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ᴇʟ ʀᴏʙᴏ ᴅᴇʟ ꜱɪɢʟᴏ
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        Los codos de la pequeña de ojos oscuros descansaban juntos sobre la madera del pupitre. Apoyando su cabeza en las palmas de sus manos, Cassiopeia observaba animada como su madre destrozaba a gritos al hombre de bigote. El señor Phillips había saltado de su asiento cuando la mujer ingreso violentamente al salón aquella mañana. Ahora mismo, miraba algo consternado el terrible regaño que le echaba encima la mayor de los Cavanagh, haciéndolo sentir como un chiquillo de cinco años que había cometido una travesura y su madre lo retaba furiosa. Jamás creyó que ella se presentaría de esa manera tan agresiva el día siguiente a haber castigado a la pequeña castaña.

        —¿Qué le hizo creer que podría ponerle un dedo encima a mi niña? —Chillaba la mujer cargada de cólera, sus manos estaban fuertemente aferradas a su cadera y su ceño estaba tan fruncido que Cass pensó que luego no podría volver a ser liso otra vez.

        Había algo que Amelie Cavanagh jamás le permitiría a ningún ser humano de esta tierra, y eso era lastimar a su pequeña Cass. Nadie jamás podrá salir ileso luego de cometer tal atrocidad. No, por supuesto que no. La matriarca de la pequeña familia Cavanagh se volvía toda una fiera cuando se trataba de su niñita. Por eso, cuando la castaña llegó el día anterior dos horas más tarde de lo esperado y, encima, traía horribles marcas en su piel, la mujer sintió que perdería la cordura en cualquier instante. Comenzó a gritar a diestra y siniestra, maldiciendo al hombre y amenazando con ir a buscarle en ese instante.

        Gracias a que su hija le ordenó que se sentara, que no iría a ningún lado a esas horas, la mujer no cumplió con sus palabras. Pero al día siguiente, apenas se había asomado el sol por el horizonte, la señora Cavanagh estaba lista para ir a la escuela y arremeter contra el inútil profesor. El hombre, quien se había quedado dormido en su oficina como tantas veces en el pasado, no tenía idea de lo que le esperaba para el desayuno.

        Mientras Amelie se encontraba en medio de su discurso sobre cómo iría hasta el consejo y haría todo lo posible para que lo destituyeran de su cargo, la puerta que conectaba al lobby se abrió y por ella entró sigilosamente un muchacho castaño. Para esa hora, una gran cantidad de niños ya había llegado a la escuela, pero como los gritos podían oírse desde varios metros atrás, decidieron que lo mejor sería permanecer afuera del edificio, por el bien de ellos.

        El chico de ojos avellanas camino silencioso pero rápidamente hacia el pupitre de su amiga y tomó asiento en la silla vacía junto a ella. La niña ni siquiera se volteó a verlo, estaba demasiado concentrada en observar como su madre defenestraba psicológicamente a su querido maestro.

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇWhere stories live. Discover now