles principales de la gran ciudad. Mi hermano se detuvo a observar un escaparate y, mientras tanto, me dirigí auna heladería cercana. Entré en la tienda y esperéa mi turno; ya servido, me dispuse a encontrarmecon mi hermano, pero un estruendo provenientedel final de la callejuela despertó mi curiosidad.Haciendo el menor ruido posible, me posicionétras unos contenedores y conseguí observar todala escena: dos hombres tenían sujeta a una mujer. Estapronunciaba palabras en otro idioma que no fui capaz de identificar por más que su voz fuese clara yprecisa. Justamente, se apareció otro hombre, cuyo rostro no vi, pero su voz me desconcertó por completo. 

¿Tanto me había perjudicado el abandono demi padre? 

Quise restarle la menor importancia al asunto, para así concentrarme en lo que estaba observando, pero no fue para nada agradable: el hombre le incrustó un objeto de plata, ella gritaba retorciéndose de dolor, aunque lo que más me sorprendiófue verla consumida, mucho más de lo que estaba,pues era una mujer delgada.Los hombres que la sujetaban fueron los encargados de deshacerse del cuerpo mientras el varónque la asesinó divagó su mirada por todos los alrededores, encontrándose con los míos. Entoncessupe quién era. Y sé que él me reconoció.Sentí pavor, así que con la mayor rapidez quemis piernas me permitieron, salí de tal callejón ybusqué a mi hermano como si la vida me fuera enello. Agradecido por encontrarle, me dirigí a él intentando disimular mi espanto lo mejor posible para evitar algunode sus interrogatorios, aunque estaba a sabiendasde que cuándo llegásemos a casa lo haría.

Una Razón Por Cual Vivir - Encadenada Al Tiempo (#1)  #Wattys2018Where stories live. Discover now