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ʟᴀꜱ ᴍᴀʀɪᴘᴏꜱᴀꜱ ᴘʀɪᴍᴇʀᴏ ꜰᴜᴇʀᴏɴ ᴏʀᴜɢᴀꜱ
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        ¿Alguna vez han sentido esa sensación que electrifica el pecho y envía descargas hacia tu estómago, haciendo percibir fuertes retorcimientos en él? El pegajoso y repugnante sudar en tus manos, y el incesante golpeteo que generaba la punta de tu talón contra el suelo de madera, producto de los espasmos nerviosos de tu pierna izquierda. ¿Lo han experimentado alguna vez? He de creer que algunos lo denominarían como desasosiego extremo. Una reacción peculiar hacia una situación vergonzosa de la cual la mayoría de las personas anhelan escapar pero, ya sea por pudor o modestia, se abstienen huir atormentados.

        Bueno, efectivamente era una buena descripción para definir con exactitud lo que estaba viviendo Cassiopeia Cavanagh en aquella circunstancia, puesto que luego de nueve días en los que había evitado como una gran cobarde pero con sorprendente éxito la presencia de su mejor amigo, ahora se encontraba sentada exactamente frente a él, teniendo que soportar la pesadez de su constante mirada mientras fingía interés por el tenedor de plata que su madre había dejado junto a su plato.

        ¿Cómo pudo ser tan tonta como para olvidar que las Cavanagh y los Blythe compartían al menos una cena o almuerzo al mes? ¡O mejor aún! ¿En qué momento se permitió creer que la mejor opción para resolver el asunto sería ignorarlo, como si jamás hubiera pasado? El problema no había sido exactamente ese, el inconveniente fue que ella, en lugar de accionar correctamente y entablar una conversación razonable entre ambas partes para llegar a un acuerdo de mutuo olvido, la muchacha había optado por evitar la existencia de su único amigo. Sin tener en cuenta a Anne, por supuesto. Realmente se preguntaba si había perdido la cordura o había asistido a una de las maravillosas fiestas de té de la pelirroja antes de tomar una decisión tan poco ecuánime.

        Pero no importaba cuánto lamentara su débil capacidad de conseguir resoluciones efectivas, la realidad la había atravesado de frente y no deseaba liberarla de la severa avellana por nada del mundo. Ya se le habían acabado las escusas de adentro de la galera y la elección de echarse a correr dejó de ser una opción desde los cuatro años. Entonces, ¿qué le quedaba? ¿Dejar de comportarse como una medrosa y enfrentar las consecuencias de sus grotescas acciones, disculpándose de una vez por su comportamiento pusilánime y su reacción tan poco profesional sobre un accidente del cual ninguno tenía la culpa?

        Sí, exactamente era aquello lo que tenía que hacer. ¿El problema? Cassie no estaba acostumbrada a pedir disculpas. Ni siquiera sabía muy bien como hacerlo, o que decir para empezar. Se sentía demasiado cohíbida, por primera vez en su vida. Y no le gustaba, para nada. No le gustaba esa pequeña presión en el pecho, o la ansiedad alterando los nervios de su sistema. Quería deshacerse de la sensación de vergüenza que la mandaba a dormir con el vértigo movilizando su barriga, y el corazón saltando de su pecho como si intentara atravesar su piel para abandonar su puesto.

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇTempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang