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ʟᴜᴄɪÉʀɴᴀɢᴀꜱ ᴅᴇ ᴍᴇᴅɪᴀ ɴᴏᴄʜᴇ
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        Cassiopeia se había visto obligada a apretar su nariz y juntar fuertemente sus labios como única opción para evitar estallar a carcajadas. La imágen frente a ella no daba crédito alguno. Era una de las mejores escenas que su corta existencia había presenciado y no había forma de que alguien pudiera obligarla a borrar aquello de su mente. Porque sí, nadie podía negar el hecho de que ella comenzaba a detestar las constantes disputas y claras competencias entre sus únicos amigos, pero el espectáculo que se estaba montando ante sus ojos era indiscutiblemente cómico.

         Anne Shirley-Cuthbert no pudo esperar ni medio segundo antes de caminar fúrica en dirección al muchacho, quien acababa de descender de la tarima, y despotricar contra su persona. La pelirroja simplemente no podía creerlo. Primero se había tenido que tragar la lengua al enterarse de que su enemigo sería parte del grupo de lectores y ella, por obvias razones, no. Había sido un golpe muy grande a su ego el ser informada esa misma noche sobre tal detalle. Pero nada había destrozado más su orgullo que oírlo declamar de una forma tan burda y poco profesional. ¡Definitivamente ese muchacho no tenía idea de lo que estaba haciendo frente a esa multitud de personas! ¡Era un desastre! ¡Una catástrofe! ¡Una vil burla hacia los grandes poetas y artistas detrás de las páginas! Esos y otros cientos de pensamientos más se arremolinaban en su pequeña cabecita, mientras le resaltaba exuberante cada uno de los puntos por los cuales no debía volver a subirse a un escenario en toda su existencia.

        Cassie creía que estaba siendo cruel. Tampoco es que el jovencito pudiera compararse con grandes declamadores, dramaturgos o poetas de la época, pero estaban hablando de un muchacho de catorce años en un festival del pueblo rodeado de personas a duras penas algo cultas. Ella creía que ante la situación, observando detalladamente los puntos mencionados, Gilbert lo había hecho demasiado bien. Pero no se lo diría, no hasta que estuvieran solos al menos. En ese momento, más allá de la discrepancia con las palabras que brotaban de la boca de su amiga, se estaba divirtiendo con la función. Más de lo que se había divertido durante toda la hora anterior. Estaba mal, si, por supuesto que lo estaba, pero su amigo ya era lo suficientemente grandecito como para poder defenderse de las tonterías que reclamaba la chiquilla. No intervendría a menos que lo notara de extrema necesidad. Lo que sería cuando alguno de los dos rompiera en llanto debido a la absurda discusión que llevaban a cabo.

        Anne recordaba vagamente haberse dicho que no pelearía aquella noche, que dejaría las disputas de lado para poder disfrutar del festival, ignorando la existencia del castaño. Pero verlo allí, sobre la escalinata frente al bellísimo atril de madera con el libro que le habían entregado abierto en su totalidad, leyendo con poco entusiasmo y gracia, aunque con bastante claridad (cosa que no pensaba resaltar), la vibra sensible en su cuerpo se había alterado y una tremenda ansiedad la había atacado. Ella estaba segura de que, si le hubieran dado la oportunidad de estar en su lugar, se habría desenvuelto mil veces mejor, ¡no! Cien mil veces mejor. Fue por ello que, apenas la muchedumbre comenzó a dispersarse, la niña se disculpó con los Barry y casi corrió en dirección al muchacho, apurando su lengua para soltar todos sus pensamientos negativos en el menor tiempo posible.

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora