Capitulo veintitrés

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 Marian se encontraba vestida con la ropa que había comprado, pensaba partir a Quebroks lo más rápido posible, pero tenía un sentimiento de familiaridad con esa posada, como si ella la conociera. Como si ya hubiera estado allí tantas veces, pero no estaba segura el por qué. Ella era una princesa, y este lugar era un pueblo en medio de la nada. Uno que la familia real no buscaría a nadie.

Si no hubiese sido por los caballeros de la sagrada orden, nadie la hubiera distinguido. Era un pueblo tranquilo, uno que no necesitaba la presencia de ellos... ¿Por qué estaban aquí? Esa duda le llenó la mente. Quiso hablar con Lunael, pero las dos veces que lo buscó, no lo encontró en ningún lado del pueblo. Era como si hubiera desaparecido de todos los lados.

Se le hizo raro, demasiado, Lunael la veía como una niña que debía cuidar. Siempre había sido así. La madre de Shiom siempre la vio como una aprendiz demasiado capaz. Alguien que iba a ser una fuerte reina, y Marian le creyó. Todos los pilares la veían como alguien importante y que iba a ser grande en el reino, y entonces... ¿por qué Lunael no le preguntó por qué estaba allí sola? ¿Realmente era el pilar de la espada el que había estado frente a ella? Y si no lo era, ¿por qué alguien usaría Hus Kha de esa manera?

Cambiar de rostro era posible, al igual que de contextura física, era algo que solo la realeza sabía. Hace un par de siglos había sido prohibido y quemado todas las instrucciones de cómo hacer eso, por el dolor inhumano que causaba. Era peor que la tortura. Era la modificación de cada uno de sus huesos, sentir la piel estirarse, todo sin ninguna forma de soportar el dolor. Nadie quería sufrir eso.

Marian tragó saliva. Algo muy peligroso estaba pasando en este pequeño pueblo. Como parte de la familia real y futura reina, se sentía en obligación de descubrir que estaba pasando. Volvió a la posada que estaba cobrando vida y se sentó en una mesa de cuatro asientos, la única libre para pedir algo de comer.

Suspiró. Sentía que pronto pasarían cosas que harían temblar al reino, y tenía miedo de lo que podía ser. Estaba asustada por dentro, pero trataba de mantener la mejor expresión posible. ¿Quién era el loco que había decidido modificar todo su cuerpo?

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Blake y Shiom no tuvieron una forma de llegar en paz a Broks. Cuando estaban a medio camino, se encontraron con la caravana del escuadrón de Lunael en camino hacia el mismo lugar. Shiom supo que era el verdadero porque estaba con todos los chicos cerca. Su duda aumentaba cada vez más, ¿quién se hizo pasar por Lunael?

El viaje se hizo más tranquilo, pero Shiom tenía una mala sensación de lo que podía pasar en su pueblo. Si alguien lo reconocía de manera rápida, todo podía irse al carajo. Sentía que Marian estaba allí, pero no había forma de probarlo. Tenía muchas expectativas, pero la mayoría eran muy bajas. Para ser sincero, quería hacerse volita y tirarse en el suelo.

—Ya casi llegamos —murmuró Shiom para si al reconocer el árbol de frutas moradas que se encontraba en la entrada sur del pueblo.

Respiró de manera profunda y se colocó una capa con capucha, bastante sucia y desgastada, para cubrir su cabeza y rostro. Su mirada apuntaba al suelo.

El pueblo estaba en silencio. No escuchaba niños, ni perros. Temía lo peor... Sus padres, ¿estarían bien? ¿Habrán escapado con vida? ¿Estarían en la posada a salvo?

No, sabía que todo eso eran solo sus sueños. Sabía que sus padres estaban en peligro. Sus ojos verdes destellaron, por un segundo el dorado se superpuso con el iris en forma de lagarto. Solo un segundo la maldición pidió ser libre.

Lo sientes, ¿no? —El dragón que había estado callado durante mucho tiempo, que solo le había mostrado pesadillas y cosas que él no quería saber, habló con ira—. La esencia de los reyes del bosque y de la princesa están concentradas en el pueblo. El usurpador está junto a ti, pero hay algo asqueroso. Algo que no olía desde el día que escapaste como una maldita gallina.

El dragón de la luz | TERMINADA |Where stories live. Discover now