Capítulo diez.

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Shiom observó con intriga a la princesa Marian que se encontraba a escasos centímetros de su rostro. Ella buscaba los ojos de aquel chico mientras él le dedicaba una tierna sonrisa. «¿Que hace ella aquí? —pensó el joven mientras la observaba con demasiada curiosidad—: sé que si le pregunto se enojará horriblemente conmigo, por lo visto sigue siendo la misma chica que conocí antes de adquirir a la portadora...»

—¿Qué pasó Shiom? —preguntó la chica con su voz que lo hacía temblar. Él era como una presa débil, que en cualquier momento podía caer en una trampa del cazador y ella era este último, alguien que quería devorarlo.

—Nada princesa, no pasa nada. —El chico susurró eso mientras que alejaba sus manos del rostro de ella. Había algo que le molestaba, ¿qué hacia la princesa de Txard en un lugar tan alejado sin sus guardias?— ¿Por qué saliste corriendo de la nada?

—Shiom... creo que es mejor que sigamos caminando —respondió Marian sin parar de mirar a los lados—. Lo siento por no poder darte esa respuesta de inmediato, pero al parecer alguien me quiere muerta. —Ella rápidamente movió sus manos para impedir que el chico replicara, era un movimiento que ambos habían desarrollado en su infancia—. Siempre estoy con un guardia. Antes que preguntes algo innecesario: No, no estoy huyendo, sabes que me puedo defender sola. —Esto último lo dijo con una sonrisa y retrocediendo un par de pasos colocando sus manos en la cintura, trataba de hacer una mirada de enojo.

—Al parecer sigues siendo la misma chica mimosa de siempre —«Definitivamente esta chica me va a sacar una cana en mi hermoso cabello negro»—, ¿y cómo sé yo que no te has oxidado? Princesa.

—¿Quieres que patee tu hermoso culo aquí o caminarás conmigo y no me dejarás sola? —Ella sonrió mientras hablaba, Shiom carraspeó—. ¿Qué llevas en la bolsa?

—Frutas. Las llevaré donde mi hermano...

—¿Te estas quedando donde tu hermano? Podríamos ir allí... —Shiom la observó con la ceja derecha arriba cuando ella dijo eso.

—¿En qué estás pensando?

—¿Qué te digo? —La chica miró hacia abajo—. Llevamos años sin vernos y ya no somos pequeños... Además, recuerdo que alguien prometió que si salía vivo de esa noche, juraría defenderla incluso después de la muerte.

El joven había durado muchas noches tratando de olvidar esa escena vergonzosa, ¡incluso el príncipe Torian había escuchado eso!

—¿Vamos a ir o no? —preguntó la chica algo desesperada. Veía hacia todos lados y no encontraba nada. Shiom notó eso, también se sentía observado por algo—. ¿Desde cuando tienes una espada?

—Larga historia, princesa. —Fue lo único que atinó a decir el joven—. Mi padre dice que es mejor tener una a andar desarmado por allí y que un vándalo quiera robarte.

—¡Allí está la princesa! ¡La encontramos! —Shiom escuchó una voz que le hacía familiar. Era la de una mujer ya entrada en los años.

—Dimar ya me encontró. Rayos —dijo la princesa con una profunda decepción en su cara—. ¡Eres demasiado lento! Corre antes que nos vean y piensen que me quieres matar.

La chica se acercó al dragón y le dio un beso en la mejilla. Una princesa, alguien que está sobre todos los ciudadanos del pueblo, se bajó a darle un beso a un pueblerino como él. Ella lo empujó y este corrió sin decir nada más.

Sus movimientos eran sencillos pero perfectos, había aprendido a moverse entre cualquier espacio gracias a los entrenamientos diarios de su padre, pero había algo que siempre buscaba a Shiom: La mala suerte. No sabía en qué momento se había internado tanto en los callejones que no lograba ubicarse. No conocía toda la ciudad y esto jugó aún más en su contra, en ese momento tratando de volver por donde había caminado notó un grupo de personas reunidas calladas escuchando a un sujeto con una túnica roja con bordes blancos y dorados, un obispo de los tres grandes.

El dragón de la luz | TERMINADA |حيث تعيش القصص. اكتشف الآن