CAPÍTULO XXXIV

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Dael pensó a sus adentros si aquellos cuerpos esparcidos pertenecían a las personas que llegaban allí buscando una ayuda, de seguro era imposible saberlo con exactitud ya que los muertos nos pueden hablar. El escuchar algunos pasos la mantuvieron alerta pero no lograba ver nada, pronto una espesa neblina cubrió el lugar, una sombra frente a ella se aproximaba, no logro distinguir a quien pertenecía hasta que estuvo a unos pasos, mirándola fijamente.

-¿Qué eres?

La imagen que veía estaba fuera de su realidad, había leído los libros suficientes y ninguno de ellos la había preparado para lo que ahora veía, no sabía si era una mujer por completo o solo lo era su busto y rostro, ya que el resto de su cuerpo era una rara mezcla de diversos seres, al parecer sus parte inferiores pertenecían a una gran bestia, como los colmillos que sobresalían de su boca, de inmediato pensó que la parte animal que la dominaba era un león, pero de su espalda salían unas alas que terminaban en un gran aguijón.

-¿Quién eres tú?

No logro obtener palabras que la sacaran de la duda, todo lo contrario, sólo le respondió con otra pregunta, misma que había escuchado antes y ella se repetía, y como somete llegaba a la misma conclusión, no lo sabía exactamente. Cuando quiso buscar a Mara se halló sola y sentía que el miedo muy lentamente se apoderaba de ella.

-Quiero una respuesta -Dael trato de no tartamudear o mostrar debilidad, pero las palabras se negaban a salir de su boca- es por ese motivo que me encuentro aquí.

Aquél rostro femenino con rasgos salvajes no dejaba de mirarla y al sonreír mostraba sus filosos dientes que encajaban entre sí y parecía que se burlaba de ella, al ver sus ojos que brillaban como dos perlas sintió que su cuerpo dejaba de ser firme, parecía como si penetrara sus recuerdos, incluso su vida, cuando estaba muy cerca de perderse en ella, sintió como una fuerza alejaba su mirada de ella para centrarse en algo ajeno al extraño ser que la envolvía y así recobraba sus sentidos, decidió cerrar sus ojos y así enfrentar lo que pronto escucharía.

-La muerte llega al lecho del débil, del que agoniza. La muerte siempre está presente, pero ella es rigurosa y atenta, le encanta disfrazarse de gentil y buena, nunca olvida a quien en pleno vigor de su existencia rechaza tener una vida y la muerte encantada la acepta; ella no es mala, puede ser sincera, acepta una vida que salva a quinientas. Sangra la luna, ruge el león y la muerte espera escuchar tu voz.

Al momento que Dael abre sus ojos se encuentra totalmente sola, todo se había aclarado y asi como la neblina había llegado así se había ido llevando como ella lo que había traído, pero nada cambiaba lo que ahora sabía, lo que había escuchado no la ayudaba en nada, sentía que era un enigma más que tenía que descifrar sola. Decidió salir de aquel lugar ya que nada ni nadie le impedía hacerlo. Salir de allí la atormento más que antes ahora que se encontraba sola no tenía a quien pedir ayuda, entendió que el ser vulnerable por un momento no la señalaba como una mujer débil, pero tenía que estar atenta de lo que pasaba a su alrededor. Al regresar vio el cielo y está vez no era en mismo, una tormenta estaba por iniciar y no lograba ver algún sitio que la protegiera del violento viento frío que podía matarla, trató de correr pero de nada le servía, el suelo parecía estar más grueso y sus pies se enterraban en la nieve provocando caídas constantes y su desorientación, algo estaba actuando sobre ella, siempre lograba salir de los más profundos bosques aún si era su primera vez dentro de estos, una vez su padre le dijo que tenía una brújula interna que no fallaba en nada, pero no podía describir lo que pasaba consigo misma.

-¡Si esta es una prueba para mostrar mi debilidad y dejar ir mi arrogancia, están muy equivocados!

Mas para ella, Dael gritaba para quien la pudiera estar viendo y no le importaba que podría pasar con ella después, pero tenía un fuerte compromiso con su gente y no flaqueria con facilidad.

