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ᴇʟ ɢᴇɴɪᴏ ᴅᴇ ʟᴏꜱ ᴛʀᴇꜱ ᴅᴇꜱᴇᴏꜱ
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        Gilbert Blythe recordaba con bastante claridad la primera vez que su padre le contó sobre las aventuras que vivió durante su juventud.

        Tenía quizá seis o siete años, su madre aún estaba con ellos. Era principios de invierno, cuando la nieve recién comenzaba a bañar los campos. La señora Blythe preparaba su famoso budín de frutas que, como siempre, destilaba un maravilloso y atrayente olor. Padre e hijo habían sido echados de la cocina segundos después de que la mujer los encontraba metiendo el dedo en la mezcla cruda. Había perseguido a ambos por los alrededores de la mesa que utilizaban para desayunar, cargando con un trozo de tela como arma. Antes de que consiguiera atraparlos, John había alzado el pequeño cuerpo de su hijo en brazos, provocando la expulsión de un chillido infantil, mientras se apresuraba a escapar de la habitación, oyendo las amenazas de su esposa sobre cortarles los dedos a ambos. Ella detestaba que su marido se interpusiera durante sus momentos en la cocina, y aborrecía aún más que motivara a su bebé a hacer lo mismo.

        Divertido por la dramática actitud del amor de su vida, el padre del niño los había conducido hasta el salón, sosteniendo sobre su hombro al chiquillo, quien aún chillaba por la posición en la que lo llevaban.

        El hombre de cabello castaño, el cual su hijo había heredado, se sentó frente a la única chimenea que residía en su hogar. La cual, debido a la época del año, se encontraba encendida. Sosteniendo al pequeño para que no intentara acercarse al fuego, lo había acomodado sobre sus piernas. Por su parte, el niño no pudo evitar dirigir su mirada hacia la madera que se quemaba, quedando extasiado por la peculiar danza de las llamas. Poco tardó en sentir que sus párpados comenzaban a deslizarse pesadamente, pero su progenitor se encargó enseguida de devolverlo al mundo de la consciencia.

        —¿Te gustaría escuchar una historia, Gilbert? —Le había preguntado, acariciando con delicadeza el desordenado cabello castaño.

        —¿Cómo un cuento? —Había consultado con una voz infantil que ya no le pertenecía —Mamá ha dicho que me quedaría sin cuentos esta semana, por haber ensuciado con lodo la ropa nueva.

        —Algo así... —Una sonrisa bailó entre sus labios, sintiéndose conmovido por la mente aniñada de la criatura y deseando profundamente que jamás cambiara —Es más bien un relato verídico.

        —¿Verídico? —Recordaba haber preguntado, sin saber qué significaba aquella palabra.

        —Que ocurrió realmente —Contestó sin importancia, aunque el pequeño se aseguró de guardar aquella descripción en su memoria —¿Entonces? ¿Qué dices? ¿Quieres oírla?

ꜱᴜɴꜰʟᴏᴡᴇʀ | ɢɪʟʙᴇʀᴛ ʙʟʏᴛʜᴇDonde viven las historias. Descúbrelo ahora