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ᴜɴᴀ ʙʀúᴊᴜʟᴀ, ᴜɴᴀ ᴄᴀʀᴛᴀ ʏ ᴜɴ ʟɪʙʀᴏ
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        La calurosa mañana del 15 de junio, una carta llegó al puerto en un barco inglés con destino a la pequeña ciudad de Charlottetown. Bien, originalmente no era una sola carta, era un bolsón repleto de ellas. Sin embargo, durante el brutal descenso que tuvo el saco desde su transporte al muelle, uno de los sobres de papel se escapó por un fino corte que había realizado por accidente, cinco noches atrás, un marinero ebrio, luego de intentar apuñalar a otro compañero que se había burlado de su patética suerte en el póker.

        Sin que nadie lograra percatarse de la perdida, el sobre quedó escondido a un lado de la zona de embarque, siendo olvidado por el hombre que se encargaba de movilizar los sacos para llevarlos al correo.

        A los pocos días, el barco volvió a zarpar con un destino diferente del que venía. Durante el viaje, el encargado de limpiar la cubierta enfermó, un joven de tan solo diecinueve años que se subía por primera vez a una embarcación, luego de haber heredado el empleo de su difunto padre. El movimiento constante y la poca estabilidad del transporte provocaron estragos en el estómago del pobre chiquillo, quien pasó la mitad de los días con la boca hacia el océano. Entre carcajadas y comentarios burlescos, los marineros, que eran pocos debido al disminuído grupo de tripulantes en la travesía, juraban que había perdido más de cinco kilos y se negaban rotundamente a realizar su único trabajo por él.

        Finalmente, descendieron anclas en la bellísima Nueva Brunswick, donde otro cargamento para el correo fue entregado, más nadie reparó en la carta perdida. El barco estuvo detenido por aproximadamente dos días y una noche, en la cual los marineros aprovecharon para realizar sus tareas más primitivas y grotescas. Como nadie estuvo a bordo del navío durante ese tiempo, nadie logró percatarse de la existencia de aquel sobre, que con el tiempo iba adquiriendo distintas tonalidades que bastante diferían de su color blanco original, todo gracias al mugriento suelo de madera y a la brisa veraniega que barría la tierra durante la noche.

        Durante el día de despedida, cuando el barco había cambiado su destino devuelta hacia Charlottetown, el ajetreo del lugar por la cantidad de cargamento que debía ser subido impidió que, una vez más, los tripulantes visualizar el trozo de papel. Este, para aquel entonces, muy difícilmente podía ser diferenciado como un sobre debido a su aspecto.

        No obstante, una dama viuda, que viajaba desde su hogar hasta la ciudad en busca de tener un encuentro amoroso con su extravagante amante, tuvo el infortunio de encajar el tacón de su bota en el hueco de un tablón desacomodado. Cuando se colocó de cuclillas para liberar su zapato, el pergamino manchado de tierra y mugre brilló frente a ella. Por supuesto que no tuvo la más mínima intención de recogerlo, pues para la mujer solo era un trozo mugriento de papel que muy poco significaba. Sin embargo, echándole una segunda mirada innecesaria, la viuda detectó que se trataba de una carta cuando una bella caligrafía que dibujaba el nombre “Amelia Cavanagh” se reflejo entre la suciedad.

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇWhere stories live. Discover now