En un momento pensó en buscar algunas huellas que seguir pero la fuerza del viento había cubierto por completo sus viejas pisadas, en frío empezó a ser más fuerte, posiblemente indicaba que la noche estaba por llegar, buscó algún sitio donde poder descansar pero no había nada que le pudiera brindar algo de cobijo y al final decidió recostarse contra un árbol y esperar. Logró dormir un poco y está vez sus sueños fueron vacíos, sin relevancia alguna; al ponerse de pie sentía que estos no le respondían, el frío había provocado que estos se paralizaran, además de sentir un molesto dolor en la espalda, decidió usar el tronco del árbol como un soporte para lograr estar de pie pero, sabía que de nada la servia si no lograba caminar.

-Maldición, que puedo hacer ahora no quiero perder mis piernas.

El miedo no era el mismo para ella pero esta vez se sentía miserable y si, tenía miedo de no volver a ser ella misma o estar completa.

-Vaya, al parecer tus piernas no te sirven más.

Una voz parecía surgir del bosque, la sensación que recorría su cuerpo en ese momento le fue muy similar a la que sintió cuando viajaba con Frederick y Mara, después de tomar un baño en una pequeña laguna, cuando se encontraba sola. Dael sintió que su alrededor giraba en torno a ella hasta que al final logró ver la misma silueta que aquella vez.

-De nuevo tú ¿qué quieres de mí?

En esa ocasión la silueta se acercaba a ella con gran rapidez hasta que se detuvo frente a ella, era la primera vez que aquello ocurría y lo que veía iba más allá de su imaginación, parecía un demonio con una sonrisa deforme y sus dientes filosos, lo que más llamó su atención fue ver dos grandes agujeros oscuros que parecían ser sus ojos pero, sentía que si detenía su mirada allí se perdería y no sabía que podía pasar después, siguió repasando su cuerpo, el ropaje solo le servía para despistar a los hombres, ya que bajo la tela de seguro no había nada que se asemejara. Al ver que este trataba de tocarla movió su cuerpo hacia atrás provocando su caída y las risas descontroladas de su observador.

-Cuando nos vimos por primera vez no dude de ti, sabía que era lo que todos estaban buscando -aquel ser movía su cabeza de un lado para el otro, como si pudiera tenerla quieta- además eres una humana que provoca gran curiosidad; te dije que tus piernas ya no te sirven...

De lo que parecían ser sus manos se formó una lanza muy delgada que perforó una de sus piernas, sintió algo de dolor pero no tan grande como imaginaba.

- ...o sólo un poco, tal vez pueda hacer algo.

Si Dael quisiera moverse no podía, estaba inmóvil de la cintura hacia sus piernas pero no podía rechazar la ayuda que le proponían aunque no sabía si aquello requeriría un costo. Noto que sacaba de sus viejas ropas un pequeño frasco de vidrio y dentro de este se podía ver una distancia verde que brillaba por sí sola, de nuevo sintió algunos pinchazos en diversas partes de sus piernas y en seguida dejaba caer algunas gotas en las heridas.

-Es necesario que la sangre que no sirva salga y así no contamine todo tu cuerpo.

-No entiendo -las palabras de Dael salían lentamente, empezá a sentir un leve ardor en todas sus heridas y no lograba enfocar su mirada- po-porque lo haces.

-Espero no equivocarme en lo que estoy por decir, estuviste con la Enigma, llevas un leve olor a muerte en tu ropa.

De nuevo se reía como si lo que hablara le pareciera muy gracioso y muy rápido calló, seguía de pie observándola y finalmente se marchó, sin pronunciar palabra alguna dejando a una adormilada Dael con muchas preguntas.

Está debería ser una historia donde la preguntas abundan y las respuestas escasas.
Una aparición muy importante, sin duda alguna; respecto a Enigma, pronto se descubrirá el significado a sus palabras.

Nos leemos, no se olviden de comentar.

La Muerte de la Guerrera Blanca [Sin editar]Where stories live. Discover now