Capitulo veinte

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Sangre goteaba por la herida que tenía en la cara, al igual que de sus labios. Estaba amarrado en una especie de cruz. Sus manos eran sujetadas por una cadena negra, estaba sin camisa y su cabello castaño tapaba sus ojos.

Recibió un golpe de lleno en la nariz con un codo. El sonido del rompimiento del hueso fue escuchado por varios allí. Trató de no gritar, aguantó el dolor y poco a poco fue perdiendo la consciencia, pero cuando estuvo a punto de apagarse, sintió una barra caliente en el vientre, la cual dejó una marca y le sacó un grito de su boca.

—Vamos Prats, cuéntame, ¿dónde se puede encontrar aquel objeto? —La voz de Lunael se escuchó, haciendo que el padre de Shiom alzara la cabeza y lo mirara a los ojos, para luego escupirle sangre en la cara.

El hombre de ojos rojos se secó la cara, agarró su espada y le dio un golpe con el mango en la boca. Algunos dientes fueron astillados y puede que más de uno se partiera. Le dio la vuelta a la espada y usó el filo para dejarle una fina marca desde su hombro izquierdo hasta la parte derecha de la cadera. La sangre comenzó a fluir. Sacó unos animales de un balde de agua y los colocó sobre el cuerpo de Prats.

Estos comenzaron a caminar sobre el cuerpo buscando la herida y comenzaron a morder esa carne. Era como sanguijuelas, pero con múltiples patas e igual de babosas. El dolor era algo incomparable, pero si hablaba iba a poner la vida de los tres dragones en peligro, sobre todo la de su hijo. Y Prats prefería morir a dejar que a su hijo le pasara algo.

—Ni muerto —dijo entre dientes—. Ya tienes la espada. ¿Para qué quieres lo demás? ¿Quieres liberar a Xertus?

—¿Por qué lo liberaría? —preguntó aturdido Lunael.

—No te hagas el idiota. Sabes que...

—¿Crees que por ser mestizo liberaría al dios de la destrucción para causar el caos eterno? —Lunael negó con la cabeza—. Vamos Prats, deberías saber que lo único que estoy buscando es unir a los Mharfoz con los humanos, hacer que ellos puedan salir de ese maldito bosque y de aquel asqueroso desierto, para que vivan con dignidad.

»¿O se te olvida que todo es culpa de aquel lobo? Tu fiel compañero obligó a una raza a esconderse, vivir de sobras y con reglas inútiles, cuando ellos eran los que gobernaban muchas partes del continente. —El hombre de cabello blanco le acarició la mejilla al hombre de ojos azules, para luego cerrar el puño y darle un golpe—. El zorro es el usurpador, pero llegó allí gracias a escuchar a su pueblo. Los eternos reyes del bosque tuvieron que inclinarse ante sus súbditos. ¿Por qué iría yo a hacer algo como lo que hicieron ustedes?

—¿Crees que la leyenda de que... de que si matas a Xertus tendrás un... un deseo sin precedentes de la diosa? —preguntó Prats como pudo—. Es una... Una tontería creer que una es... que una espada mate a un dios.

—Fue la misma espada que hizo que dos regentes eternos tuvieran que dejar el trono... —Una sombra comenzó a pasear por la espalda de Lunael. Era grande, le llegaba casi hasta la cintura a aquel hombre. Tenía una cola, era esponjoso y con las orejas en forma de triángulo. Prats se quedó congelado al ver eso... No, no podía ser—. ¿O me equivoco, Lamns?

Para nada, querido compañero. —La voz del zorro retumbó en el pequeño cuarto, haciendo que Prats tragara saliva. Estaba equivocado, se había equivocado. ¿Era el verdadero Lunael el que estaba frente a él? No, no, eso era imposible—. Miren, el lobo está encadenado, ¿es porque es un perro rabioso? Qué lindo se ve. Vamos Lunael, dejemos que el lobo piense si quiere morir de una forma estúpida, o prefiere dejar su arrogancia y ayudar a formar un nuevo reino.

—Tú... ¡¿Cómo osas tomar esa forma cuando estás ante mí?! —El gruñido del lobo se escuchó al lado de su maestro—. Te juro que cuando me suelte te arrancaré ese cuello de un mordisco. Y luego me bañaré en tu sangre, maldito.

El dragón de la luz | TERMINADA |Where stories live. Discover now