CAPÍTULO XV

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—Señor, esto es peor de lo que imaginábamos.

Endric Welseyer se encontraba en el salón real y traía consigo las peores noticias que cualquier caballero quisiera decir.

—Dime un número, una cifra clara.

—Señor, el número no es exacto pero mis hombres han contado por lo menos a más de 200 personas muertas entre ellos niños y mujeres. He perdido alrededor de 20 hombres y más de 40 se encuentran en condiciones lamentables.

Nadie había tenido en sus pensamientos que la guerra llegara de una manera muy rápida y sorpresiva.
El rey sabía que las confrontaciones se acercaban a su reino, pero no pensó que la llegada de los rebeldes fuera tan rápida y demoledora.

—Necesito que tus hombres este listos, saldremos cuanto el sol se oculte.

—Sí señor.

Después de aquello Endric salió del salón, pero tenía un sabor agrio en su pecho, él nunca había dudado de su Rey, sabía que él tomaba las decisiones que no afectaran a nadie, pero, aunque tomarán las mejores decisiones esta vez sería totalmente diferente y nada podría llegar a cambiarlo.

Mientras el Rey tomaba con calma sus futuras decisiones, un sirviente anunciaba su llegada y le entregaba a Roberth un pergamino y según se enunciaba en el, los Siete Sabios y el Máximo Sacerdote requerían la presencia del Rey en la Ermita Dorada para decidir el destino de Dael. Él sabía que no podía negar el asistir a aquella funesta reunión, ya que ni los grandes Reyes se pueden negar a una reunión con el Máximo Sacerdote, voz de Dios en la tierra.

—Puedo saber ¿a quiénes se extendió esta reunión?

—Mi Rey, según se me ha informado los siete sabios la invitación se extendió hasta los Condes de las casas de Proulx, Weinberg, Fisher y Welseyer, y por último a su majestad la Reina Maritza de León como la representante de la voz del pueblo.

—¿Quiénes representarían los condados? ¿Cuándo se les informó a estas personas?

—No está en mí poder dar respuesta su pregunta, lo que tiene que saber es que los condes ya se encuentran en la Ermita esperando su llegada y la de la reina. No se asombre por su llegada temprana, a ellos se les dio aviso desde el momento en que la joven princesa se sublevó ante su pueblo.

—¡No puedo creer que esto se haya realizado sin mi consentimiento!

—Hay cosas que ni usted siendo el Rey puede manejar. Solo espero que no demore su llegada a la Ermita, lo están esperando.

Antes de pronunciar alguna palabra el mensajero había salido, dejando al Rey solo y con una angustia que no podía manejar.

Cuando se disponía a buscar a su esposa, ella se encontraba en  la biblioteca esperando su llegada, pero noto en ella un aura de tranquilidad que le resultaba completamente extraño, ya que en su pensamiento la reina se podría encontrar abatida debido a la decisión que el Sacerdote había puesto sobre ella.

—No esperaba verte aquí.

En su interior el Rey Roberth mentía, sabía que la reina le encontraría en ese lugar para pensar y buscar algunas respuestas.

—Me he enterado de la reunión que pronto va a acontecer, no pensé que esto fuera a ser muy rápido.

—Así es, parece que ya no importa quien esté al mando aquí, solamente espero que esto se pueda solucionar de una manera rápida.

—Mi rey, estoy segura que esto se extenderá, más de lo tú puedas planear. Recuerda que está en futuro la vida de tu hija, de nuestra hija.

Al hablar, la Reina hacia mayor énfasis al decir hija, ella quería que él entendiera que la decisión que estaban a punto de tomar no estaba relacionada con alguna parte de su reino, iban a hablar acerca del destino de su hija y quería que el Rey entendiera aquello.

—He escuchado que has decidido salir esta noche en búsqueda de los rebeldes, ¿qué esperas encontrar allí?

—Es de suma importancia que el rey se una a sus tropas, no permitiré que mi gente siga muriendo debo ver con mis propios ojos a cual realidad me enfrentare.

Antes que la Reina pronunciara palabra alguna, una sirviente les anunciaba que la reunión con los Sabios y el Máximo Sacerdote estaba a punto de iniciar y se esperaba su presencia sin más demoras.

* * * * *

Sin importar cuantos días y noches Dael había soportado aquel calabozo, sus pensamientos y su actitud seguía siendo los mismos, pero sabía que ese día iba a ser diferente.

Mientras esperaba inquieta en su cárcel y pensaba sobre su futuro escuchó algunos pasos que se acercaba a su encierro, así que se levantó de un salto del catre y se acercó a sus barrotes para poder observar quien podía ser aquel intruso; caminando por los pasillo venían algunos soldados acompañados de una mucamas que traía consigo jarros con agua, jabón y algunas esencias. A Dael le parecía muy extraño aquello, así que espero q que las servidumbre entrara a su celda.

—Disculpe hemos venido por órdenes del Gran Sabio para que se bañe.

—Vaya, así que al Gran Señor le gusta que huelan bien antes de dictar su sentencia de muerte, que irónica es la vida.

—Así que si nos permite...

—No, no les permito que me bañen, estoy totalmente segura que yo sola puedo hacerlo, así que si no les molesta lo hare yo o prefieren que llegue ante su Gran Señor oliendo a muerto, creo que ustedes deciden.

Ante aquellas situación lo único que las jóvenes podían hacer era quedarse inmóviles mientras Dael se preparaba para aquel baño.

—Otra cosa que quiero es que dejen sola -aquella afirmación dejo atónitas a las jóvenes que se miraban entre si- y no se preocupen no voy a salir corriendo solo quiero algo de privacidad, no es la primera vez que me baño yo sola.

Las jóvenes decidieron salir de su prisión pero se quedaron en la entrada de aquella celda dando su espalda y así evitar mirarla.

Mientras Dael tomaba su baño no podía no evitar no gemir de dolor debido al mal estado en el que se encontraban las heridas ocasionadas por los golpes recibidos en las pruebas anteriores, mismas heridas que habían empeorado al no haber recibido el tratamiento adecuado; aunque algunos moretones y cortes estaban desapareciendo otros permanecían en su cuerpo como un recordatorio del desafío al cual se había sometido gustosa.

Como Dael ya estaba acostumbrada a los golpes debido al entrenamiento recibido desde niña sabía que el dolor no era nada, solo le recordaba que su cuerpo era débil y que debía soportar el sufrimiento, las penas y los demás daños sin importar si en un futuro se arrepintiera de ello.

Hola mis queridos lectores, aquí les dejo este capítulo algo más corto que los subidos últimamente, espero que lo disfruten. Nos vemos en el siguiente y si le gustó no duden en dejar su voto y comentario.❤️

La Muerte de la Guerrera Blanca [Sin editar]Waar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu