2

57 11 4
                                    


Poderoso es el pasado cuando encuentra quien lo vivió culposo de lo que hizo, poderoso es por el control que tiene del presente de quién lo recuerda. Susurros del mismo volaban por la mente de un hombre inconsciente, colgado de muñecas alejado del suelo en una celda, húmeda, desolada y tenue de iluminación. Parecida a un curioso motel con un curioso propietario vizco, que con seguridad no habría visto como su huésped iba a ser capturado por el dueño de la mansión con mitos de embrujo, ¿o si?

Susurros aún llegaban por todos lados, buenos, malos, no lo sabía; tampoco quería saberlo, solo olvidarlos. Pero ahí estaban, danzando una y otra vez como una culpa enorme mientras no despertaba, cada vez aumentando su fuerza, su odio, su dolor representado en esos susurros y gritos que solo llevaron a una palabra:

¡DESPIERTA!

Un grito ronco salió por fin de la seca garganta del colgado, sus ojos cansados se fueron abriendo sin aún poder entender bien dónde se encontraba. Su cabeza dolía y aún estaba algo mareado, quería rascarse la sien por la contusión, o por mera picazón, lamentablemente no podía hacerlo gracias a estar atado. Solo la luz de dos antorchas a sus laterales iluminaban el ambiente con suavidad, un contraste melancólico entre la oscuridad de un lugar solitario y la luz de dos fuentes separadas, le dieron una rápida respuesta de dónde se encontraba, una celda.

—El cartero, siempre es el cartero —expresó sarcástico para romper su propio hielo.

Sin éxito encontrando algo, intentó de alguna manera quitarse las cuerdas, teniendo el mismo resultado negativo. Probó balancear su cuerpo para posicionar sus pies en el techo y con la suficiente fuerza, podría romper las cuerdas empujando hacia abajo, plan que tan rápido vino, rápido se fue. Al ver cómo estás cuerdas tenían un soporte más que resistente y nudos imposibles de romper sin un cuchillo quedó resignado, no pudo hacer ninguna otra acción, por lo que su cuerpo y él, se quedaron a esperar en las penumbras del lugar, hacia su muerte o su tortura, la que ocurra primero.

—¿Qué tal le parece su hospedaje, señor Campbell? —Él cartero apareció desde los pasillos los cuales poco pudo ver gracias a la iluminación. Este llevaba una bandeja de comida y una pequeña antorcha que iluminaba su camino.

—¿Primer día como cartero o como cómplice de asesinato y secuestro? —preguntó mientras analizaba sus oportunidades de escapatoria de por sí casi inexistentes.

—¿Primera vez secuestrado? No responda, seguramente no lo sea.  —Posando la antorcha en un sostenedor al lado de la puerta, con una llave, la abrió—. Cortesía del amo Kendrick, es una "disculpa" por haberle dado la bienvenida de una manera tan… específica.

—¿Me vas a dar de comer con una cuchara como un bebé o… tienes una mejor idea? Lo menciono gracias a que como ves, mis manos están indispuestas en este momento. —Un leve forcejeo reforzó su punto.

—Ah, claro, ya me encargo de eso.  —Dejando la bandeja en la cama de concreto que estaba al lateral de la habitación, cortó la cuerda con un cuchillo no muy largo que llevaba en el bolsillo.

El detective cayó al suelo algo débil por la falta de comida y agua, como un poco desorientado por el golpe en la sien. Aún así, reincorporándose de nuevo, no aprovechó ningún segundo valioso para abalanzarse sobre el cartero, quien sorpresivamente, no opuso resistencia dejándose inmovilizar por el experimentado ex-policía.

—Dime una sola razón para no rebanarte el cuello ahora mismo y escapar. —Amenazó con el arma blanca punzando su manzana de Adán—. Mas bien, te insisto a no darme ninguna razón, anda.

—Me temo que eso no será posible, si usted llega a matarme, el amo Kendrick lo sabrá. Y lo inculpara por la muerte de su esposa, como de la mía, usted será fugitivo, haciendo que pierda la custodia de su hija como dejando de ser padre, el amo quedará como una víctima, y usted cómo el villano —No notó ninguna pizca de superioridad en sus palabras, era una realidad, pero no realzada para mostrar una ventaja, sino realzada como una aclaratoria digna de un súbdito.

La Mansión de los PecadosWhere stories live. Discover now