Daniela Monroe había desafiado a la muerte el día que tras un grave accidente de coche en el que perdió a su hermana mayor, había vuelto al mundo de los vivos. A partir de ese día, su vida había dejado de tener sentido hasta que Reggie y el resto de...
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"Quise obligarme a olvidar tu boca, y ahora mi boca dirá que si tú regresas. Vas a quedarte porque te juro que esta vez voy a cuidarte. A nuestra historia le hace falta una segunda parte, aunque nos digan que eso nunca sale bien"
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La vida sigue, o eso es lo que la gente suele decir al perder a una persona a la que quieres. Hace exactamente un mes desde la última vez que había visto a Reggie y a los chicos, y la imagen de sus grandes ojos verdes desapareciendo del escenario se habían quedado grabados con fuego en mi memoria, era lo único que podría ver al cerrar los ojos, en mi dormitorio del hotel de Caleb Covington.
Tras ayudar a los chicos a liberarse del hechizo de Caleb, Willie, Scarlet y yo fuimos castigados durante dos semanas a no salir de nuestra habitación. Pasé los días dando vueltas en la habitación, desesperada por hallar una forma de escapar de esa cárcel pero la magia de Caleb era demasiado fuerte para permitírmelo, y yo estaba demasiado cansada tras haber gastado toda mi energía en liberar a los chicos.
A la tercera semana, Caleb comenzó a dejarnos salir y dar vueltas por el hotel, pero no porque el quisiera o hubiese perdonado aquella traición, si no porque nos necesitaba a Scar y a mi para actuar, y a Willie para hacer recados.
Willie a veces salía, pero la magia de Caleb no le dejaba acercarse a Alex, lo que hizo que mi amigo se hundiera un poquito más cada día.
Con el tiempo, Caleb me concedió la opción de ir al hospital a ver mi cuerpo dormido, sospechaba que para él solo era una forma de torturarme más, de recordarme que eso me lo había hecho él, y que ya nada volvería a ser lo mismo.
Hoy era uno de esos días, estaba recostada en la cama junto a mi cuerpo inherte mientras dibujaba patrones aleatorios en la mano inmovil que yacía sobre mi. Suspiré mirando al techo y cerré los ojos tratando de dejar la mente en blanco. El sonido de la puerta se escuchó, suponiendo que sería uno de los inumerables doctores o enfermeras que pasaban por ahí para ver como sue speranza de que alguna recuperación ocurriese se desvanecía.
-Dani...- esa voz que reconocería en cualquier parte susurró mi nombre y abriendo mis ojos con rapidez, le ví.
Con sus típicos pantalones negros rasgados a la altura de la rodilla, su pelo hacia atrás y una camiseta negra que se amoldaba a su cuerpo perfectamente. Con rapidez, bajé de la cama y me dirigí a su encuentro, el chico ya tenía sus brazos abiertos cuando mi cuerpo impactó contra él, fundiéndonos en un abrazo que lo decía todo sin necesidad de palabras.
