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ᴇʟ ᴍᴏᴠɪᴍɪᴇɴᴛᴏ ᴅᴇ ᴜɴᴀ ʙᴏᴛᴇʟʟᴀ
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        Las elegantes copas que Amelie guardaba en una caja dentro de uno de los armarios del salón fueron desenvueltas y colocadas en la mesa de madera de la cocina. La abuela de Cassie se las había entregado hacía casi diez años, asegurando que eran una reliquia familiar y que su hija debía de cuidarlas muy bien, para que un día pudiera dárselas a su nieta. Jamás se enteró que la pequeña Cassie de cinco años dejo caer una por accidente al intentar alcanzar un tintero. Era un secreto que ambas se llevarían a la tumba por el bien de ellas mismas. La señora Lavoie era peor que el mismísimo diablo cuando se le irritaba.

        El perfecto juego de doce copas era lustrado rigurosamente por su dueña, actividad que realizaba cada tantos meses. A unos centímetros de ella, su callada hija se enredaba entre educativas palabras sin levantar la mirada ni siquiera por algún sonido alarmante. Amelie la había visto leer esas páginas unas seis veces desde que su sobrino del alma se lo había obsequiado para las fiestas del año anterior. Ella había sido su cómplice durante toda la travesía, puesto que, al parecer, conseguir un libro informativo sobre los principios de la anatomía animal no era tarea fácil. Fue una ardua búsqueda, pero finalmente lo habían encontrado. A Gilbert y a John les había parecido un buen regalo para fomentar su pasión por la carrera y como una ayuda para sus comienzos. Amelie no podría haber estado más de acuerdo. Ciertamente, fue un regalo bastante acertado, puesto que la niña no se había separado del libro en los últimos dos meses, absorbiendo la mayor información que le fuera posible.

        Enero y Febrero habían aterrizado y despegado tan rápido que el pueblo fue casi sorprendido por la aparición de las pequeñas lloviznas y los tenues calores que avisaban el cambio de temporada. Primavera había tocado la puerta de los pueblerinos mucho más temprano de lo esperado. El buen clima había sido la escusa perfecta para que la señora Cavanagh realizara su famosa tarea de limpieza profunda por nueva estación. Actividad que, como todo niño, Cassie detestaba. Su madre estaba acostumbrada a pelear con uñas y dientes para lograr que ayudara aunque fuera limpiando algunos muebles. A veces, su terquedad volvía a la tarea completamente inútil, y ella desistía. Pero está vez estaba decidida a salir victoriosa.

        —¿Podrías terminar con tu lectura por hoy y ayudarme un poco? —Pidió por tercera vez. El silencio que obtuvo en respuesta solo logró aumentar su cólera —Cassie —Llamó, con aquel tono de advertencia que suelen utilizar las madres para alertar a sus hijos. Ante la falta de respuesta, dejó el objeto de cristal en su respectivo lugar y se volteó en dirección al cuerpo de su única descendencia —¡Cassiopeia! —Alzó un poco la voz mientras cruzaba sus brazos.

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora