Capítulo dos

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A la mañana siguiente Shiom junto a su madre, Cecilia, se encontraban limpiando el bar. La cara del chico era una mezcla de asco y asombro, le resultaba increíble que tan fétido podía ser algo. No por la sangre sino todo el desastre de bebidas que había quedado en el suelo. Normalmente el que se encargaba de limpiar ese desastre era él, pero aquella mañana incluso a su ella decidió ayudar. Había casi que cualquier tipo de líquidos en el suelo: Sidra, vino, Ale, cerveza, saliva, sopa y demás cosas que ninguno quiere escuchar.

El repugnante aroma había hecho que Shiom tuviera varias arcadas. Le tocaba salir a tomar aire, ya habían usado los baldes de agua que habían recogido con el agua de lluvia del día anterior, pero ya acabaron, así que agarró el balde y se fue a buscar agua antes que le dijeran algo. Mientras caminaba, se dio cuenta que lo de anoche fue tranquilo; usualmente las fiestas en la taberna a veces se volvían alocadas, haciendo que la madera se manchase —de sangre o simple bebidas—. Otras veces, algún taburete se rompía por peleas o por jugar con ellas. Suspiró al ver que debía caminar hasta la plaza.

El chico, usualmente, buscaba agua directamente del río, pero ese día usaba de la fuente que se encontraba a pocas cuadras de la posada. La lluvia había ensuciado el agua del río, llena de arena, y lo que iba a lograr era ensuciar más el suelo. Así que llegar hasta aquel lugar iba a ser un trabajo algo largo.

El sol de la mañana le golpeó en toda la cara, cosa que lo hizo gruñir. Dejó caer su brazo que tenía el balde, vacío y nada pesado, y caminó arrastrando los pies. El olor lo tenía mareado, así que no tenía muchas ganas de cumplir con su engorroso trabajo; aquello, sumado a los inoportunos rayos del astro rey, lo hicieron gruñir con fastidio. Suspiró y comenzó a caminar por las calles del pueblo.

Estas eran angostas. Cuando tenía siete años, el pueblo tenía muchas menos casas, solo era una calle, pero ahora tiene varias rutas, tiendas de diversos tipos e incluso una plaza con su propia iglesia. A Shiom siempre le había gustado el espacio abierto, pero las rutas de acceso al interior de la ciudad cada vez se complicaban más. Al ser la ruta de acceso más rápida a la ciudad de Quebroks, muchos comerciantes decidieron comenzar a construir aquel sitio hasta lo que es ahora.

Al joven le parecía interesante como había casas de todos los tamaños como las que estaban al frente de su posada, pero, había otras, que solo tenían una planta y sin ventanas. El chico suspiró, y se acercó a la sombra de las paredes de piedra a su derecha. Las casas que estaban cerca a la plaza, cosa que solo estaba a tres cuadras de su posada, eran de dos o tres plantas, rivalizando con las de Quebroks en altura. Los tejados rojos, por los cuales Shiom ha caminado más de una vez, hacen muy poca sombra y los árboles, los pocos que no han sido talados, están a las afueras del pueblo. Dobló a la izquierda para entrar en una calle aún más estrecha, solo pasaban dos personas al tiempo. Él sonrió al darse cuenta que nadie venía. Aceleró un poco el pasó, debía aprovechar esa oportunidad para salir del callejón rápido.

—Cuidado con el hijo del tabernero. —Alguien dijo por una de las ventanas, haciendo que el dragón perdiera la velocidad, ya casi a punto de salir—. Ahí quien dicen que el mismo dios de la destrucción le corrompiós el alma.

—¿Qué te paja, Lerts? —Una voz femenina le preguntó casi gritando. Shiom la reconoció, era la señora Romina, la panadera—. Ese niño es una ternura, siempre hace cualquier cosa por ayudarnos...

—¿Has visto sus ojos mujé? —preguntó Lerts—. Son como los de los gatos, no son de una perona.

—Sí es una persona —corrigió la señora Romina—. A ese chico yo le enseñé a hacer panes. Creme, es más dulce que una torta.

Una sonrisa se marcó en el rostro del joven. Luego iría a comprar una torta a la tienda de la señora Romina. Comenzó a marchar de nuevo. Aquella pareja era extraña, aunque los dos fueran panaderos, la mujer amaba los dulces y el hombre lo salado. El señor Lerts odiaba a Shiom y a este le parecía normal. Era un antiguo miembro de la orden que fue dado de baja por una herida fatal, así que el resentimiento por los dragones todavía estaba marcado en su alma.

El dragón de la luz | TERMINADA |Where stories live. Discover now