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La vida perfecta es subjetiva, hay cientos de miles de millones de personas en el mundo y todas ellas tienen diferentes formas de visualizar la vida perfecta; dinero, lujos, sexo, belleza. Para Mark, un par de hamburguesas, doble queso, mostaza, doble carne de res, jamón, tocino, tomate y esas apetecibles y saladas papas con las que había llegado a fantasear.

La vida perfecta de Mark era poder tener un corazón que le dejara tener la vida normal que un ser humano común tendría.

Cuando tenía 8 años fue diagnosticado con IC, y así pasó gran parte de su vida bailando entre hospitales, y tomando cócteles de pastillas diarias.

Mark había decidido mudarse de casa de sus padres esa semana. Le encantaba vivir sin preocupaciones a costa de sus padres, pero si seguía colgado a ellos su vida social seguiría reduciéndose a la de una piedra.

Así que ahora se encontraba caminando por los pasillos del hospital hacia su cita mensual con el médico. Era la primera vez que iría sin sus padres, sin embargo sólo podía concentrarse en las cosas que quería comer una vez que se mudara a su nueva casa.

Su gran imaginación le causaba hambre y en consecuencia llevaba el peor humor de todos.

En los pasillos del blanco hospital, los y las enfermeras le dedicaban sonrisas y saludos al pasar, reconocía a la perfección a toda esa gente así regresaba el saludo cortésmente como de costumbre.

Pasó todo el trayecto hasta la sala de consultas saludando enfermeros y pacientes, conociendolos o no, era una gran excusa para olvidar el antojo que lo atormentaba.

-¡Hola Mark!- el nombrado miró hacia la dirección de quien le hablaba, logró reconocer la figura del castaño que cuidaba de el.

-Doctor Frank, buenas tardes- Mark dedicó una bonita sonrisa al médico que lo invitó a pasar mientras abría la puerta de su consultorio.

-Es extraño que me llames Frank cuando siempre me dices Frankie. ¿Pasa algo?- el médico se apoyó en la puerta mientras reposaba una de sus manos en su cintura.

-Muero de hambre- el hombre cambió su posición y esta vez se sentó en la silla junto a su escritorio, comenzando a teclear algunas cosas en la computadora ignorando por completo la confesión de Mark- ¡Siempre hace eso! ¿por qué no puede ceder aunque sea una vez? Al princkpio al menos no me ignoraba- Mark tomó asiento sobre la camilla y columpió su piernas mientras estan colgaban-¿podemos cambiar las pastillas?

-Lo veremos después de tu chequeo semanal,  primero revisaré tu presión.

El hombre se acercó a Mark y envolvió su brazo en el pequeño aparato, el metal que sostenía la correa tocó su piel causándole un pequeño estremecimiento, el aparato comenzó a inflarse apretando su brazo sin causarle mucha molestia.

-¿Ni siquiera va a preguntarme por qué las quiero cambiar?

-¿Por qué?- preguntó sin interés en lo absoluto mientras esperaba el aviso de la máquina.

-Eso no cuenta, tiene que mostrarme interés.

-Siempre te quejas, no puedo evitar fastidiarme- después de unos segundos la máquina sonó en señal de haber terminado, asi que el medico desató el brazo de Mark.

Pasaron unos minutos y su chequeo semanal había concluido entre pruebas y análisis. Ahora Mark había tomado asiento frente al escritorio del médico, quien escribía los reportes del chequeo de Mark.

-Mark -Frank había hablado después de unos minutos escribiendo. Causando que Mark lo mirara. El hombre pensó un poco más sus palabras y entonces continuó-  empeoraste- el rostro de Mark se volvió pesado, como si le jalaran las comisuras de la boca con dos pequeños hilos hacia abajo.   Sabía que eso era tristeza así que se obligó a relajarse un poco y recuperar poco a poco su buen humor. Incluso si había empeorado ¿Qué tan malo podía ser?

Renacer; MarksonWhere stories live. Discover now