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ᴜɴ ᴀʀʙᴜꜱᴛᴏ ᴇɴ ʟᴀ ᴄᴀʙᴇᴢᴀ
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           Los rayos de sol comenzaron a bañar las colinas de Avonlea, despertando a los pueblerinos e incitándolos a levantarse para vivir un nuevo día. Amelie Cavanagh ya se encontraba preparando el desayuno cuando su hija abrió los ojos. La niña tuvo que parpadear varias veces para poder aclarar su mirada. El cansancio comenzaba a pasarle factura y una pequeña voz en su cabeza le reclamaba por haberse quedado hasta altas horas de la madruga. No fue la mejor de sus ideas. Muy a su pesar, Cass se levantó y comenzó a vestirse para la escuela. Eligió el vestido verde musgo y se colocó su delantal blanco. Se sentó en la silla frente a su espejo y sacó un listón de la caja blanca que descansaba sobre la pequeña mesa. En desganados movimientos logró atar un moño en su cabello semirecogido. Se veía bien. Satisfecha con su trabajo, cogió sus libros y salió de su habitación.

        Cuando su madre la vió, no pudo evitar negar con la cabeza. Fue entonces que la muchacha se dio cuenta que, seguramente, las ojeras bajo sus ojos eran más notorias de lo que ella creía. Cassiopeia tomo asiento en la silla mientras la mujer dejaba un plato justo frente a ella.

        —Creí haberte dicho anoche que no te quedaras hasta muy tarde —La regañó la mayor. Esta tomó una taza que descansaba sobre una madera adherida a la pared. Dejó caer el agua hirviendo en ella, permitiendo que las hierbas de té se fundiera con el líquido.

        —Lo lamento, la trama resulto más fascinante de lo que imaginé —Se excusó la menor, recibiendo la taza que le ofrecía su madre. La mujer dejo escapar una pequeña risa.

        —Bueno, me alegro que te haya gustado, ¿Lo terminaste? —La niña negó con la cabeza y la conversación se dio por terminada.

        Cuando la muchacha finalizó su desayuno, levantó los platos y los dejo sobre el fregadero. Luego se colocó de puntillas y tomó una vasija que se encontraba sobre otra de las maderas de la cocina. De ella sacó una gran cantidad de galletas que su madre siempre tenía preparadas para que llevara a la escuela. El día anterior se había levantado muy tarde y ni siquiera había tenido tiempo de desayunar, mucho menos guardar algún aperitivo. Guardo las masas dentro de su bolsa de tela y la cerró con fuerza.

        —Esas son demasiadas galletas —Comentó su madre, antes de llevar la taza blanca hacia sus labios.

        —Después te ayudaré a hacer más —Prometió limpiando las migas con un paño.

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇWhere stories live. Discover now