Capitulo dieciocho

88 12 8
                                    

Shiom abrió los ojos y cuando logró enfocar no estaba en su cuarto. Trató de relajarse, pero su cuerpo comenzó a moverse en contra de su voluntad. Sentía que su ropa era pesada, miró hacia abajo y gritó de miedo, pero el sonido no fue escuchado. Su ropa era negra, llevaba una armadura con el corazón en el medio. Miró hacia su hombro izquierdo, y allí estaba aquel escudo. Sol, luna y el rayo.

Trató de calmar sus pensamientos, esta era una oportunidad única. La única de ver realmente que había en el pasado y como todo pasó de la forma que ocurrió... Solo, solo si el dragón lo dejaba.

Su cuerpo nunca se detuvo. Atravesaba las calles de un palacio blanco. Todo era impoluto. No había un rasgo de algo que no hiciera ver aquel lugar perfecto. A excepto de aquel hombre con armadura negra que le daba igual que varios guardias vestidos del mimo color que el castillo lo siguieran con armas en mano.

El hombre, Shiom, abrió una puerta gigante y entró a un vestíbulo que solo tenía dos sillas en el centro. En una de ellas, había un hombre de ojos azules que lo miraba con desprecio. Aquel color era frio y no resaltaba ningún sentimiento. Tenía el brazo apoyado al brazo de la silla y descansaba su mandíbula en su puño. Su cabello era blanco y corto, su tez era clara como si fuera leche. Le fue difícil lograr darle una edad, aquel rey lucía como un joven. Su rostro era de un hombre no mayor a los treinta. Llevaba una armadura igual que los demás hombres, blanca con un lobo plateado con ojos azules en el centro.

En la otra había una mujer con iris rojos. Ella miraba con una sonrisa al dragón. Su cabello era igual que sus ojos, una tormenta de llamas con vida propia que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Llevaba un vestido dorado que hacia lucir por completo su figura sin dejar de hacerla ver como alguien poderoso y de temer. Tenía un abanico de madera en la mano, el cual estaba cerrado.

Cuando entró, ni siquiera se arrodilló y mucho menos inclinó la cabeza. Shiom sentía que él los estaba mirando con ira, pero no entendía el porqué. ¿Había pasado algo? Miró hacia abajo, a ver que estaba sujetando con tanta fuerza, y allí estaba aquella arma que él conocía de memoria: Portadora de luz. Pero, ¿la espada no fue creada mucho después de esto? ¡¿Ella no fue creada como una cárcel por parte del olvido?!

—¿Acaso no van a pensar ayudar? ¡¿Se quedarán acá sentados viendo como todo se va a destruyendo poco a poco?! —Light habló. Su voz era gruesa, como la de un trueno—. Están acá, sin hacer nada, mientras el reino se cae a pedazos. ¡Tienen un zorro en el patio armando una revuelta! Hay demonios tratando de atacar estas pacificas tierras en nombre del dios oscuro Xertus. ¿Y que tienen planeado hacer? ¿¡NADA!?

—Oh pequeño... —respondió el rey sin mover su cara de donde estaba. Su tono de voz era aburrido, pero armonioso. Era como escuchar un bardo con una hermosa voz, pero sin ganas de vivir—. Todo lo que está pasando, es porque nuestra diosa así lo quiere. Skapeyen así lo desea, sino, no estaría pasando esto.

»Solo debemos esperar que ella nos guie hacia la victoria en la guerra contra su hermano. No importa cuántas vidas haya que sacrificar, todos esos muertos serán honrados después de terminar esto.

—Mi esposo tiene razón, pequeño caballero. —La reina habló con un tono divertido en su voz. Al parecer le resultaba gracioso esto—. Tú que has estado con nosotros desde el día que te recogimos en la calle, que te criamos como a un hijo, ¿no aprendiste a ver el tablero sobre una perspectiva global? Si es esto cierto hemos fallado como reyes y regentes.

Light, que no había dejado de agarrar el mango de la espada, lo soltó lentamente. Comenzó a caminar de un lado para otro mientras respiraba. Shiom sintió como un sentimiento de ira dominaba el corazón de este hombre. De un momento a otro, volvió a hablar.

El dragón de la luz | TERMINADA |Where stories live. Discover now